Ser padres conscientes

 

Del blog «Jugando en Familia»

Este es el título de un libro de D.J. Siegel. Es un psiquiatra estadounidense especializado en neurociencia que ha  escrito muchos libros sobre el funcionamiento y las capacidades del cerebro humano. Y del cerebro en crecimiento del niño.
Sentimos importante introducir algún diálogo sobre nuestras expectativas como padres (y las expectativas que tenemos para nuestro hijo). Todos tenemos una idea más o menos clara del tipo de progenitor que nos gustaría ser: en general queremos dar a nuestro lo mejor de nosotros para que éste sea feliz en su vida presente y futura. Y en distintos grados aportamos tolerancia, escucha, límites claros impuestos con amor, aceptación de su ritmo, tiempo, juegos … Sin embargo, en muchas ocasiones la crianza parece “sacar lo peor de nosotros” cuando respondemos de forma intolerante o exagerada a algunas reacciones de nuestros hijos. ¿Por qué dejamos de comportarnos como los padres que nos gustaría ser?
Según la neurociencia y la psicología,  las vivencias pasadas influyen en cómo vivenciamos el presente y la respuesta que generamos. Siegel explica cómo los temas irresueltos de nuestro pasado nos hacen responder de manera mecánica y automática ante determinadas situaciones, como un resorte que salta “casi sin darnos cuenta”. La crianza de nuestros hijos está llena de momentos de estrés emocional, donde podemos volvernos muy inflexibles con la situación. De alguna manera nos desconectamos de nuestro “cerebro racional” y somos incapaces de elegir la respuesta que mejor contribuye al desarrollo personal de nuestro hijo. En definitiva, dejamos de ser los creadores de nuestra vida y pasamos a ser dominados por nuestras internas emociones no resueltas.
Siempre que nuestros hijos provoquen en nosotros una reacción exagerada, podemos parar y pensar si la razón está más bien en nuestra emocionalidad que en el hecho ocurrido. Cuando nos oigamos excusarnos ante nuestros familiares o amigos por algún grito o cachete diciendo “es que me pone los nervios de punta cuando…” reflexionemos si la respuesta tiene más que ver con nuestras propias experiencias internas.   Así pues, si estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para dar a nuestros hijos las mejores herramientas para un futuro feliz, se hace necesario que conozcamos nuestra historia vital, que entendamos nuestro pasado y que comprendamos por qué a veces respondemos “como no queremos”.
Evania Reichert, en su libro «Infancia la edad sagrada» habla de que asumir la condición materna o paterna es una experiencia intensa y transformadora. Afirma, a la vez que Siegel, que la personalidad del progenitor es el resultado de su propio desarrollo infantil. El nivel de conciencia que éste tiene de su emocionalidad, sus decisiones vitales y su comportamiento influye de manera decisiva en la relación que mantiene con sus hijos. Educar respetando el ritmo de crecimiento de los niños requiere estar en un presente donde poder conectar con las necesidades del otro. No entramos en el presente cuando nos dejamos dominar por nuestros miedos, exigencias internas, juicios o creencias estrictas.La coherencia entre el hecho ocurrido y la respuesta que damos crea en nuestros hijos la sensación de que el exterior tiene unas reglas seguras y justas, de que somos confiables y de que siempre intentaremos solucionar un conflicto para el interés mutuo. Al responder según la emocionalidad del momento (si estamos enfadados con el jefe, si nos sentimos frustrados o con prisas…) creamos en los niños la sensación de que el mundo es imprevisible y que sólo le ayudaremos si nos sentimos bien en ese instante.

Fuente: Jugando en Familia
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