Una veintena de menores adoptados en la Comunitat Valenciana han sido devueltos

Doble abandono. Primero, por su madre biológica y, después, por los padres que lo adoptaron. En la Comunitat Valenciana, veintisiete adopciones se han visto truncadas desde 2004 hasta 2012, algunas de grupos de varios hermanos.
Aunque apenas representan un 3,8% del total -887 en el mismo periodo-, lo cierto es que no se puede obviar que detrás de los fríos datos se esconde una tragedia personal. La de treinta y cuatro menores que no han podido encontrar el calor del hogar que se les ha negado desde su nacimiento.
La respuesta del niño ante una circunstancia tan amarga varía en función del vínculo que haya establecido con la familia. «Puede ir desde la aparente indiferencia hacia quienes no ha sentido como sus padres, hasta sentimientos de abandono y añoranza o la fantasía de que la ruptura es sólo temporal», explican Manuel García y Javier Romeu, psicólogos de la Conselleria de Justicia y Bienestar Social. En cualquier caso, la seguridad en sí mismo, su confianza en las demás personas y la capacidad para querer y que les quieran «se resentirán seguro».
La Generalitat ha tenido que adoptar medidas de protección en el caso de 23 de estos menores, ya que en los demás -once- la ruptura familiar se produjo tras alcanzar la mayoría de edad. Pero de estos 23 pequeños, sólo uno fue adoptado de nuevo. El resto ha tenido que permanecer en acogida. «Lo terrible de las adopciones truncadas es que llueve sobre mojado», destacan los expertos. Como queda reflejado en el hecho de que, según han constatado, en una parte importante de los casos el adoptado ha tenido problemas de adaptación social después en su vida adulta.
Comportamiento difícil
Pero, ¿por qué los padres devuelven a los niños? Aunque no conviene generalizar, lo más usual es que se trate de una adopción complicada por las características del niño, a lo que se une unos padres adoptivos que no estaban preparados para ella. «Se da con grupos de varios hermanos, menores ya de cierta edad, que han sufrido circunstancias muy adversas de abandono o maltrato o que han permanecido en instituciones mucho tiempo».
Como consecuencia de estas vivencias, presentan un comportamiento perturbador -contrastados cambios de humor, actitudes impulsivas o agresivas y oposicionismo-, por lo que, abrumados por estos problemas, los padres no logran conectar emocionalmente con él. «E incluso su marcha la ven como un alivio, a pesar de que para la familia la adopción truncada es un fracaso vital tremendo».
Una vez devueltos al centro de acogida, más que un seguimiento psicológico necesitan un entorno sensible, en el que los educadores presten atención a su situación emocional. «Lo que resulta más difícil es que hallen la relación reparadora con un adulto, que afectivamente sea significativa, y que tanto precisan».
Fuente: Las Provincias
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