¿Por qué queremos adoptar?

Artículo de la revista Niños de Hoy, escrito por Ignacio del Río Ordoñez.

Para nosotros la adopción ha supuesto un cambio de vida y una carrera de resistencia en todos los sentidos, sobre todo en el plano emocional. En pleno 2012, tenemos la sensación de que llegamos tarde a las paradas de este proceso. Cuando llegamos a los diferentes sitios siempre escuchamos “Hace unos años todo era más sencillo”. Una y otra vez… nos la repiten y parece que se ha convertido en el lema de nuestra vida: En adopción “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Porque, según dicen, antes había más niños adoptables.

Nuestra idea de adoptar no nació al mismo ritmo. Mi mujer desde pequeña ya soñaba con sus hijos. Y, por supuesto, alguno de ellos era adoptado. Lo tenía claro. Mi ritmo fue diferente. No me planteé la idea de tener una familia hasta pasados los 30 años.

En 2001, en cuanto tuvimos un hogar estable, nació nuestra hija Marta. Un año después, mi mujer comenzó a hablar de la adopción. Con una vida cargada de actividad y trabajo, no me planteaba nada más que mantener nuestros trabajos o poder pagar la hipoteca. En 2007, a través de Infancia Solidaria, una Fundación de Ayuda a la Infancia, nos enteramos de la existencia de un programa de acogidas de niños africanos. Al contactar con ellos, nos dijeron que ya tenían familias suficientes para agoger a los niños que vendrían de Ghana a pasar dos o tres meses en España.

Fue la primera vez que escuchamos la frase: “Habéis llegado tarde”. Nos pusieron como familia en reserva. Un día, la Fundación nos llamó y nos seleccionó para ser la familia de acogida de una niña de nueve años llamada Ami. Cuando vimos el correo de confirmación, con algunos datos personales y una foto, nos llenamos de emoción.

Los términos del acogimiento de Ami, requerían nuestro compromiso de no adopción. Esta circunstancia, en principio, no supuso ningún problema para mi, porque en mi mente –y en mi corazón- solo estaba la “ilusa pretensión” de ayudar a esta niña africana en su parte afectiva y escolar.

Antes de que Ami llegara a nuestra casa estábamos superilusionados con todos los preparativos para que ella se sintiese bien: la inscribimos junto a nuestra hija Marta en un campamento inglés – el inglés es el segundo idioma en Ghana – para que en tiempo record pudiera mejorar este idioma”tan necesario en este mundo”. Muy emocionados le preparamos un programa de actividades al aire libre, natación, juegos infantiles y un largo etc.

¿Qué ocurrió? Ami llegó a nuestro hogar de un orfanato en lo que los niños dormían en el suelo. Ami hablaba un pelín de inglés, pero, por supuesto no con nosotros, sino sólo con nuestra hija. Ami no quería hablar, solo se comunicaba con nosotros con dibujos y lloraba sin parar…

Durante el primer mes, mi mujer María no salió del Hospital Niño Jesús. La pequeña tenía buena salud, pero presentaba todas las carencias socio-sanitarias existentes. Le faltaban todas las vacunas y sufría una fuerte bronquitis. Esos días fueron duros. ¿Os podéis imaginar vosotros mismos con nueve años solos en un país desconocido sin entender una sola palabra y en el que todo el mundo tiene otro color? Y, por si esto fuera poco, te pasas el día siendo observada por personas de bata blanca que te ponen inyecciones sin preguntarte. Te exploran como si fueses un bicho raro y hablan sobre ti entre ellos sin que tú entiendas nada de nada.

Es como si nosotros llegáramos a Marte y nos pusieran en manos de unos señores verdes que examinan nuestras estructuras internas. A pesar de todas esas novedades, el cariño de toda mi familia y el constante amor por parte de todos, incluyendo a los clínicos que la atendían, hizo que Ami fuera poco a poco abriendo su corazón. A las dos semanas de estancia en España, Ami estaba preparada y lista para ir al campamento ingles del colegio de El Pilar. Nos asombró su cambió de carácter en tan solo dos semanas y cómo se adaptó a una cultura totalmente diferente.

Poco a poco, con la ayuda de la música y el baile – los cuales adoraba- Ami consiguió integrarse completamente y ,en un tiempo récord, se convirtió en un miembro de nuestra familia a la que todo el mundo adoraba. En un mes, nuestra identidad se desvaneció y pasamos a ser la “familia de Ami”.

