Ser o no ser adoptada: ¿qué es peor?

Artículo publicado en Mujer Hoy hace varios años, sobre un tema complejo.

Dos hermanas nos muestran las dos caras de la moneda: la que vive en Europa culpa a sus padres adoptivos de quitarle sus raíces, la que se quedó en Chile, envidia su suerte.

• BÁRBARA MONESTIER: «Me arrancaron de mi vida para llenar un vacío»

Bárbara Monestier nació en Chile y fue adoptada con cuatro años por una familia de clase alta francesa. “Agradece. Tienes suerte de haber sido adoptada” es el libro, publicado en Francia, donde explica su experiencia. “Es hipócrita ir al otro lado del mundo para “salvar” a un niño, cuando, en realidad, te quieres salvar a ti mismo”.

Bárbara rechazó a sus nuevos padres y a los 20 años intentó suicidarse. Estuvo ingresada por voluntad propia en un centro psiquiátrico y, al salir, viajó a Chile en busca de su madre biológica.

“No tengo que agradecer nada. Me arrancaron de mi vida y me sentí sola, asustada, sin identidad, en un país donde nadie hablaba mi lengua”. Echaba de menos a su hermana, y le trajeron otra de Brasil, también adoptada: “Al principio ella era un bebé y me encantaba, pero después me volví a sentir abandonada».

En el libro, su madre es descrita como una mujer de negocios bella, elegante y de emociones reprimidas. “Al principio no quería leer el libro y estaba muy enfadada, pero me ha ido comprendiendo”. En Santiago conoció a su madre biológica, que la abandonó por motivos económicos: “Cuando entró a la oficina y la vi, no podía parar de reír, de puro nervio. Conversamos solas y me pidió perdón. Yo contesté: “Gracias por no haberme eliminado; eso es todo, para el abandono no hay perdón”. Conocerla me dio una certeza: a pesar de todo, mi verdadera familia está en Francia”.

• PATRICIA REYES: «Si hubiera estado en su lugar, no habría sufrido tanto»

«Ojalá alguien me hubiera adoptado a mí cuando era pequeña, porque no habría sufrido tanto», dice con voz llorosa Patricia Reyes, la hermana biológica de Bárbara Monestier. Juntas pasaron sus primeros años en un hogar infantil, hasta que en 1983 un matrimonio francés eligió a Bárbara –dos años menor– como hija.

Patricia deambuló por varias familias de acogida, pero sólo encontró abusos y malos tratos. “Miro la foto de Bárbara y veo que nos parecemos, pero juro que no me acuerdo de mi infancia…, nada».

Con 27 años, le emociona saber que su hermana ha estudiado y tiene un una buena vida en Francia: «En cambio yo estoy sola, con dos hijos, sin nadie que me quiera. He sufrido tanto. No sé por qué mi mamá fue tan mala conmigo».

En su libro, Bárbara cuenta que no fue feliz en Francia y se intentó suicidar a los 20 años. “Si se hubiera quedado en Chile, habría tenido que dormir en la calle y vivir humillaciones. Yo también me traté de matar varias veces…”.

Patricia conoció a su hermana hace cinco años, cuando Bárbara inició la búsqueda de su madre biológica. “Mi mamá no me dejó contarle mi vida. Nos dimos los teléfonos, pero yo me cambié de casa y perdimos el contacto. Me gustaría verla, abrazarla, porque a pesar de que nos separaron tan niñas, ella se acordaba de mí”. Patricia no dejó de llorar durante la entrevista y prefirió no fotografiarse.

«Pregunten a los niños si quieren ser adoptados. Yo lo hubiera preferido, mi hermana dice que no…(suspira), no sé, siempre va a quedar la duda de qué fue mejor».

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