La seguridad psicológica

Lo que queremos para los hijos es todo lo positivo de la vida: la confianza interna, el sentimiento de tener objetivos y compromisos, las relaciones significativas y constructivas para los demás, el éxito en le estudio y en el trabajo. Por encima de todo, la felicidad.

La seguridad psicológica está constituida por seis elementos:

1- La seguridad que brinda la confianza.

Todo niño necesita poseer la segura convicción de que puede creer en lo que sus padres dicen, y de que puede depender de ellos en cuanto a que le brindarán ayuda amistosa para la solución de sus necesidades físicas y emocionales. El respeto apacible por su forma de ser y la serena amistad que se le brinda desarrollan la confianza en el niño.

La serenidad de las madres es un aporte para la seguridad del niño. Algunos progenitores son manojos de nervios andantes y sus hijos lo sienten. Las tensiones entre los padres, verbalizadas o no, y aquellas otras tensiones que nacen de la intranquilidad emocional son rápidamente captadas por los niños. Se les debe solucionar para que los niños se sientan seguros.

La confianza se construye de diversas maneras. Haga saber a su hijo cuándo y a dónde irá usted, y cuándo ha de regresar. Evite las sorpresas súbitas y desagradables. Cuando sus hijos deban visitar a dentista  o al médico, ayúdelos mediante la exposición franca de lo que deben esperar en sus visitas. Prepárelos de antemano para la guardería y el colegio. No les prometa lo que no pueda cumplir. Estas son apenas unas pocas recomendaciones útiles para crear un clima de seguridad.

2- La seguridad del no enjuiciamiento

El juicio negativo nos transforma en espejos negativos para los niños. Por otra parte causan estragos en el autorrespeto y en la seguridad. Disminuyen, avergüenzan y castigan, hace que los niños se sientan no amados. En cambio, el compartir apropiadas reacciones ante la conducta no disminuye el autorrespeto, ni va en desmedro de la seguridad, ni deteriora el amor.

En resguardo de la seguridad, el niño necesita conocer  nuestras reacciones reales, con el fin de mantener su conducta dentro de  ciertos límites. Pero debemos ahorrarles nuestros epítetos acerca de su  persona. La evaluación personal constituye siempre una amenaza.

Comentarios como ¡eres imposible! ¡eres un vago! ¡eres desconsiderado!… arrojan culpas contra uno, en cambio los comentarios ¡no  puedo tolerar este alboroto! ¡estoy preocupado por tus notas! ¡no quiere andar  detrás de ti recogiendo tus cosas!, nos dan a conocer los sentimientos de  nuestros padres sin que nos sintamos atacados.

Para evitar los juicios, hable a su hijo de lo que  pasa dentro de usted, pero si emplear rótulos. El secreto de la seguridad  psicológica consiste en reaccionar, pero sin omitir juicios.

Así, un niño que no es enjuiciado dirá:”soy digno de que me quieran, aun cuando no todo mi comportamiento es aceptable”. Todo niño saludable ve a su persona como cosa separada de sus actos. Para desarrollar una  autoestima elevada, es necesario poseer un sentido de valor personal que sea  independiente de la propia conducta. La forma en que hablamos con los niños  influye sobre el hecho de que ellos establezcan la vital distinción entre la  conducta y la persona.

Los juicios son cortinas de humo que impiden el paso del amor.

3- La seguridad de sentirse apreciado

El trato respetuoso es la manifestación de aprecio.

Son varios los factores que impiden que los niños sientan el aprecio que les tenemos, a saber: el trato irrespetuoso, el tomar lo que hay de especial en él como cosa descontada, el concentrarse en los fallos más que en los aciertos, el rechazar en ellos lo que rechazamos en nosotros, “los juicios del tu”, y el confundir la persona con el comportamiento.

Las realizaciones exitosas crean el sentimiento del propio valor, el ser respetado como persona nutre el sentimiento de ser amado.

4-La seguridad de ser “dueños” de nuestros sentimientos

El respeto por los sentimientos del niño forma parte  de su integridad. Las emociones surgen espontáneamente y son parte integrante del yo privado de la persona.

Cuando dictamos los sentimientos que el niño debiera alentar, le pedimos, literalmente que renuncie a la propiedad de sus experiencias personales internas.

