¿Y si su hijo sufre maltrato en el centro escolar?

Los padres que hemos adoptado internacionalmente hemos visto lo fácil que es para muchas personas hacer comentarios racistas y discriminatorios. Algunos se supone que no son intencionados o «no son para tanto», pero lo cierto es que si nosotros los adultos los vemos y oímos con frecuencia, qué no aguantarán muchos de nuestros hijos de otras razas, con condiciones médicas especiales, con sus propios dolores y mochilas?

Se ha oído mucho sobre este tema pero creemos que no se ha terminado de aclarar el concepto. En este artículo pretendemos definir correctamente el concepto de “bullying” y cómo, desde casa, podemos detectar el inicio de un cuadro de acoso fijándonos en algunos detalles que a continuación citaremos. Terminaremos enumerando medidas que pueden tomar para resolver la situación violenta si esta llega a producirse.   Y es que según las mejores investigaciones que tenemos sobre la materia, por poner un dato, en Australia casi uno de cada cinco niños de edades comprendidas entre los 8 y los 17 años es sometido cada semana a malos tratos.

Y otro estudio llevado a cabo por el Grupo de Investigación de la Facultad de la Universidad de Valladolid,   el 55 por ciento de los alumnos acosadores sale impune de este tipo de actos.

Según los expertos, el maltrato entre escolares aparece cuando de forma repetida un niño más grande, más fuerte y con más poder que otro comete abusos contra éste o, también si un grupo de niños somete a abusos a otro niño solo. Lo que ocurre es que los malos tratos pueden ser de diversos tipos. Veamos:

1. Verbales: insultos, humillaciones o amenazas.

2. Físicos: golpes, zancadillas, pinchazos, patadas, o bien hurtos o estropeo de los objetos propiedad de la víctima.

3. Sociales: exclusión, difusión de rumores y calumnias contra la víctima.

4. Psicológicos: acecho, o gestos de asco, desprecio o agresividad dirigidos contra la víctima.

Con lo que acabamos de afirmar rompemos el primer error que se está cometiendo y es, pensar que el maltrato es únicamente físico y/o psicológico. El maltrato entre escolares se diferencia de las burlas, tomaduras de pelo, juegos bruscos y peleas características del patio de colegio en que en el caso del maltrato la conducta es continua y el agresor, por lo general, es más grande, más fuerte y más poderoso que la víctima

Y ¿Cuál es el origen de toda esta violencia? Ledia Gutiérrez, psicóloga familiar, explicó que un niño agresivo “solamente está reproduciendo lo que ha visto o ha sufrido en su hogar y llega al colegio a descargar todo lo que está aprendiendo en la familia”. De ahí viene que emitiera distintos consejos a las familias en función de las características de los niños. Así, los padres con niños rudos:

deben estar al tanto del comportamiento del niño en la escuela porque en casa pueden aparecer niños tímidos;

deben cambiar determinados comportamientos en la familia que permitan al niño sentirse amado, respetado y escuchado;

deben propiciar momentos de juego, estudio, descanso e interactuar con la familia y, deben dar seguridad y confianza en sí mismo.

Por otro lado, los padres de niños tímidos:

deben enseñarles que responder con violencia no es lo más correcto sino que hay que buscar soluciones pacíficas;

deben involucrarse tanto con su hijo tímido como su agresor para lograr acercamientos más amistosos y hacerle ver que la violencia es negativa;

no deben enemistarse con la familia del niño agresor, porque estaría dando un ejemplo negativo a su hijo tímido.

Por último, cabría citar algunas consideraciones hacia los profesores que no deben castigar, etiquetar, rechazar y apartar a los niños “violentos” porque estas actitudes lejos de mejorar su comportamiento alteran la situación; deben conversar con el niño para lograr una mejor comunicación y confianza; y deben vigilar y detectar los cambios de conducta de los alumnos y comunicarlo a los padres.

Alta ansiedad, estrés y miedo son, al parecer, las tres claves mediante las que se puede detectar si un hijo es víctima de acoso. El experto José María Avilés, miembro del Grupo de Investigación de la Facultad de la Universidad de Valladolid, afirma que las víctimas pueden desarrollar respuestas agresivas y en casos extremos, pensar en el suicidio. Para este especialista, el agresor considera que interioriza “una manera de comportarse que puede desembocar en situaciones de delincuencia muy graves” y sobre los espectadores, afirma que llegan a aprender a mirar para otra parte, e incluso a verlo de forma normal. Para detectar este fenómeno con más detalle en el acosado, hay que fijarse en la aparición de los siguientes síntomas que pueden darse de forma aislada o bien combinados unos con otros:

1. Su hijo/a tiene dificultad para relacionarse con sus compañeros o los profesores. Sin embargo, quien puede informar de este hecho son los mismos amigos ya que el maltrato se inflige donde no puede ser visto por los adultos. Por otro lado, la víctima se aísla y se niega a contarlo a alguien.

