Agegnehu canta ‘Pintxo, pintxo’

Hemos encontrado en el diario Noticias de Navarra, esta preciosa historia personal sobre una adopción en Etiopía. Preciosa familia y precioso su relato!

AGEGNEHU se tira con una bici sin pedales por los jardines de Mendillorri. Domina el equilibrio y se lanza como una bala con sus dos ojos de canicas negras, lanzados como flechas que se adelantan a su propio cuerpo, por los caminos en cuesta. De vez en cuando aparece por donde está su familia conversando, carga las pilas tomando un trago de coca cola y hace cuatro carantoñas con una mirada inteligente, desafiante, con ganas de vivir mil aventuras…

Agegnehu tiene tres años y medio, llegó con tres a Navarra, los mismos que esperaron Rosa y Martín en su «embarazo de elefante». Se decidieron por Etiopía porque el plazo era mucho más corto y el coste de toda la tramitación resultaba más económico (al final han sido unos 15.000 euros entre viajes y papeleo). «No nos importaba el color de la piel, estábamos abiertos a todos los países y culturas, sabíamos que en Etiopía sufrían el problema de la pobreza y el hambre, pero no arrastraban otras maletas como ocurre con otros países donde los niños han vivido guerras o maltrato», señala Rosa. Su pareja, Martín, nació en Buenos Aires aunque sus padres fueron emigrantes navarros. Vino en 1994 y hace siete años que conoció a Rosa, que tiene una hija de 14 años de su anterior relación. Rosa y Martín decidieron tener nueva familia y finalmente se animaron a adoptar.

Contactaron con la agencia Balbalika como mediadores, eligieron un niño de dos a cinco años y les asignaron uno de cinco niños. La sorpresa fue al llegar al país cuando descubrieron que su hijo era más pequeño de lo esperado. La forma de determinar la edad en un país donde los menores no se inscriben en una partida de nacimiento es mediante ficha dental con la salvedad de que Agegnehu apenas tenía dientes… «Nos asignaron al niño y nos llamaron con diez de plazo para organizarlo todo, fue toda una aventura, un viaje muy emotivo hasta el mismísimo Cuerno de África», recuerdan. Su niño era el mayor del grupo cuando regresaron en el avión con familias de otras comunidades. Salió de una orfanato gestionado por la ECAI Balbalika que se encarga de captar a los niños que son adoptables provenientes de orfanatos estatales o de familias que los abandonan, por ejemplo, «en las iglesias». Fue su abuela quien lo llevó al orfanato porque su familia no podía atenderlo. La abuela tenía 42 años aunque su apariencia era la de una anciana en un país donde la media de vida son 47 años. La experiencia en el orfanato fue dura, había niños de todas las edades y «todos querían que los lleváramos de allí, se iban quedando los mayores… Era muy frustrante».

Nada más salir del centro fueron a comprar galletas a un supermercado y aquellas expresivas caras de felicidad de su hijo no las olvidarán fácilmente. En el orfanato comían una vez al día masa de tif (cereal) con carne…». Te da la sensación de que la vida en estos países vale muy poco, y aunque la Policía no va armada ni se ve violencia, para ellos los blancos somos dinero andante y tienen hambre….», resalta Martín.

la experiencia en la bañera La tramitación fue larga y prolífica, toda una odisea. Tuvieron que recurrir a la embajada española en Etiopía, esperar a que se resolviera la sentencia judicial en la que la familia renunciaba a su custodia y esperar un nuevo juicio para su entrega… Pasaron 20 días hasta que salieron con el niño, la mitad de los cuales los pasaron los tres juntos en el hotel. «Todo le alucinaba, el sifón de la ducha, el botón del retrete, el enchufe de la luz… Lo metimos en la bañera y estaba tan desconcertado que entramos con él; y no sabemos cuánto tiempo llevaba sin bañar…». Quizá el mayor problema ha sido al llegar aquí. «Al tener familia biológica no lo han inscrito en el Registro Civil al hacer una interpretación sui géneris de la ley foral de adopción. Ahora estamos esperando a que salga una resolución del juzgado de Familia, lo gestionan desde Servicios Sociales pero se está demorando», remarcan.

Agegnehu estudia 1º de Infantil en el colegio Ermitaberri en euskera y canta el Pintxo Pintxo (Txirri), además de dominar el castellano. «Lucía, su hermana, también estudiaba en euskera y como era muy listo no tuvo problemas en adaptarse. Es competitivo y orgulloso, a mí me utiliza de bastón, de guardaespaldas…», se ríe Rosa. ¿Problemas?: Ninguno, responden. «El niño ha puesto un punto y aparte. Si alguien le pregunta si quisiera volver a Etiopía, él dice que sí, pero en avión o bici, con papá, mamá, Lucía, Coco y Ainara (los perros) para enseñarle la bici a Ermes, un amigo que fue devuelto al orfanato, y que quiere que se venga con él a Navarra».

«El niño está bien, quizás nosotros sufrimos más. En la villavesa, una vez nos preguntaron de quién era ese niño, yo dije que mi hijo y que nació en África, y él puntualizó que en Etiopía», explica Rosa. «Es un niño autosuficiente; han pasado sólos mucho tiempo. A la vez te quiere contentar en todo, quiere gustar…», coinciden. Y, además, es muy alegre. Hace poco estuvieron en una fiesta camerunense en Burlada y le salió el rítmo, el que lleva de serie por tener sangre africana. «Daba gusto verle bailar». Este verano toca vacaciones en la playa de Laredo. Aprenderá a nadar y a bucear, sin miedo o, apenas para su edad.

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