Recién nacidos y amados por siempre – experiencias de una familia de acogida americana

… Las noches interrumpidas donde el sueño es escaso o nulo, los chupones desperdigados por varios rincones de la casa, los estantes de la cocina repletos de biberones de distintos tamaños, las latas de fórmula –con y sin soya– en la despensa y las decenas de diminutos calcetines en las gavetas del dormitorio, son todas imágenes familiares para quienes tienen un recién nacido en casa.

Mientras esconden sus ojeras con maquillaje, la mayoría de las madres se consuela pensando que se trata de una etapa: el niño o la niña ya crecerá y las noches de vigilia y los cambios de pañales cada hora serán cuestión del pasado.  No para Carmela Guarino Grabowski, 51, una mujer de contextura pequeña y corazón enorme, que es ‘cuidadora’ de niños para Spence-Chapin, una agencia de adopción basada en Manhattan.

Carmela y su marido, Richard, viven en una casa colonial que él mismo construyó en Franklin Square, Long Island, y en este momento están a cargo no de uno, sino de dos bebés.  «Tenemos a Charles, de seis semanas», comenta suavemente mientras lo mece, «y justo antes de Navidad recibimos a Christian, que tiene 15 días».

Cada uno tiene su cunita –una con un móvil de Winnie Pooh y la otra con un espejo porque, como explica Carmela, «Christian adora mirarse él mismo», y ambos bassinets están al lado de la cama de la pareja, bien a la mano de Carmela que es quien se levanta a darles de comer cada dos horas durante la noche.

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