Vera Yegórova, “madre SOS” que da la vida por sus 17 hijos

El último domingo de noviembre, cuando Rusia celebra el Día de la Madre, la casa de Vera Yegórova siempre está llena de niños. En realidad, algunos ya son mayores.

Pertenecen a tres generaciones diferentes, pero para Vera siempre serán sus niños.

Aunque ninguno de ellos es su hijo biológico, Vera es su madre de verdad, ya que les ha criado, educado y sobre todo les ha querido.

Es lo que se conoce como una “madre SOS”. Ha acogido a 17 niños. El último en llegar a su hogar fue Artiom Savéliev, un niño abandonado por su madre adoptiva estadounidense, cuya historia indignó a todo el mundo.

La felicidad de ser madre

“Siempre soñé con tener una familia grande, que mi casa estuviera llena de niños, oírles reír y llamarme mamá, pero no tuve esta posibilidad por medios naturales”,  cuenta Vera.

Pero encontró otra manera de tener una familia numerosa y feliz. Hace 15 años se enteró de que en Rusia empezaban a construir las Aldeas Infantiles SOS formadas por una media de 12 a 14 hogares  familiares, cada uno para una madre “social” con unos seis u ocho niños.

“Fue en 1996. Iba al trabajo, compré un periódico para leer sólo las noticias de las primeras páginas y descifrar los crucigramas, como siempre hago. Pero algo me hizo abrirlo por las páginas centrales donde vi un artículo titulado “Madre por profesión”, recuerda Vera.

El artículo se trataba de que los directores de la Aldea SOS estaban buscando “madres SOS” para niños “huérfanos sociales” (término empleado en Rusia para referirse a los niños apartados de hogares negligentes o abusivos). Aunque Vera no tenía ninguna experiencia en cuidar niños, aquel mismo día se armó de valor y decidió  mandar una carta a la dirección que aparecía en el artículo. En cuatro días la presidenta de las Aldeas SOS rusas, Elena Bruskova, concertó una entrevista con la mujer.

“Me regalaron un libro con las fotos de las Aldeas SOS extranjeras y de los niños acogidos allí. El libro contaba las historias de los niños y de los jóvenes formados en estas Aldeas. Entonces pensé que dadas las circunstancias, aquí nunca tendríamos nada parecido. En mi opinión, nuestras casas no podían compararse con estos hogares”, cuenta Vera Yegórova.

Los hijos y sus sucesores

Pasados unos meses de formación especial, Vera se puso a trabajar de madre profesional. “Esperaba a mis primeros hijos con mucha inquietud y emoción. No dejaba de imaginarme cómo entrarían, cómo me mirarían, si les gustaría la casa, si les caería bien yo”.

Vera tardó más que las demás madres sociales en recibir a sus primeros niños. Ya sabía por la experiencia de sus colegas que cuando venían hermanos de una familia, muy a menudo los mayores se negaban a entrar y los menores se echaban a llorar. Por eso su preocupación era comprensible. “Temía que me pasara lo mismo. Un día en mi casa entraron cinco hermanos. Estaban tan tristes, tenían una mirada tan bondadosa, parecían tan buenos… Les quise desde el primer momento”, cuenta.

Los “hijos” solían preguntar a las “mamás” si les habían esperado mucho tiempo. Y las madres emocionadas contestaban que les habían visto en sueños en miles de ocasiones y era la pura verdad. “Nunca escogí a los niños, siempre acojo a los que me proponen. Nunca he leído sus historiales. Si me mandan a un niño, por algo será. Es nuestro destino vivir juntos”, cree ella.

Más tarde en casa apareció el padre. Vera había conocido a Vasilii mucho antes de trasladarse  a la Aldea. “Siempre supo que nunca me iría de aquí. Es mi vida, mi vocación”, cuenta Vera.  Su hogar llegó a ser el único que cuenta con un padre social

Hijo estadounidense

Artiom Savéliev duró en su familia adoptiva estadounidense seis meses. Luego su madre, Torry Ann Hansen, le mandó solito en un avión rumbo a Moscú, con una papeleta en la que escribió que no lo quería más por ser psicológicamente inestable. Antes de viajar a Estados Unidos había vivido en el Lejano Oriente de Rusia, primero con su madre, y después de en un orfanato.

