Desarrollar una identidad étnica y cultural positiva en niños y niñas adoptados en familias interraciales

Artículo de Isabel Azcona en BATIA Orientación Educativa Familiar

La Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 20.3 reconoce la importancia de sus experiencias anteriores a la adopción y “la conveniencia de que haya continuidad en la educación del niño y a su origen étnico, religioso, cultural y lingüístico”.

Para las familias de niños y niñas procedentes de culturas  distintas a la nuestra, esto añade a la dificultad de criar y educar a un hijo o hija adoptados (no por la adopción en sí misma sino por el abandono y las experiencias previas que conlleva), la de favorecer en ellos la construcción de una identidad étnica positiva que integre los sentimientos de pertenencia a los lugares de origen y de acogida.

Se trata, en definitiva, de encontrar el equilibrio entre, por un lado, la vinculación con la nueva familia y la inclusión en el entorno social de acogida que supone para el niño adoptado reconocerse parte de ellos, identificarse con sus valores, creencias y actitudes y, por otro lado, respetar, reconocer y expresar las diferencias que su origen nos  exige.

Pero ¿Qué podemos hacer los padres y madres adoptivos para ayudar a nuestros hijos e hijas a desarrollar una identidad étnica y cultural positiva?” Aquí van tres de las seis ideas que forman parte del artículo:

1.- Analizar las propias actitudes y prejuicios.

Antes de tomar la decisión de llevar a cabo un proceso de adopción interracial es importante conocer sus especificidades y analizar nuestras propias actitudes y prejuicios en relación a las diferencias étnicas porque serán las que transmitamos a nuestros futuros hijos e hijas y la materia prima con la que construirán su identidad y autoestima.

Por otro lado, adoptar a un niño o a una niña diferente implica una evidente pérdida de intimidad para toda la familia, que se convierte en blanco de miradas y comentarios indiscretos. En definitiva, hay que estar preparados para convertirse en una familia diferente.

2.- Favorecer el desarrollo del sentimiento de pertenencia a la familia y a la comunidad de acogida.

Aunque provengan de lugares lejanos, los niños y niñas adoptados van a crecer en el nuevo entorno social y cultural, por lo que, el primer objetivo es la inclusión en la familia y la comunidad de acogida.

En el caso de mi familia, integrarse en Pamplona (Navarra- España), donde vivimos, supone hablar español y, si puede ser, euskera. Los niños intercambian cromos de los jugadores de fútbol del equipo local, Osasuna, y esperan en estas fechas las fiestas de San Fermín para ponerse un pañuelo rojo al cuello y correr delante de toros de juguete. Aunque quisiéramos, no podríamos hablar a nuestras hijas, de origen chino, en mandarín y nos consideramos ignorantes en temas de cultura asiática aunque nos hayamos esforzado en conocer en lo posible su lugar de procedencia, así que mis hijas se han convertido en pamplonicas nacidas en China.

Uno de los temas polémicos en relación a la identidad de los niños y niñas adoptados es el mantener o no el nombre con el que llegan a la familia adoptiva. Nos llevaría un artículo entero el debate pero, en mi opinión, que los padres y madres elijamos un nombre para nuestros hijos e hijas adoptados manteniendo, además, el que ya tenían, favorece el sentido de pertenencia y su integración social a la vez que respeta y conserva la propia identidad asociada al nombre. Es una forma de favorecer ese equilibrio del que hablaba al principio entre el origen y la crianza que, a la postre, constituirá su verdadera identidad.

En casa utilizamos habitualmente el primer nombre de mis hijas, ambos topónimos locales, apenas conocidos fuera de nuestra provincia pero muy usados aquí. Además, con frecuencia, las llamamos por su nombre chino o lo hacemos por ambos porque los dos son parte de ellas y, para nosotros, es una forma de recordarles quienes son y de dónde vienen.

Otro aspecto importante son las motivaciones para la adopción y las expectativas en relación al nuevo hijo o hija que juegan un papel fundamental en nuestras actitudes como padres y madres. Aunque parezca paradójico, la aceptación incondicional de lo que es, de su historia y su origen, favorecerá enormemente su sentido de pertenencia y su identificación con la familia y con el entorno social.

Por último, fomentar el sentimiento de pertenencia supone recalcar aquello que tenemos en común, nuestros parecidos y semejanzas. Además de aprovechar los detalles cotidianos para hacerlo, en nuestra familia utilizamos un juego que llamamos “Que se abracen”. Consiste en que, alternativamente, cada miembro ordena quién debe abrazarse indicando una característica física, un rasgo del carácter, una afición, etc y quienes se sientan identificados se abrazan abalanzándose unos sobre otros en el sofá. Así, se abrazan, por ejemplo, quienes tienen el pelo liso o los ojos azules, las chicas, quienes nacieron en China, los que son adoptados, los que son guapos, etc. El juego nos permite (además de abrazarnos y besarnos, algo muy recomendable siempre pero más, si cabe, con niños y niñas adoptados) darnos cuenta de que todos nos parecemos en algunas cosas y nos diferenciamos en otras.

3.- Afrontar los estereotipos sociales.

Las familias interétnicas desarrollamos una “ceguera a los rasgos diferentes”, que nos hace no ver el color de la piel, los ojos almendrados o el pelo extremadamente liso o rizado de nuestros hijos e hijas. Sin embargo, en muchas ocasiones, la sociedad es lo único que ve, asociando a ello una completa lista de estereotipos. Esto nos obliga a las familias adoptivas a prepararnos para hacerles frente y preparar a nuestros hijos e hijas para que no les dificulte la integración de su procedencia y su crianza.

Una de las estrategias más básicas y necesarias es favorecer la comunicación sobre temas relacionados con la diferencia y la discriminación sin esperar a que los niños y niñas pregunten pues, habitualmente, cuando lo hacen por primera vez, es porque ya lo han sufrido en carne propia o ajena. Para ello puede servir de excusa un cuento, una película, una noticia, un comentario oído en el colegio o en la calle, etc.

Una vez más nuestra actitud como padres y madres resulta fundamental y, si reaccionamos con contundencia ante situaciones de discriminación, impliquen o no directamente a nuestra familia, estamos dejando claro que no toleramos la exclusión y que el problema no es del diferente sino de quien no acepta la diferencia.

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