Todo ser vivo que se cruzaba con nosotros preguntaba ¿Y Ami? Los vecinos le traían regalos de bienvenida y todos en la urbanización solo querían jugar con Ami. Nos conmovió la ayuda de todo nuestro entorno para que Ami se sintiera querida y el esfuerzo sobrehumano de Ami por integrarse.

Durante su segundo mes con nosotros Ami estaba feliz y nadie sabe cómo aprendió a nadar perfectamente en todos los estilos. Patinaba y andaba en bici mejor que cualquiera de nosotros. Se reía sin parar y disfrutaba en la piscina y en el colegio. Cuando consiguió adaptarse completamente, llegó el momento de que Ami regresase al orfanato. No voy a describiros nuestra despedida en el aeropuerto, ni la de los otros veinticinco niños “hermanos” de Ami y sus familias de acogida española, porque ya os la imagináis.

Al año siguiente, Ami volvió a nuestra casa. Y su experiencia comenzó de cero. En esta segunda ocasión, la pequeña tuvo que estar más tiempo en el hospital aguantando todo tipo de pruebas clínicas, pues esta vez Ami vino enferma. Pasó el tiempo. Consiguió integrarse. Y, de nuevo vuelta al orfanato. El dolor en nuestros corazones era demasiado profundo para poderlo explicar.

Con estos sentimientos fue cuando me di cuenta que la adopción de un pequeño adoptable era nuestro siguiente objetivo. Una niña de nueve años me cambió totalmente el corazón. Nos cambio a todos. Incluido nuestro entorno. Cambió a las personas de su colegio y cambió los sentimientos de muchas personas.

Lo que no sabíamos es que al tomar la decisión de acoger a Ami, comenzaba un viaje lleno de innumerables obstáculos y una verdadera carrera de resistencia emocional donde surgen todo tipo de problemas y que no puedes planificar porque no depende de ti, ni siquiera eres capaz de acotar en el tiempo para poder reservar tus fuerzas.. En 2009, pasamos todas las pruebas psicológicas, sociales y médicas – con los innumerables especialistas requeridos – y obtuvimos el ansiado documento: el certificado de idoneidad expedido por la Comunidad de Madrid para adoptar en Ucrania. Teníamos amigos que habían adoptado allí hace años.

Una sorpresa constante.

En agosto de 2011 por fin, nos llamaron. Recuerdo esa llamada porque todo eran gritos y carreras en mi casa y una especie de emoción incontrolable. Llegamos completamente ilusionados y llenos de energía dispuestos a querer a ese pequeñ@ como nada en el mundo. Sin embargo, los facilitadores tenían una cara opuesta a la nuestra. “Habéis llegado tarde. En julio del 2011 cambió la Ley y, a partir de ella sólo se pueden adoptar niños mayores. Y además éstos están muy enfermos. Todo está muy difícil. No os lo recomendamos”, nos comentaron Yulia y Sasha, nuestros facilitadores.

Nosotros no quisimos escuchar sus palabras, pero resultaron ser la cruda realidad. Tras viajar tres veces a Kiev y pasar más de un mes esperando y esperando, nos tuvimos que volver sin niñ@. Ocurrieron todo tipo de cosas: Aparecía un familiar del niño en el último momento que reclamaba la custodia, o el niño tenía – de repente – tres hermanos más que tenían que adoptarse en grupo, o la frase tan habitual: “el niño está siendo visitado por una familia Ucraniana y no es adoptable por extranjeros”.

El problema es que estas excusas llegaban cuando ya habías viajado a Kiev y llevabas veinte días deambulando por la ciudad intentando, por un lado, no perder la ilusión, y, por otro, no ilusionarte demasiado para hacer más llevadera la probable decepción…. En la Comunidad de Madrid ya nos lo adviertieron: “En este país estáis totalmente desprotegidos. Las adopciones se han complicado. Las cosas ya no son como antes…”, pero no quisimos escuchar porque conocíamos algunas familias que habían conseguido adoptar allí años atrás.

Con ese trago en el corazó regresamos a España totalmente desolados por tercera vez. Tras nuestro segundo viaje a Ucrania, ya habíamos iniciado nuestros contactos con ACI, pues nuestra idea, ocurriera lo que ocurriera en Ucrania, era adoptar más de un niñ@. Y, ahora, nos encontramos en 2012, en el mismo punto que en 2009. Tenemos que empezar de nuevo el proceso para obtener otro certificado de idoneidad, esta vez para pasaje verde. ¿Ganas? Todas!!!! Queremos seguir adoptando y tenemos claro que nuestro hij@ vendrá cuando Dios quiera, pero nosotros no cesaremos en buscarle sea el país que sea.

Fuente: Niños de Hoy

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