Al paso de algunos Diagnósticos / Etiquetas

Interesante artículo de la Lda. Beatriz Salzberg, Directora del Área Psicosocial de la ECAI Creixer Junts, sobre las etiquetas médicas que se pueden poner a los niños adoptados.

No nos cansaremos de reiterar a nuestras familias que estamos pasando por una epidemia de diagnósticos que consideramos inadecuados para dar cuenta de las dificultades que presentan los niños adoptados durante el proceso de adaptación e integración familiar. Por otra parte, dichos a veces a la ligera y sin tener en cuenta el contexto de estos niños resultan iatrogénicos, asustan a los padres, se los cuelgan como etiquetas difíciles de sacar y no sirven para mejorar ningún conflicto que los pequeños presenten.


Me refiero al ya trillado:

“Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad”
“Síndrome del niño adoptado”

Parece increíble que se tenga tan poco en cuenta la situación personal actual y la historia de vida de cada niño. Tradicionalmente el síntoma fue considerado un indicativo de que a ese niño le ocurría algo que no se entendía, que se estaba expresando de esa manera indirecta y que remitía a unas causas que había que investigar. Se observaba y analizaba a ese niño en particular y en el marco singular de su historia se encontraban las claves de su malestar.

El síntoma se constituye como un mensaje oculto que se manifiesta bajo una forma disfrazada y que encuentra su sentido en las causas particulares de ese niño: falta de comunicación entre el niño y sus padres, secretos de la historia que la familia no ha desvelado o situaciones traumáticas vividas por el niño. Es decir que lo importante de un síntoma tiene que ver, no con su supresión sino con su entendimiento y una vez entendido su sentido, puede relacionarse con las causas que lo han producido. Siempre se ha diferenciado el síntoma de las causas entendiendo que no hablamos de una relación causal mecánica (causa-efecto) sino de una sobredeterminación de factores en juego. Es decir que si el niño moja la cama a una edad en que ya no debería hacerlo, por ej. 7 años, no se debe a que el día anterior lo hayan reñido. Eso solo no basta. Pasaron muchas cosas que se fueron sedimentando para que finalmente haya aparecido el síntoma. Todo síntoma tiene una historia detrás.

El «Trastorno por déficit de Atención con o sin Hiperactividad” en cambio, se aplica hoy día a todos los niños, juntando características bastante generales en la infancia, sin diferenciar el porqué que siempre ha sido importante en el avance en la comprensión de los síntomas psicopatológicos y sin considerar al niño en cuestión en particular. Indicaremos algunas de sus manifestaciones:

Intolerancia a las frustraciones
Incapacidad de espera
Irritabilidad
Inquietud y necesidad de movimiento constante, que es una de las manifestaciones de la ansiedad. Es el niño que “no para”, siempre tiene energía para seguir en movimiento
Impulsividad
Déficit de Atención
No espera su turno y siempre quiere ser el primero.
Contesta rápido, sin pensar.

Los defensores de este diagnóstico consideran que su causa es neurobiológica, compleja e insuficientemente conocida aún. Lo consideran fundamentalmente una alteración que nace en especial en el córtex pre-frontal y que por tanto condiciona la regulación de la vigilia, sueño, atención, actividad y por supuesto la causa de ese modo de funcionamiento infantil.

Como puede verse se ha desplazado el eje desde la singularidad de cada niño, cada historia, que es en definitiva la marca específica de cada vida, hacia lo biológico, como si fuera un sustrato único e igual para todo el mundo.

No dejo de pensar que este diagnóstico está hecho a la medida de los laboratorios médicos. Con él no sólo se diagnostica, sino que se encierra a un niño cautivo de la “pócima milagrosa” (y del laboratorio que la produce) porque desde pequeño se le prescribe medicación para “superar” la inmadurez y el trastorno.

Los indicios tampoco son específicos de un cuadro psicopatológico, porque ¿cuántos niños toleran esperar turno, saben escuchar, están tranquilos, aguantan las frustraciones? Muchas de estas características son las de todo niño pequeño, en especial agudizadas en el caso de los niños adoptados por todos los cambios radicales que se han producido en su vida.

Tampoco existe, por las mismas razones un “Síndrome del niño adoptado” dado que cada niño sólo tiene una historia propia y única que condiciona su modo peculiar de estar en el mundo, en la familia y en su subjetividad.

Los niños que han entrado en familia por adopción han conocido el vocabulario del dolor: abandono, soledad, orfanato, etc. Si bien con el encuentro con los padres comienzan a sentirse queridos, elegidos, valorados, sus heridas no se sanan mágicamente. Al principio están muy inquietos, desconcertados y no entienden el no como un límite, sino como una amenaza de abandono. Tienen que aprender a diferenciar el no del “no te quiero”

Es también frecuente que al inicio de la convivencia el niño evite la mirada, no sonría ni dé besos. No debe creerse por ello que es autista. Sólo es un niño asustado que no sabe cómo funcionar en su nueva familia, medio, país e idioma que desconoce, raro y extraño.

El aún no se siente hijo para siempre. Cuando entra en familia es sólo un niño que sueña con encontrar padres. El tiempo dirá si los ha encontrado. Sus padres al inicio sólo son sólo una promesa… la apuesta es no defraudarlo.

Fuente: Blog de Creixer Junts

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