Los huérfanos olvidados

En un contexto de caída de las adopciones, cientos de padres siguen viajando cada año hasta China para adoptar a un niño. En los orfanatos del país oriental esperan bebés que han sido abandonados o que no tienen familia, y a los que la fórmula de la adopción internacional les brinda un hogar y una esperanza de futuro. A la sombra de esa realidad existe otra paralela, aún más cruda, pero que apenas se conoce. En esos mismos centros de adopción oficiales o en otras casas de acogida apartadas sobreviven huérfanos a los que nadie quiere. Son niños enfermos, con patologías más o menos graves, algunas de las cuales se resolverían con una intervención médica o unos cuidados específicos. Las últimas estimaciones de organizaciones sociales hablan de más de un millón de bebés «con necesidades especiales», como así los clasifica el Gobierno chino.
En el año 2000, el país decidió implementar una vía alternativa a la ordinaria que facilitara la adopción de estos niños en un programa llamado Pasaje Verde. Por ese camino llegó hace nueve años la pequeña Yunai a la vida de Jone Gereka. Esta irunesa, con dos hijos biológicos, decidió junto a su marido adoptar a un niño chino. «Queríamos darle una familia a un bebé que no la tuviera», cuenta. Iniciaron el protocolo administrativo y, una vez en la lista de espera para la asignación de un menor, les llegó hasta sus oídos la alternativa del Pasaje Verde. «Me pareció muy interesante, me informé y decidimos seguir adelante para darle una oportunidad a uno de esos niños, que son los más frágiles» dentro de la infancia rota que ya supone el hecho de ser huérfano. Cinco años después de embarcarse en esa aventura personal, Xaner, que sufría labio leporino -un defecto congénito por el cual los labios no llegan a cerrarse y del que fue operado con éxito- también pasó a formar parte de la familia irunesa.
Los dramas de los que fue testigo Jone en sus viajes a los orfanatos le impidieron mirar hacia otro lado a su regreso a Gipuzkoa. En la fundación Love Without Boundaries (LWB, amor sin fronteras en castellano), un grupo internacional de voluntarios que dedican su tiempo libre a mejorar la vida de estos huérfanos olvidados, encontró la mejor fórmula para colaborar a cientos de kilómetros de distancia. En 2003, un grupo de padres adoptantes norteamericanos se unía para salvar la vida de un niño con una grave cardiopatía que vivía en el orfanato donde habían estado sus hijas. Lograron reunir los fondos necesarios para la operación y le salvaron la vida. Así nacía la fundación cuya delegación en España fue impulsada en 2008 por un grupo de madres entre las que se encontraba Jone. El objetivo, explica hoy, es proporcionar a esos miles de niños sin recursos en los orfanatos ayuda médica, educación, nutrición y la alternativa del acogimiento familiar previo paso para su adopción internacional, un proceso que debe tramitarse a través de las ECAI (entidad colaboradora de adopción internacional). Los informes médicos de su curación son además imprescindibles para completar los expedientes de adopción. «La de esos miles de niños es una realidad a la que nadie mira. Son los grandes olvidados» a quienes, sin embargo, unos cuidados médicos y nutricionales específicos pueden salvarles de una muerte evitable, defiende.
Problemas para alimentarse
Hace pocos días que acaba de regresar de un viaje solidario el grupo de médicos norteamericanos que se desplaza hasta el país oriental para operar a los niños que sufren labio leporino. Jone, que conoce personalmente a la mayoría de estos críos, muestra con emoción el antes y el después de las operaciones. «Mira, esta es Livia», señala a la foto de una niña que sonríe a la cámara sin que apenas se le note una pequeña cicatriz de la operación para cerrar sus labios.
«La fisura labial -explica- es una de las anomalías congénitas más frecuentes», que afecta a uno de cada 700 niños europeos y uno de cada 500 en China. Un problema de salud que aquí se salva con intervenciones médicas pero que en el lejano oriente puede ser causa de muerte. «Las fisuras -añade- van más allá de la deformación estética. Al no estar la cavidad bucal cerrada, alimentarse se convierte en algo demasiado difícil si no imposible para muchos niños», la mayoría de los cuales llega a morirse de desnutrición.
Precisamente para salvar esas vidas surgió el proyecto de las casas de curación de fisuras en las que la fundación empeña sus esfuerzos. Se trata de crear hogares donde se puedan atender de forma exclusiva a estos niños en un entorno más hogareño que los orfanatos oficiales. Ya han operado a 52 menores. El éxito del programa les ha merecido el aval del Gobierno chino, con quien trabajan de forma oficial. La fundación tiene firmados protocolos de colaboración con los hospitales locales, además de dar empleo a profesionales médicos y de la enfermería en las casas de curación.
Fuente: Diario Vasco
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