“Ahora tengo 17 hijos, incluido Artiom. El pobre chico está muy cansado de tantos vuelos, de tantos cambios de orfanatos y padres”,  comenta Vera con tristeza. El chico llegó a casa de Yegórova hace dos semanas. Se adaptó a su nueva familia muy rápido y se lleva muy bien con los cinco niños que viven ahora en el hogar. Va al colegio y ya saca buenas notas.

“Todavía no sé cuál es mi asignatura preferida, no he tenido tiempo para escoger”,  dice Artiom. Tiene un afecto especial por sus nuevos padres. “Ya al segundo día de su estancia aquí me llamó mamá, cuenta Vera. El muchacho cree que la familia que le ha acogido es la mejor de la aldea. Al llegar aquí empezó a escribir un diario. Sus apuntes del primer día fueron: “papá, 1; mamá, 1; chicas,  2; chicos, 4.  Papá ha venido del trabajo, mamá está preparando la comida”.

Por ahora el niño no quiere salir de la aldea. No le interesan ni el parque acuático, ni el teatro infantil… Sólo va a la escuela y vuelve directamente a casa.  Pero es esta vida la que le gusta a Artiom. Intenta evitar recuerdos de su pasado estadounidense, está empezando desde cero. “Nunca habla de su vida en EEUU. Cuando le compramos los libros para la escuela dijo incluso que no sabía inglés en absoluto”, cuenta la madre SOS.

Cada noche Artiom se mete en su cama esperando a que su madre venga a leerle un cuento. Si Vera por cualquier cosa  tarda en pasar por el dormitorio de los niños, Artiom no puede dormirse. “Siempre espera a que le dé un beso antes de dormir”, explica Vera.

La alegría y el dolor de la madre

Los niños pueden vivir en el hogar sólo hasta los 15 años. Luego tienen que trasladarse a la “Casa de jóvenes”. La residencia para los jóvenes es el segundo eslabón en el sistema SOS, aquí los que vienen de las aldeas aprenden un oficio, por ejemplo, albañilería.

Los niños del primer y segundo turno ya son mayores, son gente educada, con trabajo, con familias. Han dado tres nietos a Vera. Pronto habrá un cuarto. Ahora Yegórova trabaja con el tercer turno de niños: cuatro niños  y dos niñas. Pero los días festivos, la casa de Vera acoge hasta 40 personas: sus niños mayores vienen a visitar a su “madre”, la persona más cercana y querida. Nunca vienen sin regalos, ideas o recetas nuevas. Antes era Vera la que siempre ponía la mesa, ahora cuenta que cuando vienen sus niños mayores puede descansar. Cada uno hace su tarea, unos cuecen las patatas, otros las fríen, otros friegan… Incuso el padre social participa.

Los niños del nuevo turno ya se han acostumbrado a los mayores, aunque nunca han vivido juntos. “Es muy importante que los pequeños vean cómo es nuestra relación con los mayores. Así entienden que, al entrar aquí, nunca estarán solos”, comenta Vera Yegórova.

Esta Nochevieja será la primera vez que la madre SOS estará solo con los mayores, los menores se irán al campo. Vera dice que le cuesta mucho separarse de los niños aunque sólo sea una semana.

“Me gustaría que nunca nos separáramos. Aunque tenemos sangre diferente, somos almas gemelas”.  Dentro de un año Vera alcanza la edad para jubilarse, pero espera que los jefes de la Aldea la dejen cuidar de los niños que viven ahora con ella. Les quedan unos 14 años hasta la mayoría de edad. “Creo que voy a adoptar a tres. Estoy segura de que es mi destino, aquí tengo mi vida”, finaliza Vera.

Fuente: RiaNovosti

Si este artículo te parece interesante, compártelo.
Facebook Twitter Plusone Linkedin Pinterest