Las marcas de la institucionalización

“Después del primer hijo supimos con mi esposa que iba a haber dificultades para tener un segundo hijo, por lo cual decidimos anotarnos en ese momento en la lista que se hacía en la Justicia.

“Esto sucedió hace 15 años, más o menos. Existía la posibilidad de adoptar por escritura. Había que tratar con algún familiar o con una mujer que estuviera esperando un niño y el adoptante se hacía cargo de la internación y los gastos que se tuvieran al principio con la llegada del bebé. Después, ante un escribano se hacía la escritura cediendo al chico, como si fuera un paquete, y así lo anotaban a su nombre.

“En la época en que nosotros nos anotamos no existían los distintos registros que existen hoy. Nosotros nos anotamos en distintos lugares, en Tribunales de La Rioja, en los de Salta y otros; también en Tribunales de Córdoba. Pasaron dos o tres años y no nos llamaban.

“Cuando nos inscribimos nos habían dicho que íbamos a tener que esperar, porque éramos jóvenes, porque teníamos un hijo biológico y además había muchas parejas que querían adoptar y los chicos que había eran muy pocos.

“Yo comenté eso en el hospital donde trabajaba y me comenzaron a llamar para ofrecerme chicos con ese sistema de escritura. Soy obstetra y podría haberme hecho cargo de los gastos con facilidad, y podría haber tenido varios hijos, pero ¿con qué cara le podría decir a mi hijo “yo pagué 200, 500 ó 1.000 pesos por vos”?

“Con mi esposa elegimos seguir el camino que consideramos que corresponde. Después de tres o cuatro años de espera insistimos en la Justicia, ya cansados de esperar. Nos llamaron para una entrevista en la cual nos hicieron distintos tests y evaluaciones de donde surgió que queríamos un hijo que no tuviera tanta diferencia de edad con nuestro primer hijo, que tenía 4 años en ese momento. Cuando nuestro hijo ya estaba en segundo grado tenía 6 años, y nos llaman para ofrecernos una nena recién nacida. Les dijimos que lo que queríamos era que no tuviera diferencia de edad con el primero.

“Cuando nos llamaron por esa nena les repetimos que de las entrevistas había surgido claramente que lo que queríamos era un niño sin tanta diferencia con el primero, para qué nos llamaban para un bebé. Como respuesta a nuestra aclaración, nos mandaron a que fuéramos a un psiquiatra. Le pedimos a la jueza que se tomaran el trabajo de revisar las evaluaciones ya realizadas, que eran muy claras en cuanto a lo que estábamos dispuestos a adoptar.

“Se tomaron su tiempo y nos llamaron a los ocho meses, más o menos, para ofrecernos un chiquito que estaba institucionalizado y tenía 1 año y 2 meses. Con mi esposa pensamos: ya nos mandaron al psiquiatra, antes de que pase más tiempo vayamos a buscarlo. Fuimos con todo el amor del mundo al encuentro de nuestro segundo hijo. Estaba en el Pizzurno.

“Nos dijeron que, según la evaluación que había hecho el médico, no nos podían garantizar que el chico caminara. No hablaba y tampoco sabíamos si iba a poder alimentarse bien. Estaba en Estimulación Temprana, y me quedó grabada una imagen terrible de ese día. Era el mediodía y estaban almorzando. En una mesa con varios chiquitos, una mujer les daba de comer del mismo plato y con la misma cuchara a todos. Eso marca lo que es el sistema de la institucionalización y de guarda hasta que el chico puede ser dado en adopción.

“Salimos con nuestro hijo en brazos, preocupados por lo que nos habían dicho. Tiempo después veríamos que lo que sucedía era que en realidad no había sido estimulado. Había sido abandonado por su progenitora a los 4 meses; un familiar lo recogió de su casa y lo dejó en una institución.

Desde los 4 meses hasta el año y dos meses estuvo institucionalizado. Y el resultado, de acuerdo con el neurólogo que lo atiende, es que, aunque es un chico normal, tiene déficit de atención y tiene algunos problemas conductuales. Por supuesto está atendido con psicóloga, psicopedagoga y apoyo escolar. Pero es un niño que da mucho afecto, que ha sido estimulado por nosotros tres y que, a pesar de esos pequeños problemas, es feliz”.

Fuente: La Voz

Si este artículo te parece interesante, compártelo.
Facebook Twitter Plusone Linkedin Pinterest