¿Buenas intenciones o simple tráfico de menores? Enmarcado en la creciente moda (impulsada por el estrellato del papel cuché) de adoptar a un menor de edad originario del continente africano, recientemente, el diario The Wall Street Journal denunciaba la amoralidad manifiesta a la que se enfrentan, en ocasiones, estas prácticas en Etiopía.
Sobre todo, dada la corrupción, rapidez -y más importante aún- escasez de controles practicada por el Gobierno local.
Los números no engañan. Solo en 2010, cerca de 4.400 (presuntos) huérfanos etíopes abandonaron el país, un 300% más que en 2004; convirtiendo a este Estado en el segundo destino -tras China- en número de apadrinamientos internacionales de ciudadanos estadounidenses.
Eso sí, la historia no es nueva, aunque dado lo lucrativo del paquete humano -el coste de “adquirir” la vida de un menor ronda los 25.000 dólares- lo cierto, es que a nadie extraña este incremento (curiosamente, el despegue humanitario se produjo tan solo un año después la actriz Angelina Jolie acogería a un menor originario de este país)
Ya el pasado año, el Gobierno de Addis Ababa, quien no ha firmado la Convención de La Haya que otorga cierta transparencia a sus acciones, anunciaba su intención de reducir el número de adopciones practicadas por ciudadanos extranjeros hasta en un 90 por ciento. En aquel momento, el Ministerio etíope de la Mujer aseguraba procesar cerca de 50 peticiones cada día, en un país, con cerca de cinco millones de huérfanos.
Los casos se multiplican
Sin embargo, la infamia no se limita a este Estado. A mediados de marzo, la Agencia de Registro, Insolvencia y Administración Fiduciaria de Tanzania ya advertía cómo las diferentes ramas del Gobierno estarían infringiendo la política local sobre adopciones.
Según este organismo, de 125 apadrinamientos practicados entre 2007 y 2010, tan solo 44 fueron sometidos a un proceso judicial completo y obligatorio como es requerido por la ley.
Esto significa, que nadie puede determinar con certeza la situación de los restantes 81 jóvenes (por ejemplo, pese a que el Departamento de Bienestar Social tanzano reconoce que doce menores de edad fueron acogidos en ese periodo por familias estadounidenses, Washington eleva este número hasta los 18 casos).
La situación, no obstante, es similar en otros países. En 2000, cerca de 40 familias de Sierra Leona denunciaron la adopción forzosa, en la década de los 90, de sus vástagos por parte de Estados Unidos. Su queja, de momento, no ha encontrado respuesta.
De igual modo, el pasado mes de agosto, tan solo un mes después de que fuera declarada la situación de hambruna en Somalia, el Gobierno turco (uno de los actuales socios prioritarios del país africano) recibió hasta 300 peticiones de familias interesadas en acoger a menores de edad somalíes. Aunque con un Gobierno de efectividad dudosa desde 1991, quizá nadie se paró a pensar en la -también dudosa- legalidad que podrían tener estas adopciones.
Fuente: ABC