Convivir con la diversidad – Adopción Internacional

Artículo de Marga Pérez i Herms. Psicóloga y Psicoterapeuta.

Actualmente la palabra diversidad se va convirtiendo en algo familiar. En nuestra sociedad están presentes, de manera estable, personas de muchos lugares, esto implica variedad de culturas, razas… Las controversias que se generan hacen que muchas voces busquen elementos conciliadores para una buena convivencia. Estas reflexiones nos ayudan a entender la complejidad que acompaña a la diversidad.

Si bien como ciudadanos sería necesario que escucháramos nuestra conciencia para tomar postura ante el hecho social en el que estamos inmersos, como padres, tíos, primos, amigos… de niños procedentes de otros países es imprescindible vivir con la diversidad para establecer buenos lazos afectivos, y que la integración del recién llegado sea un éxito.

Como cualquier temática se puede abordar desde muchos vértices, cada uno aporta luz a la comprensión del hecho analizado. Uno de ellos es entender el vínculo que hay entre lo que llamamos diversidad, de manera genérica, y como vivimos las diferencias personales cada uno.

Las personas, en general, tendemos a buscar un equilibrio entre lo que nos hace igual a nuestros congéneres y las peculiaridades que nos hacen singulares. Lógicamente las singularidades de las que disfrutamos son aquellas que nos hacen sentir bien, tanto las vinculadas a un aspecto externo como las ligadas a la personalidad. Pero si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta que son muchas las “singularidades” compartidas con otras personas.

La adopción internacional es una de estas singularidades. Cuando una pareja decide adoptar un hijo de otra raza, cuenta con la propia capacidad de amar un niño “diferente”, espera de la familia la participación en la integración de la criatura, y sabe que no todo el mundo se acercará a las diferencias con la sensibilidad que hay. Las situaciones que deberán afrontar padres e hijos, fundamentalmente, serán una especie de carrera de obstáculos. El niño deberá rehacer su identidad en un país diferente, por lo tanto habrá un esfuerzo suplementario para incorporar diferencias que en su lugar de origen no serían, y los padres deben crear este espacio para la diferencia. Lo que nunca es aconsejable es obviar este hecho.

Una de las situaciones difíciles, a veces, es la inquietud que les genera a los padres para ayudar al hijo a vivir sus diferencias con tranquilidad, naturalidad; como transmitir que todos tenemos nuestras de diferencias, sean evidentes a los demás o no. Por otro lado cómo hacer frente los propios padres a situaciones comprometidas. No hay recetas mágicas pero seguir un proceso, puede orientar en el abordaje:

  1. Analizar: Ante cualquier conflicto hay que empezar siempre por analizar el hecho en cuestión (ser adoptado, color…). Trataremos de identificar, lo más claramente posible, qué situación se está dando, diferenciando al máximo el hecho concreto (insulto, marginación, humillación, curiosidad…) de la interpretación que hace el niño y los sentimientos que se le desvelan (rabia, impotencia, dolor, desconcierto…). Procuraremos utilizar palabras llanas y claras para describir y matizar todo lo que sea necesario, esto nos dará pistas para los siguientes pasos. No siempre es fácil, quizás habrá que dar un poco de tiempo para ir comprendiendo bien lo que está sucediendo.
  2. Valorar: Es evidente que no todos los hechos tienen la misma repercusión en la vida de una persona, habrá que valorar la envergadura del hecho en cuestión por nuestro hijo. No todos sufrimos por las mismas cosas, ni todos tenemos la misma habilidad para captar el alcance de nuestros problemas, ni reaccionamos de la misma manera. Hay quien tiende a minimizar al no sentirse capaz de hacerle frente (está triste pero dice que no pasa nada…), hay quien lo magnifica buscando la compasión, hay quien niega lo que le hace sufrir y lo manifiesta en otro situación que no tiene nada que ver (ante el rechazo se bloquea en el aprendizaje…).
  3. Buscar: Dependiendo de la valoración que hayamos hecho habrá que pensar, en cada situación, cuáles son los recursos más adecuados para evitar el sufrimiento. Muchas veces el solo hecho de poder expresar lo que le hace daño es suficiente para que el otro reaccione y deje de hacerlo, incluso tal vez no hacer nada. Pero no siempre es tan sencillo y buscar las estrategias requiere una dosis de imaginación importante. Para dar respuestas que generen la reacción deseada, o formular preguntas que inviten a la reflexión hay que poder ponerse en la piel del otro y ver la motivación que hay detrás de un hecho.

Uno puede ser negro o de color negro, puede ser indio o su país de origen fue la India. Con esto quiero resaltar que somos aquello con lo que nos identificamos nosotros. Habrá que ayudar al hijo a definirse a sí mismo, aportándole las herramientas necesarias para que sea capaz de reconocer el máximo de aspectos de él mismo, desde los más periféricos a los más nucleares.

El hecho de conocerse uno mismo no evita que nos sintamos agredidos por la falta de respeto de los demás hacia nuestras peculiaridades, pero las respuestas defensivas y irreflexivas habitualmente nos conllevan sufrimiento y no nos acercan a las soluciones. A pesar de no ser posible controlar siempre nuestros impulsos, ni prever todas las situaciones, si que podemos ir aprendiendo de la experiencia y tomar posiciones que nos permitan disfrutar de la vida.

Después de un largo camino, cuando una persona puede mirarse a los ojos y sonreír, sentirse tranquila y conciliada, experimenta una sensación de bienestar difícil de describir con palabras, lo que le da esa sensación es aceptar su condición humana, esto es, lo que hay en su interior, lo que le gusta y lo que no le gusta de sí mismo, podríamos decir que acepta la propia diversidad y vive con las diferencias.

Fuente: Blog ABAC

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