Hace una década, los coruñeses Joaquín Prieto y Ana Seijo decidieron abrir las puertas de su casa y su corazón a niños saharahuis. Desde entonces, cuatro pequeños han pasado los meses de verano junto a este matrimonio de Sada. El último, Bakay, de 9 años, llegó hace poco más de un día pero ya se muestra encantado. «Cuando vienen por primera vez, al principio se muestran un poco cohibidos, sobre todo porque están cansados del viaje y porque la mayoría no habla español», reconoce Joaquín, quien asegura, no obstante, que el proceso de adaptación es «cuestión de días» y que, en poco tiempo, los niños saharauis están integrados en la vida diaria de las familias sin ningún problema.
«Lo que más les suele gustar es la playa, se quedan alucinados al ver el agua», apunta este coruñés, quien subraya que «saber que estás haciendo algo por los demás es sumamente gratificante». «Estos niños nos dan incluso más de lo que ellos mismos reciben», destaca.
La relación con la familia de origen no se limita solo al periodo de acogida. A lo largo del año, los padres coruñeses reciben noticias de los niños e incluso algunos acuden a visitarlos. Es el caso de Ana. Ella viajó al Sáhara en dos ocasiones y, según comenta su marido, el trato fue «inmejorable».
También Solidariedade Galega co Pobo Saharaui realiza su propio seguimiento de los niños a través de comisiones sanitarias que viajan periódicamente a los poblados saharauis para controlar la evolución de los niños o caravanas solidarias que les hacen llegar alimentos y útiles básicos, que se incluyen dentro del programa Vacaciones en Paz.
Fuente: La Opinión Coruña