¿Puedo adoptar a un niño haitiano?

La pregunta se repite una y otra vez en toda la web. Una rápida búsqueda en Internet sobre la situación de los niños en Haití arroja resultados inquietantes. Millones de sitios, blogs y páginas indican cómo adoptar menores como si la solución del problema estuviera en desarraigar a los haitianos de su tierra.

La incógnita se multiplicó después del terremoto cuando la ayuda humanitaria internacional desembarcó en la nación caribeña. En medio del caos, muchos brindaron su asistencia desinteresada, otros —en cambio— aprovecharon la cobertura para enriquecerse.

Antes del siniestro, se calculaba que existían alrededor de 380 mil huérfanos en el país. De acuerdo con cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 3,8 millones de infantes se encontraban en el 2009 en una situación de extrema vulnerabilidad y, luego de enero del 2010, un millón de niños pasaron a engrosar las filas de la orfandad. El desastre exacerbó la desprotección y abrió la puerta a las adopciones ilegales y la trata de personas.

Aun cuando la Ley sobre Adopción Internacional impide que se puedan tramitar solicitudes de adopción en caso de conflicto bélico o de catástrofe natural, y las adopciones en Haití estaban suspendidas desde el año 2007 debido a la falta de garantías jurídicas, muchos gobiernos dieron luz verde y aceleraron las que estaban en proceso.

Estados Unidos, Francia, Holanda y Luxemburgo encabezaron la lista de países que trasladaron a decenas de pequeños. El gobierno de Barack Obama, por ejemplo, permitió que los niños haitianos cuya adopción estaba en trámite viajaran de urgencia, incluso cuando faltaban documentos y pudieran inmigrar por razones humanitarias. El primer grupo de huérfanos haitianos llegó a Estados Unidos tan solo a los diez días del sismo.

La aceleración de las adopciones, en medio de la catástrofe y sin que se cumplieran los requisitos internacionales, puso en riesgo los derechos de los niños, además de dar espacio a actos ilegales. A la postre, se registraron casos de robo, secuestro de menores y abandono, una vez trasladados a otros países. Las redes de tráfico existían previamente en Haití y se acentuaron con la situación.

A finales de enero del 2010, UNICEF ya había denunciado el robo de 15 niños en hospitales de Puerto Príncipe. Ninguno era huérfano. La entidad internacional, el Comité de la ONU para los Derechos del Niño y organizaciones no gubernamentales como Save the Children manifestaron su preocupación por los miles de infantes separados de sus familias.

La organización reclamó «medidas eficaces para proteger a los niños contra todas las formas de violencia y explotación, incluida la violencia sexual y los secuestros bajo cobertura de adopción»; al mismo tiempo congeló la adopción internacional y puso en marcha mecanismos de alerta.

La prioridad, entonces, se enfocó en el rastreo de las familias y la reintegración de los niños con sus padres, familia extendida, o amigos de la familia dispuestos a asumir el cuidado. Por otro lado, la adopción o acogimiento de niños por extranjeros requiere de un acuerdo internacional entre los gobiernos participantes.

En cuanto al actual destino de los infantes, el presidente haitiano Michel Martelly se ha propuesto impulsar la educación en todos los niveles. En octubre pasado cuatro millones comenzaron el año escolar —según las autoridades—, incluidos 712 mil niños que empezaron a beneficiarse con la escolarización gratuita. El Gobierno, además, lanzó un programa contra la pobreza extrema a través del cual busca garantizar la educación de niños de escasos recursos y aliviar la carga financiera de las familias que viven en zonas vulnerables.

El primer ministro Laurent Lamothe y la primera dama Sofía Martelly iniciaron el programa Ti manman cheri (querida mamita), cuyos principales objetivos son mejorar el rendimiento y la asistencia escolar, influir positivamente en la calidad de las escuelas e impulsar la autonomía de las mujeres. El programa, que beneficia a niños de nivel primario de unas 200 escuelas, se financia con fondos de Petrocaribe.

A la pregunta que da título a este trabajo le falta la respuesta que no aparece en ningún sitio web: el apoyo que necesita Haití no es la adopción de sus pequeños. Los niños pobres no son una mercancía que necesita ser adoptada. Es tarea del Estado y sus familias ampararlos y protegerlos para que puedan desarrollarse normalmente en su medio. El país precisa una ayuda que respete su autonomía.

PEQUEÑA CRÓNICA POR UN GUIÑO

Todo comenzó con una sonrisa. Estaba sentada en el rellano de una escalera y sin darme cuenta tenía delante a una pequeña que me miraba insistentemente. Le regalé una risita tímida y fue suficiente para que se acercara. «Bèl cheve», me dijo e inmediatamente se puso a jugar con mi pelo. No alcanzaba los cuatro años de edad pero parecía la versión simplificada de una señorita con los pies descalzos.

Deduje que no vivía muy lejos y en efecto, casi al instante, llegaron tres más en busca de su compañera de juegos. En pocos segundos estaba rodeada de niñas que sonreían, cantaban y retozaban con mi pelo. Me amarraron cintas de colores, me mostraron sus muñecas, me asaltaron a preguntas y yo, con lo poco que entendía, pude contestarles algo. Me resigné a mostrarles la cámara fotográfica y a tirarles fotos.

No pasaron más de cinco minutos y el grito de reclamo de una madre nos devolvió del embeleso. Las niñas regresaron corriendo alegremente a las manos extendidas. Me miraron por última vez y se despidieron con una sonrisa.

No pude ni siquiera imaginar a las pequeñas con una madre, en otro país y hablando otro idioma. El futuro es incierto para todos, pero no hay nada como volver con mamá, me dije.

Fuente: Granma Cuba

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