La sangre no reemplaza al corazón

 

“Porque la sangre que heredamos no es nada más que la que traemos al llegar al mundo, la sangre que heredamos está hecha de las cosas que comimos de niño, de las palabras que nos cantaron en la cuna, de los brazos que nos cuidaron, la ropa que nos cobijó y las tormentas que otros remontaron para darnos vida. Pero sobre todo, la sangre se nos teje con las historias y los sueños de quien nos crece”. Ángeles Mastretta.

En Colombia la vorágine de estupideces jurídicas parece insondable y por culpa de fundamentalistas e idealistas del derecho, a quienes no les importa la realidad sino satisfacer sus pretensiones teóricas y maximalistas de resolver todo y al mismo tiempo están sufriendo lo indecible los que supuestamente son el objeto principal de la ley, los más débiles.

Por culpa de la ley hay más de 7.000 niños abandonados por sus padres, si es que se pueden llamar así, sin esperanzas de encontrar un hogar donde realmente sean amados, porque a los idealistas de la ley sin alma se les ocurrió que, en vez de ser dados en adopción a aquellas personas que con un corazón más grande que el planeta decidieron entregarse a amar alguien, así no fuese de su propia carne, era mejor buscar a miembros de la “familia extendida” hasta el sexto grado de consanguinidad, porque supuestamente la sangre es mejor garantía de amor. ¿En qué universo viven estos desalmados? ¿Quién puede creer que compartir apellido es garantía de algo si la familia es una circunstancia accidental e involuntaria? Como dice J. Schiller: “No es la carne ni la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos”.

Y mientras el paquidérmico sistema judicial encuentra la parentela, que nada asegura que va a amar a esta víctima, el niño se queda solo, esperando que la suerte se compadezca de él. Jueces, ¿qué le decimos al niño abandonado en una casa de adopción que hace poco intentó suicidarse porque mientras lloraba decía que nadie lo quería? Esto es una infamia que repugna y termina por convertirnos en la peor especie de este planeta que privilegia la teoría al amor.

Los hacedores de la ley que viven en sus nubes teóricas, han resuelto que es mejor no dar un niño abandonado a quienes están dispuestos a amarlo sin medida, porque es mejor pensar en su drogadicta y estriptisera madre, a quien la sociedad “debe darle una oportunidad” de regenerarse. ¿Y los derechos de esta víctima inocente que su único error fue nacer, dónde están? Y si la “madre” se demora una década en recuperarse ¿que se pudra esta criatura en la soledad y el desamor? Pero no. Es mejor que los conserven las madres que permiten que sus nuevos amantes o compañeros violen a estos pequeños.

El tiempo es implacable para todos, pero para un niño sus primeros años son la base del resto de su existencia. El adulto tiene tiempo de enderezar su vida o de no hacerlo, pero el niño no tiene esa elección. ¿Vamos a quedar en manos de los fundamentalistas teóricos mientras niños de Colombia crecen sin sentirse parte de nada ni de nadie? Esto es aberrante y es la infamia más grande que tiene que cambiar.

JUAN DAVID ESCOBAR VALENCIA

Fuente: El Colombiano.com

 

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