La fuerza con que cada uno de nosotros presiona sobre  los niños para que ellos desarrollen sentimientos similares a los nuestros es un índice inverso de nuestra capacidad para verlos como individuos separados y tolerar las diferencias entre ellos y nosotros. Si no somos capaces de aceptar los sentimientos del niño, él también aprenderá a rechazarlos.

El admitir la propiedad del niño sobres sus sentimientos y reacciones personales tiene grandes efectos sobre su autoestima.  Ello es lo que le permite decirse: “Está bien que yo sea yo”. Mis experiencias internas son legítimas, aunque difieran de la de mis padres.

El niño que posee esta convicción no se oculta en la falsedad, ni trata de imponer sus percepciones a los demás. En consecuencia, se  lleva mejor con la gente.

Cuando alguien tiene problemas para aceptar las diferencias de los demás, esto puede ser un índice de que su autoestima es baja. El individuo que carece de un sentido fuerte de valor personal se siente amenazado por las diferencias, particularmente en familia. Anhela que los demás convaliden los diversos puntos de vista que sostiene, para poder creer en él mismo en tales puntos de vista.

Necesita apoyo externo para reafirmar su imagen de sí mismo. Y cuando no lo logra se siente ansioso, rechazado o no querido.

5- La seguridad de la empatía

La empatía consiste en que nos comprendan desde nuestro punto de vista. Consiste en oír con el corazón, y no con el cerebro. Cuando la respuesta empática se da en tonos fríos y objetivos, el niño no se siente comprendido. Ej. Una niña se asusta ante un ruido de avión muy fuerte. Respuesta típica: “Querida, es nada más que el ruido de un avión a chorro. No debieras asustarte. Respuesta empática: ¡Oh, oh! dice la madre, mientras abraza a su hija. ¡Qué ruido tan terrible! ¡Da miedo, realmente!

La verdadera empatía es un matrimonio entre la actitud y la capacidad. La capacidad es la que se necesita para penetrar con comprensión en el mundo de otra persona. El progenitor con paz interior encuentra más fácilmente la entrada al mundo de su hijo que el que se siente dominado por conflictos intensos.

Nuestra empatía ayuda a nuestros hijos a sentirse como comunicadores eficientes. Les enseña que pueden llegar hasta las personas  importantes que les rodean. Además, el éxito en la comunicación es importante para el autorrespeto. La empatía es crucial para mantener abiertas las vías de comunicación. Los niños dejan de hablar cuando se sienten constantemente mal entendidos.

Uno de los rasgos característicos de los hogares de los niños con alta autoestima es la gran medida de conversación libre y espontánea que se observa en ellos. Estos niños se sienten seguros  de expresar sentimientos y opiniones.

La comprensión es el lenguaje del amor.

6- La seguridad de tener crecimiento exclusivo.

El crecimiento no es una progresión firme hacia delante y hacia arriba. Es, en cambio un camino intrincado: tres pasos adelante, dos atrás. Este esquema zigzagueante es desagradecido en el sentido de que nos preocuparíamos menos si cada día nos diese una nueva muestra de progreso.

El crecimiento se realiza mediante saltos hacia lo nuevo y regresiones hacia lo viejo. Es movimiento de expansión y contracción. Según Maslow, toleramos dos atracciones opuestas. Una es la seguridad de lo conocido y la otra el atractivo de los nuevo. Cada paso del recimiento exige que el niño deje atrás lo que le es familiar. Crecer es renunciar a lo viejo. De las dos presiones – seguridad y crecimiento- tiene prioridad la primera. Sin ella, los niños abandonan la búsqueda. Los niños necesitan primero la seguridad y así avanzan hacia lo desconocido.

Lo que debemos hacer para ayudar al crecimiento es presentar al niño experiencias nuevas y atractivas toda vez que él perezca preparado para enfrentarlas. Pero, al mismo tiempo, respetamos sus preferencias cada vez que vacile o retroceda. Cuando se pretende forzar el crecimiento, sólo se consigue hacer que el niño se aferre con más fuerza a lo viejo. Quien no respeta las preferencias y las regresiones demuestra falta de fe en la capacidad de crecimiento y en la individualidad del niño. Quien, en cambio, respeta la pauta de crecimiento y la necesidad de seguridad del niño, da pruebas concretas de su amor.

Fuente: CEIP Tomás Albert. Blog psicopedagógico

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