Cómo ayudar a los niños a expresar su enfado de forma adecuada

Desde que un niño nace tiene capacidad para expresar sus sentimientos a través de un lenguaje pre verbal (expresiones faciales, sonidos, llanto etc.) y luego, poco a poco, conseguirá ir poniendo palabras a lo que va sintiendo. De esta manera se hará entender y los demás sabrán que le pasa.

Las primeras personas que ayudan al niño a regularse emocionalmente son sus padres, a través del contacto físico, el afecto, el lenguaje, tono de voz… Es importante para el niño que sus padres se identifiquen con él para que puedan entender cuáles son sus necesidades. Una de las maneras que tiene el niño cuando es pequeño de mostrar su malestar es el llanto, de esta forma le comunica a sus papás que algo le pasa. Los padres muchas veces creen que malcriarán a su hijo si salen corriendo cada vez que éste llora, pero el niño no dispone al principio de muchos recursos para calmarse por lo que necesita a sus papás para hacerlo hasta que él poco a poco vaya aprendiendo.

Dotar a los niños de herramientas para hacer frente al malestar Una de las mayores dificultades para los padres es ayudar a sus hijos a regular la emoción de la ira u hostilidad. La ira es el resultado de una angustia excesiva que el niño no sabe cómo afrontar y en un principio sólo cuenta con sus padres para que le ayuden, primero a entender qué le pasa y segundo, a dotarle de herramientas para hacer frente a su malestar. Es fácil que los padres se sientan abrumados y sin saber cómo actuar ya que puede resultar complicado consolar a un niño enfadado. Los padres han de preguntarse cómo se sienten ellos ante la ira de sus hijos. Muchos padres se enfadan y se ponen a la defensiva ya que lo viven como una ofensa, otros viven con miedo la ira de sus hijos por lo que tratan de reprimirla a toda costa, otros padres sienten que no controlan su propia ira y les resulta difícil manejarse en estas situaciones etc.

Los hijos copian el comportamiento de sus padres Si los padres reaccionan con ira al enfado de su hijo, el conflicto y los sentimientos negativos aumentan para ambos. Veamos un ejemplo: La madre de Laura la llama para que salgan de casa, han de ir a la compra, pero ella no quiere, está muy entretenida jugando y ahora no quiere dejarlo, su madre insiste varias veces y Laura se enfada, al ver que no viene, su madre la chilla y le dice: “Eres un desastre, todos los días igual, ya no puedo más contigo”.

El enfado y malestar de las dos aumenta, Laura acaba también chillando y negándose más a colaborar, además la madre le está mostrando a la niña cómo se enfrenta ella a los conflictos y lo más probable es que Laura acabe reaccionando frente a las dificultades del mismo modo que su madre. Los niños aprenden sus hábitos emocionales observando cómo reaccionan sus padres frente a las distintas situaciones. Son las personas con las que más horas pasan y las más importantes para ellos, ¿cómo no iban a imitarles?

Es cierto que muchos padres vivieron de niños una educación tradicional donde sus progenitores trataban de que no se expresaran sentimientos negativos, pero si lo pensamos, nadie puede vivir sin conflictos y estos generan sentimientos. Si el niño reprime frecuentemente sus sentimientos tendrá ansiedad y quedará afectada su autoestima. Lo importante es que enseñemos al niño a mostrar su enfado de la manera más sana posible sabiendo que aprenderá de una manera gradual y que necesitará unos cuantos años para lograr hacerlo de una forma madura.

¿Cómo pueden ayudar a sus hijos cuando están enfadados?

Lo primero que podemos hacer es intentar conocer el motivo de la ira del niño, los bebés suelen expresar enfado cuando tienen hambre, están cansados o les duele algo pero a medida que el niño crece también lo hacen las posibles causas de su ira (puede estar asociada a sentimientos de vergüenza, miedo, decepción…entre otras).

Si aceptamos los sentimientos prestando atención al niño y escuchándole de una manera cálida y empática será más fácil conocer la verdadera causa de lo que le pasa, de esta manera el niño se sentirá escuchado y será más fácil que se calme.

Ya desde que el niño es muy pequeño podemos empezar a hablarle de lo que le pasa, expresando con palabras sus sentimientos y también aceptándolos aunque no estemos de acuerdo. Si pensamos en el ejemplo anterior, seguramente Laura colaboraría más si su madre puede decirla: “Sé que estás jugando muy entretenida y tener que dejarlo te enfada ¿verdad?, pero ha llegado la hora de irnos, estoy segura que lo harás muy rápido y bien, yo me sentiré muy orgullosa de ti. Cuando acabemos tendrás todavía un rato para jugar».

Aquí, la mamá de Laura acepta el sentimiento de la niña, y ésta se siente entendida. No aparecen críticas, sino que se motiva a la niña trasmitiéndole que lo hará bien. Es importante cuidar el lenguaje con el que hablamos a nuestro hijo, pensar primero: ¿qué mensaje le queremos trasmitir? ¿Cuál será la mejor forma para que le llegue? Los insultos y reproches utilizados frecuentemente harán que el niño se sienta como aquello que le señalamos. Si a Laura la repiten muchas veces que es “un desastre”, acabará sintiéndose así.

La comunicación es vital para entenderse

Si el niño está demasiado irritado, primero hemos de ayudarle a calmarse, luego podemos ayudarle a evaluar su conducta correctamente, recordando con él lo que ha ocurrido, ayudándole a interpretar su conducta y la de los demás, hablando de cómo se ha sentido él y cómo pueden haberse sentido los otros y pensando juntos qué podía haberse hecho de forma diferente. De esta manera podrá ir adquiriendo recursos para próximas veces.

Los padres han de dedicar también tiempo a pensar cuáles son sus necesidades. Por ejemplo: si uno sabe que cuando llega a casa después de un día de mucho trabajo necesita un rato a solas para no acabar enfadado e irritado,  es mejor que lo podamos expresar diciéndole  a nuestro hijo: «Sé que tienes muchas ganas de estar conmigo, pero necesito unos minutos para mí a solas, luego iremos juntos a leer un cuento, mientras puedes ir eligiendo cuál quieres y esperarme». De esta manera le expresamos que nos separamos un rato por una necesidad nuestra, no por nada que nos pase con él.

Y aunque encontrar momentos para cuidar de uno mismo puede resultar algo difícil, es importante que sea uno de nuestros objetivos, si estamos tranquilos y calmados nos enfrentaremos mejor al enfado de nuestros hijos.

Fuente: Instituto Internacional de Estudios Sobre la Familia

 

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