«Adoptar un niño es llevarnos también su pasado, que a veces cuesta mucho superar»

Nuestro admirado José Luis Gonzalo presentó su guía para padres adoptivos en el evento organizado por la asociación gallega MANAIA. José Luis Gonzalo es el autor del blog Buenos Tratos y co-autor del libro «¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?»

Familias que han adoptado en los últimos años participaron ayer en la jornada organizada por la Asociación Manaia de ayuda a la adopción y en la que intervino como invitado el psicólogo y psicoterapeuta infantil José Luis Gonzalo Marrodán.

Éste presentó el libro «¿Todo niño viene con un pan debajo del brazo?», escrito en colaboración con Óscar Pérez-Muga y que busca ser una guía para padres adoptivos, «para aquellas familias», precisa, «con niños que tengan trastornos de apego; explicamos como se desarrollan estos trastornos y qué pautas deben aplicarse a nivel educativo para desarrollar la resiliencia, por ejemplo no minimizar el sufrimiento, hablamos también de ser capaces de empatizar y ser sensibles con el niño, de como potenciar sus capacidades y la importancia de proponerles una narración sobre su origen, su historia etc».

—La psicología emplea desde hace unos pocos años el concepto resiliencia, al que dedicó su conferencia ¿a qué alude este término?

—Es un concepto que proviene de otros campos del conocimiento y que fue asignado a la psicología para hacer referencia a la capacidad de algunas personas para mantenerse equilibradas ante las adversidades de la vida y, más allá de ello, ser capaz de desarrollar capacidades, habilidades y recursos insospechados en un principio, incluso algunos hablan de la resiliencia como la capacidad de renacer o de transformarse a partir de esas experiencias.

—Hasta hace poco se aseguraba que el carácter permanecía estable pero los terapeutas aseguran que no solo podemos sino que muchas veces debemos cambiar.

—Efectivamente, hasta hace muy poco la visión que teníamos era más centrada en las patologías y enfermedades de las personas, y no tanto el estudio de qué es lo que nos hace sentir mejor o qué es lo que hace que desarrollemos capacidades para hacer frente a las adversidades de la vida, en definitiva de por qué unas personas pueden hacer frente a esas situaciones y otras no, y como podemos ayudarlos.

—¿Qué define a las personas resilientes?

—Son muchas características, un amplio conjunto, pero muchas de ellas tienen que ver con que tienen una importante red social, muchas personas a las que pueden recurrir en un momento de dificultad, también coincide en que en momentos difíciles ha habido al menos una persona capaz de ayudarle a mirar de otro modo su vida, una persona que acompañe a otra en el progreso de la vida, encontrar a esa persona hace que muchos sean capaces de desarrollar recursos. Luego está que suelen ser personas que tienen optimismo, mecanismos para mantener la esperanza pese a las dificultades, también de alguna manera saben dirigirse y actuar en momentos concretos, saben qué decisiones tomar, y a mayores están muchas otras características que redondean esa personalidad.

—¿Podemos hacernos más resilientes o se trata de una característica que no podemos modificar en la edad adulta?

—Sin duda, pero es cierto que influye mucho la genética, de modo innato unos tenemos más capacidad para resistir que otros. Y al final creo que hay que buscar una postura de conciliación: es verdad que una base genética puede ayudar, pero eso no quiere decir que sin esa base sea imposible, porque si encontramos en otra persona los recursos y las habilidades para poder desarrollar nuestra capacidad de respuesta nos será mucho más fácil avanzar. Hay una predisposición genética y un proceso clave de formación en la infancia, pero sin ella no es imposible lograr una mayor resiliencia.

—¿Qué es el trastorno del apego?

—Es el tema al que se dedica el libro que presentamos Óscar Pérez-Muga y yo, digamos que nacemos genéticamente predeterminados para el apego, para vincularnos a un cuidador que satisface nuestras necesidades y hacia el cual tenemos una proximidad afectiva en el espacio y en el tiempo, él condiciona nuestras referencias y si nos sentimos amparados, queridos, es la persona que nos estimula y nos prevé de cuidados en nuestros primeros años de vida. De 0 a 6 años desarrollamos ese vínculo con el cuidador, que es el que transmite al niño la idea de que es digno de ser amado, incluso es vital para estructurar adecuadamente el cerebro, pero cuando los niños están con cuidadores menos sensibles lo que hacen es desarrollar características para adaptarse al estilo del cuidador. Si el cuidador es más frío emocionalmente o es impredecible el niño va desarrollando características para adaptarse al adulto, que non enfermedades, sino un estilo especial de vincularse que le permiten ajustarse al cuidador e interactuar con él: si es menos sensible emocionalmente el niño puede retirarse más, ser menos receptivo, o si el cuidador es impredecible puede incrementar los comportamientos para llamar la atención… Son formas que los niños adoptan y que van a influir de forma determinante en la visión y la forma de relacionarse de los niños con los demás, como nos cuidan en las primeras edades influye en como nosotros conectaremos con los demás.

—Destaca el papel de los padres adoptivos en la construcción de una personalidad resiliente.

—Es un papel central, muchas veces los niños llegan a la familia de forma tardía, tras haber pasado por cuidadores que no satisfacían adecuadamente sus necesidades, incluso han podido sufrir malos tratos, entonces en ese caso los padres han de asumir que todo eso es producto de una forma de vincularse inicialmente y tienen que ayudarles a avanzar, es importante la comprensión de por qué el niño se comporta como lo hace, porque se vinculó con los cuidadores primarios de ese modo. Por eso decimos en el libro que adoptar a un niño supone llevarnos también esta memoria, su pasado, que influye tanto y tan profundamente que a veces se requiere mucho tiempo para superarlo.

Fuente: Faro de Vigo

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