Beatriz San Román : ´Que una familia adoptiva tire la toalla es un fracaso de la sociedad´

Creer que todos los niños que viven en un orfanato son huérfanos, que la adopción finaliza cuando el pequeño llega a casa o que es simplemente sustituir el embarazo por papeleo son algunas de las falsas creencias que existían hace 10 años en España sobre este tema y que la experta Beatriz San Román intentó ayer derribar en su charla ‘Repensando la adopción’, que impartió en A Coruña

Madre adoptiva y autora de varios libros sobre el tema, Beatriz San Román asegura que ha llegado la hora -tras el boom de adopciones internacionales que España registró a principios del siglo XXI- de replantearse creencias sobre estos modelos de familia que el tiempo ha demostrado que no se ajustan a la realidad.
Con el objetivo de derribar falsos mitos sobre la adopción, San Román impartió ayer la charla Repensando la adopción en la Fundación Paideia de A Coruña, en una jornada organizada por Manaia Asociación Galega de Axuda á Adopción.

¿Qué debe repensar la sociedad actual sobre la adopción?
-En España el auge de las adopciones fue un proceso vertiginoso. Pasamos de ser un país a dónde venían de fuera a adoptar -la época de la postguerra, por ejemplo- a ser nosotros quienes buscamos niños en el extranjero. El boom llegó sin prácticamente tiempo para reflexionar. Ahora que esos niños han crecido es hora de reflexionar y ver qué de aquello que creíamos hace diez años se ha cumplido y qué cosas no eran así.
¿Qué falsas creencias había?
-Hace una década los padres adoptivos creíamos que el mundo estaba lleno de huérfanos a la espera de una nueva familia y que eran bebés sanos. Ahora sabemos que la mayoría de los niños que están en orfanatos sí tienen una familia biológica y que, muchas veces, son niños con necesidades especiales. Antes se hablaba del derecho a adoptar y ahora de familias que se ofrecen. Los datos de gente que logra adoptar lo demuestran.
¿Hay muchas familias a la espera?
-Hoy por hoy hay unas 20.000 familias que tienen el certificado de idoneidad en España y sin embargo, hay una media de 3.000 adopciones anuales.
Pero hay niños mayores o con alguna discapacidad que buscan familias sin salir de Galicia, ¿los padres adoptivos piensan más en ellos que en los pequeños?
-Está claro que cuando alguien se decide a adoptar lo primero en lo que piensa es en su deseo de ser padres, no en ayudar a un niño. Y es bueno partir de ahí para que den su amor incondicional al hijo. También hay que decir que en muchas administraciones no informan correctamente sobre qué niños están a la espera de ser adoptados.
Asegura que es un error creer que la adopción finaliza cuando el pequeño llega a su nueva vivienda…
-Eso es algo que también se creía hace 10 años. Se pensaba que la adopción consistía en sustituir el embarazo por trámites burocráticos. La realidad es que los padres deben superar nuevos retos en cada etapa del pequeño y que para los niños, la llegada a su nuevo hogar no siempre es tan positiva como creemos los adultos. Los niños cambian de país, de cultura, de ruidos, de comida… para ellos es algo traumático y desconcertante, su adaptación no es nada sencilla y no hay que olvidar que tienen una vida anterior.
Entonces, no se trata de empezar de cero…
-No, los niños aunque sean pequeños recuerdan parte de su vida anterior y si no, cuando crecen, con 6 u 8 años comienzan a darse cuenta de que tuvieron que tener una madre antes que la adoptiva. Estos niños necesitan un relato coherente de su vida, en el que debe incluirse la parte de los padres biológicos aunque a veces los adoptivos lo vean como una amenaza.
¿Cómo hay que abordar este tema con los niños?
-Con naturalidad, que vean que no es un tabú y desde siempre, adaptándonos en cada momento a la edad del niño.
Tras el boom de las adopciones internacionales, ahora muchos de esos niños son adolescentes, ¿detectan nuevos problemas para las familias?
-Sí, al llegar a la adolescencia viven episodios difíciles de manejar por las familias. Durante la infancia, cuando van de la mano de sus padres, todo es positivo: ‘ay que niña tan linda’. Cuando son jóvenes y empiezan a ir ellos solos, la gente los mira ya como un inmigrante y tenemos casos de todo: gente a la que no dejan entrar en discotecas, a la que detienen porque estaban cerca de un altercado… Ellos no cuentan, como ocurre con gente que ha llegado de otros países con sus familias, con referentes para hacer frente al racismo.
¿Qué deben hacer las familias en estos casos?
-Prepararlos para lo que puede ocurrir. De nada sirve quitarle importancia porque así no se soluciona nada.
Los problemas en la adolescencia, ¿pueden llevar a algunas familias a arrepentirse de haber adoptado?
-No sé, lo que está claro es que detrás de una adopción truncada hay mucho sufrimiento por parte de todos: el niño y la familia. Es cierto que suelen darse cuando los padres tenían unas expectativas muy poco realistas, pero también hay que tener en cuenta que hay niños que vienen muy dañados por su etapa anterior y que es algo que se desconocía.
¿Cuánta gente decide dar marcha atrás una vez adoptado?
-No hay cifras exactas porque es algo que se lleva con bastante secretismo. Pero hay que tener en cuenta que si una familia tira la toalla es un fracaso de toda la sociedad, no sólo de ellos. Ha fallado el sistema educativo, los recursos, etc.
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