Psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras: cómo gestionar nuestras emociones como cuidadores (II y final)

La última parte de la serie sobre la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras del blog «Buenos Tratos» del psicólogo José Luis Gonzalo

Continuamos con el tema de la pasada semana, y esta vez nos centramos en las habilidades de gestión de las emociones que el cuidador puede y debe de desarrollar. Este aspecto es muy importante, tanto como que el niño aprenda a manejar las suyas propias. Si no somos cuidadores conscientes de nuestras emociones y de cómo éstas interfieren en nuestras labores de crianza, no podemos ofrecer modelos adecuados de identificación ni exigir calma y tranquilidad al niño cuando nosotros no sabemos ofrecerla.
Este punto debe de trabajarlo el cuidador desde el principio de la relación con su niño adoptado o acogido. En particular, debe examinar las emociones de miedo, angustia o ira que siente ante determinadas formas de ser del niño o ante conductas concretas problemáticas. Además, el cuidador debe de conocerse en profundidad, saber cuáles son sus rasgos de personalidad y cómo éstos interfieren en la relación con el niño (en particular aquellos rasgos que pueden tensionarle: no ser capaz de empatizar, ser demasiado normativo, exigirle lo que no puede hacer, ofrecerle unas metas que son frustrantes para él porque no es capaz de alcanzarlas…) También el cuidador debe analizar su propia vida: grado de satisfacción con el trabajo, cómo son sus relaciones de amistad y de pareja, posibles focos de tensión que le estresen, necesidad de tomarse más respiros o descansos…

Es crucial tomarse esto muy en serio, habida cuenta de que constituirse en un cuidador que tensiona al niño permanentemente es un predictor negativo a futuro para unas relaciones familiares satisfactorias. El niño debe de aprender sus propias estrategias de manejo de emociones, sí;  pero el adulto también. Muchas veces el problema lo tiene más el adulto que el niño.
Dicho esto, os ofrezco las estrategias de manejo de las emociones que Blaustein y Kinniburgh proponen en su excelente libro “Treating traumatic stress in children and adolescents” El primer capítulo del libro está dedicado a este tema, así que nos hacemos una idea de la enorme trascendencia que las autoras conceden a que el cuidador sea capaz de mostrarse firme pero afectivo a la vez, con habilidades para gestionar sus propias emociones.
3º Construir estrategias de manejo de las emociones
Técnicas útiles para el manejo de las emociones del cuidador:
Respirar profundamente
Aprender a hacer técnicas de respiración diafragmáticas.
Es recomendable (para las personas que más dificultades tienen en el manejo de sus emociones) la práctica de la meditación pues ésta es un camino para alcanzar una mente más plena. Observar nuestros estados internos con aceptación y sin juzgar, favorece que desarrollemos un mayor conocimiento de nosotros mismos y que aprendamos a ser responsivos y no reactivos.
Relajación muscular
Aprender a hacer técnicas de relajación muscular progresiva. Los músculos del cuerpo suelen ponerse en tensión cuando experimentamos emociones intensas en situaciones potencialmente estresantes. Aprender a tensar y destensar los músculos a voluntad es una manera de poder luego aplicarlo en la vida cotidiana. Una relajación muscular permite un mejor manejo emocional.
Distracción
Los cuidadores han de aprender a identificar cuando están “atascados” (por ejemplo, atrapados en un círculo de pensamientos rígidos, obsesivos o preocupantes sobre sus hijos) Es necesario entrenarse en poner el foco de la atención en otros pensamientos.
Auto-tranquilización
Identificar qué cosas son agradables o calmantes para nosotros (una determinada imagen mental, por ejemplo, mientras nos repetimos una palabra interna como “calma”, a modo de mantra)
Desarrollar actividades que promuevan el autocuidado (pasear, hacer ejercicio, tomar un baño caliente…)
Tiempo fuera
En situaciones donde se experimenten emociones muy intensas o ante conflictos, es necesario “darse un respiro”
En vez de sacar al niño o llevarlo fuera, es el cuidador el que se va. Le comunica al niño su necesidad de tomarse unos minutos para calmarse. O le dice que va a su habitación porque necesita un poco de tranquilidad y que a la vuelta continuarán hablando. Así se calman los dos. Le deja claro que no le rechaza ni le abandona, que sólo es para calmarse.
Con todo, estas técnicas requieren de paciencia y constancia, hay que practicarlas para poder dominarlas. Si el cuidador tiene marcadas dificultades para el autocontrol u otros problemas de personalidad, es necesario realizar una psicoterapia para analizar el por qué de estos problemas, sobre todo cuando interfieren en la educación y perturban el desarrollo y la evolución del niño. Estar cerrados al análisis y la reflexión personal no es algo para nada positivo.
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