Algunas consideraciones sobre la adopción de niños mayores

Ante la adopción de un niño más mayor, los padres os encontráis frente a un niño «educado por otros» al que gradualmente debéis sentir como parte de «nosotros». Son adopciones más complejas, que requieren un mayor equilibrio emocional por parte de los padres, que deberán ayudar al niño a comprender las circunstancias particulares que vivió, ayudándolo a integrarlas a las nuevas experiencias que construirán juntos.

El niño llega a la adopción, en estos casos, después de haber convivido durante un período de tiempo con su familia biológica, con una familia de acogida, en el hogar o el orfanato, lugares en los que ha establecido vínculos afectivos con las personas que se encargaban de su cuidado.

La separación es por tanto una circunstancia especial, que puede producirse de forma voluntaria, la familia biológica renuncia al niño y lo entrega para su adopción, o por intervención de la autoridad, cuando determina la privación de la patria potestad por motivos graves.

Generalmente, cuando el niño inicia la convivencia con la nueva familia, los padres suelen hacer referencia a su buena adaptación, (Etapa de luna de miel de la adopción); desde el primer momento os llama «mamá» y «papá» y no hace referencia a los recuerdos de su vida anterior, como si no hubiera existido lo vivido anteriormente. Sólo parece interesado en vivir el presente, necesita padres y se aferra a quien se ofrece a desempeñar ese papel.

Los niños que han permanecido mucho tiempo en instituciones, o que han vivido en diferentes hogares de acogida o han sido víctimas de malos tratos o abusos suelen tener mayor dificultad para entablar nuevas relaciones afectivas.

En ocasiones pueden mostrarse pasivos y deprimidos, en otras agresivos e incapaces de establecer vínculos con la nueva familia. Conductas que pueden resultar desalentadoras para los padres que no se encuentren suficientemente preparados para afrontar las circunstancias, e incluso en algunos casos esta dificultad del niño y la intolerancia de algunos padres puede llevar a la ruptura de la adopción.

Posteriormente, los niños comienzan a mostrar rabietas, estallidos, rebeliones. Una etapa de tensiones familiares que tiene como fin descubrir la capacidad de la nueva familia para contenerlo, asegurarse que no volverán a repetirse experiencias de abandono como las que vivió anteriormente, y que puede confiar que esta familia será suya para siempre. Por esta razón los pone a prueba durante un período. (Etapa de intento de una verdadera adaptación). Suele ser la etapa en que afloran los recuerdos y se puede mostrar más confiado para compartirlos con sus padres.

Si los padres pueden reconocer las emociones de su hijo, aceptarlas, intentar canalizarlas y sentirse en condiciones de poner los límites necesarios, podrán interpretar las agresiones de su hijo como parte de un modelo de aprendizaje que le ha resultado válido en situaciones anteriores y que se irá modificando en la medida en que el niño vaya aprendiendo que no son ni necesarias ni adecuadas en la nueva situación.

Cuando el niño puede comprobar que el cariño que le profesa su nueva familia es incondicional ya no necesitará «hacerse el malo» porque no temerá una nueva situación de abandono. (Etapa de adaptación real).

Fuente: SENDABIDE

 

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