2. Existen indicios evidentes, externos, que resultan más difícil ocultar. A saber:

moratones, rasguños o cortaduras cuyo origen el niño no alcanza a explicar;

ropa rasgada o estropeada;

objetos dañados o que no aparecen;

dolores de cabeza, de estómago o de otro tipo cuya causa no está clara;

lágrimas o depresión sin motivo aparente;

variaciones de humor o problemas de concentración;

accesos de rabia extraños;

renuncia a ir a la escuela;

trastornos del sueño o eneuresis;

renuncia a jugar con los amigos, retraimiento social o temores ante otros niños;

rebelión constante contra las normas o excesiva sumisión ante las mismas;

miedos irracionales;

agresiones a hermanos, especialmente en niños que han sido afectuosos y pacíficos;

deseo de tomar otra ruta para ir a la escuela o volver a casa;

empeoramiento del rendimiento escolar;

peticiones de dinero sin explicación del motivo.

En una situación similar a la descrita es necesario adoptar una serie de MEDIDAS y en un determinado orden. El primer paso a dar sería conseguir la confianza del hijo pero objetivo es muy difícil de conseguir y menos que surja como iniciativa por parte de ellos. Debemos saber que el hijo necesita:

saber que se le escucha y se le cree;

llegar a confiar en la manera en que sus padres se ocuparán del problema;

hablar con más franqueza acerca de lo sucedido;

aprender a dominar hasta cierto punto su propia situación;

aprender técnicas y estrategias para protegerse;

volver a tener seguridad en sí mismo.

En esta situación los padres pueden ayudar de la siguiente manera:

haciendo que su hijo participe en la toma de las decisiones sobre lo que hay que hacer;

escuchando atentamente lo que el niño les dice;

diciéndole que le comprenden.

Pero hay determinadas actitudes erróneas de los padres adoptan y que no ayudan y son las siguientes:

se alteren o se angustien;

se sientan culpables o sientan vergüenza;

le hagan creer al niño que la situación no tiene importancia;

le echen la culpa al niño;

culpen a la escuela;

acusen a otras personas sin estar enterados de los hechos;

busquen chivos expiatorios;

exijan saber de inmediato todos los pormenores de lo ocurrido; o

busquen soluciones fáciles.

Para evitar situaciones de este tipo, se debe mantener la sangre fría y dar los siguientes pasos que seguro ayudarán mucho más que no presentarse de forma inmediata en el centro escolar para “resolver el problema” donde seguro que se dirán cosas o se harán determinados actos de los que después habrá que arrepentirse:

animar al niño a que cuente todo lo que quiera sobre lo sucedido, a fin de tener una idea exacta de los hechos;

mantener la mente abierta, sin olvidar que lo que están oyendo es sólo una parte de lo ocurrido;

hacerle preguntas al niño, sin alterarse, con suavidad;

ayudarle a reflexionar sobre lo sucedido hasta ahora;

ayudarle a decidir qué hay que hacer para resolver la situación.

Es importante averiguar datos sobre que ocurrió, quién estuvo implicado; dónde ocurrió; cuándo y si hubo testigos y quiénes fueron.

Una vez dados estos pasos, se pueden adoptar otras medidas como:

No intentar por su cuenta “meter en vereda” a los agresores; rara vez funciona, sino que, al contrario, suele agravar la situación.

Hay que comunicarse con el centro escolar cuando se haya llegado a un acuerdo con el hijo sobre la forma, el cuándo, con quién…

Pedir una cita con el director, profesor o persona que se considere más idónea para tratar el asunto. Se debe evitar presentarse en la escuela sin concertar antes una cita.

Presente de forma tranquila y ordenada la información que tenga.

Señale con su modo de actuar que usted desea colaborar con la escuela en la búsqueda de una solución. Indique lo que usted y su hijo desean hacer y pida que el representante de la escuela también opine al respecto.

Pregunte sobre el Reglamento de Régimen Interior del centro escolar y su contenido en materia de malos tratos y exija que se aplique.

Anote las medidas que la escuela promete tomar, y pida otra cita para informarse de las actuaciones realizadas.

Por último, cabría apuntar una serie de instrucciones para ayudar a su hijo/a a hacer frente al problema. Estas pueden ser las siguientes:

1. Si los abusos se están cometiendo camino a la escuela o de regreso a casa, vea si es posible que tome otra ruta, se junte con otros niños o, acaso con la ayuda de la escuela, encuentre un compañero más robusto con quien pueda ir acompañado. Estas medidas podrán ser útiles mientras se está resolviendo el problema.

2. Si a su hijo le cuesta hacer amigos, anímelo para que haga un mayor esfuerzo por conseguirlo, ya que el tener un buen amigo, aunque sea uno solo, puede ser decisivo frente al problema de los malos tratos.

3. Invite a casa a los amigos de su hijo, para que se vayan afianzando las amistades iniciadas en la escuela.

4. Hable con su hijo sobre lo ocurrido y propóngale algunas medidas que podría adoptar para ayudarse, tales como:

fingir no oír los comentarios hirientes;

repetirse a sí mismo, en voz baja, consejos para animarse, tales como: «eso es problema suyo, no mío», o «yo estoy bien»;

aprender a portarse de manera más firme, serena y enérgica, para que pueda enfrentarse al agresor sin sentir miedo, ni angustiarse, ni ponerse ofensivo ni violento; y

entender que, en el caso de los malos tratos, está bien, y de ninguna manera constituye un acto de delación, contárselo a otro.

 

Fuente: Instituto de Tecnologías Educativas

Si este artículo te parece interesante, compártelo.
Facebook Twitter Plusone Linkedin Pinterest