Siete décadas conformando familias

Historia de un orfanato de Bogotá.

“Hace 70 años adoptar era un tabú y a los niños los dejaban tirados en la puerta de esta casa. La fundadora, María López de Escobar, tuvo que enfrentarse a muchas críticas por querer hacerse cargo de niños que no eran suyos. Ahora ellos y sus papás adoptivos se sienten orgullosos de tener una familia a través de nosotros, de una casa donde niños y madres reciben atención personalizada durante todo el proceso de adopción”.

Así describe Bárbara Escobar, hija de la fundadora y directora de la Casa de la Madre y el Niño, los inicios de la primera casa de adopción del país, que este año celebra siete décadas de trabajo voluntario encaminado a la búsqueda de padres para niños que no han tenido la oportunidad de nacer o crecer en una familia.

El 23 de noviembre de 1942, María López de Escobar inauguró el lugar que se convertiría en el hogar de muchos niños desprotegidos. La idea de atenderlos se le ocurrió luego de ver cómo los pequeños indeseados eran abandonados por sus madres en la entrada de algún convento o de la Beneficencia del Hospital San José de Bogotá, donde ella era voluntaria. “Se dio cuenta de que sin los cuidados necesarios esos niños no tendrían un buen futuro, ni la posibilidad de crecer en una familia. En un país con tantas necesidades, el futuro de estos niños era incierto”.

Desde el principio, la casa se estableció como una organización sin ánimo de lucro que invitaba a mujeres a trabajar voluntariamente en el cuidado de los niños. Siete décadas más tarde ha permitido que 8.350 niños, entre los 0 y los 12 años, encuentren familias que los quieran como hijos.

Las acciones de beneficencia lideradas por la casa llevaron a que en 1978 el presidente de la República, Alfonso López Michelsen, inaugurara la Casa de la Madre Soltera o Mujer Gestante, que hasta el momento ha atendido a cerca de 2.500 madres y ha hecho las veces de vínculo para que ellas se capaciten en las leyes y normas que protegen a los niños y a la mujer gestante.

En comparación con las precarias instalaciones con las que comenzaron labores y la falta de conocimientos en los procesos de adopción para esa época (pues la casa incluso comenzó a funcionar primero que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar), hoy la institución se ha convertido en un modelo de atención a la infancia desprotegida. “Tenemos 74 niños que están al cuidado de 54 personas voluntarias que trabajan para garantizarles felicidad. Los niños tienen la mejor atención pediátrica, van al kínder y al colegio y reciben atención psicológica. Somos una familia que ha dedicado la vida al cuidado de la niñez”.

Fuente: El Espectador

 

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