La edad del pavo

En muchas ocasiones nos parece que los padres y sus hijos adolescentes hablan idiomas diferentes. La llamada edad del pavo supone la irrupción de una nueva etapa en la vida de nuestros hijos que anuncia el fin de la infancia y la llegada de la adolescencia. La relación con nuestros hijos ya no será tan plácida y sencilla como lo había sido hasta ahora.

1. Cambios en los hijos

Alrededor de los 12 ó 13 años de edad las niñas y niños empiezan a tener actitudes que nos empiezan a anunciar la llegada de la adolescencia. Estados eufóricos con risitas histéricas y comportamientos estentóreo se contraponen a otros momentos de languidez y desgana, sin razones aparentes que justifiquen estos cambios que han dado origen a la denominada «edad del pavo».

Entre los doce y los dieciséis años se producen transformaciones fundamentales en todas las facetas del ser humano: física, psicológica y social. Como en otros muchos aspectos de la vida, los cambios bruscos son difíciles de asimilar y suelen producir crisis que afectan al carácter y al comportamiento de la persona.

Los que hasta hace pocos días eran niños o niñas se ven con un aspecto diferente, con un cuerpo extraño que van descubriendo poco a poco y al que se deben acostumbrar.

Aparece el vello corporal, el cambio de la voz, la menstruación y el aumento de los senos en las chicas. En ocasiones les cuesta aceptar su nuevo aspecto y empiezan a preocuparse por la imagen que tienen ante los demás.

Desde el punto de vista social también se producen cambios drásticos, cambia la manera de ver y relacionarse con las personas del otro sexo, adquiere una gran importancia el concepto de grupo o pandilla al mismo tiempo que pierden peso los padres y la familia en general. Los amigos adquieren otra dimensión, ya que son las personas que comparten con ellos los mismos problemas y las mismas inquietudes.

Cambia también la forma de relacionarse con los adultos, que ya no los ven como niños, y a los chicos les cuesta saber la actitud que deben tomar en muchas ocasiones respecto a los adultos, sobre todo con los que tiene menos confianza.

Aunque se muestran rebeldes con respecto al mundo adulto y les gusta diferenciarse de ellos, no ocurre lo mismo con respecto a los chicos de su misma edad y cumplen a rajatabla los criterios de las modas, tanto las socialmente más extendidas como otras que indican la pertenencia a algún grupo determinado.

Como no podía ser de otra manera, todos estos cambios les afectan anímica y psicológicamente. Comienzan las dudas sobre cuestiones que hasta ahora habían parecido claras, creencias religiosas, escalas de valores, etc. y en general se muestran inestables y poco seguros de sí mismos.

2. La relación con los padres

Como ya hemos referido anteriormente, una de las características de esta época es la sustitución de la influencia de los padres por la del grupo de amigos. El adolescente plantea una ruptura con sus padres como una conquista de su propia autonomía.

También empiezan a redefinirse en su relación con los hermanos y demás familiares. Estas actitudes producen en los padres un gran sentimiento de perplejidad, sus hijos, dóciles y amigables hasta hace poco tiempo se convierten de pronto en unos personajes huidizos, huraños e inestables, con comportamientos que nos parecen absurdos o inaceptables. De la noche a la mañana nuestros hijos se han convertido en unos extraños.

3. Cuál debe ser la actitud de los padres

Los adolescentes y preadolescentes se enfrentan a fuertes presiones sociales, la influencia de amigos y compañeros de colegio es muy fuerte y por ello es una época en la que muchos chicos empiezan a tener relación con las drogas y el alcohol.

Por otro lado, las materias escolares se hacen cada vez más complicadas, a la vez que su mente está más dispersa y su motivación por los estudios se ve afectada por otros intereses.

Es por ello una época en la que se producen muchos cambios en el rendimiento escolar, normalmente en un sentido negativo.

Por todo ello es muy importante conseguir crear un círculo de confianza con nuestros hijos, conocer cuáles son sus sentimientos e inquietudes y establecer una comunicación fluida con ellos, de otra manera establecerán una barrera con nosotros e impedirán que conozcamos muchas cosas sobre su vida y que en caso de problemas podamos actuar a tiempo.

Por otro lado, los padres debemos comprender que nuestros hijos están atravesando una etapa de cambios y que necesitan un mayor grado de autonomía para la formación de su personalidad. Pensemos que el choque generacional que se produce es complicado para los padres, pero lo es más aún para nuestros hijos.

Si tenemos con nuestros hijos una actitud abierta y comunicativa, siendo firmes en las cosas que consideremos fundamentales, pero haciendo concesiones en otras más superfluas, podremos seguir manteniendo una relación satisfactoria con ellos.

Fuente: Puleva Salud

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