Caras largas todo el tiempo, malas contestaciones y una visión, por lo general, negativa de la vida. Por esta fase pasan la mayoría de adolescentes, que se encuentran, explica la psicóloga Marina Martín-Artajo, en la llamada «posición depresiva», donde tiene lugar «una hiperconciencia de la realidad y de los recursos propios que uno tiene para adaptarse a ella». «A esas edades les cuesta mucho equilibrarse del todo solos, por lo que necesitan algo de apoyo que les ayude a tener en cuenta también el otro lado de la balanza, el lado positivo o bueno de las cosas y sus ventajas», explica.
Pero con esfuerzo y empeño es posible, según el psicólogo, pedagogo y escritor Bernabé Tierno, autor de numerosos libros, entre ellos «Educar en la adolescencia». Para este profesional, ser optimista no es ser un tonto iluso, al contrario de lo que mucha gente piensa. La persona positiva es, asegura, «sobre todo realista, y decide afrontar los problemas con la cara más optimista, con decisión, dejando atrás el pasado y viviendo el presente sin lamentaciones». Martín-Artajo también hace hincapié en que ser positivo es «tener una visión más completa de la realidad y relativizar las experiencias».
Herramientas para los padres
Entre las herramientas que existen para aprender a ser más positivo están, continua Tierno, «el hacer uso del sentido del humor, expresarnos en un lenguaje positivo y con amor, sonreír… Y casualmente, el mejor ejemplo que se les puede dar a los hijos para que ellos aprendan a ser más positivos es nuestro comportamiento en familia. Si nosotros somos positivos, alegres, valientes y con autoestima… ellos serán lo que vean reflejado en nosotros mismos».
Es lo que Ángel Peralbo, director del área de adolescentes del gabinete Álava Reyes Consultores, llama «la neurona espejo». «Las emociones negativas se transmiten casi de forma automática al que está enfrente. Así que si el adulto (en este caso los padres) intentan relajar el ambiente, es muy probable que el adolescente lo haga también. ¿Cómo pueden lograrlo? Haciendo un esfuerzo por generar emociones positivas, hablando más despacio, de manera tranquila, y si pueden, aunque esto ya es para nota, con sentido del humor».
Cuando el paro acecha
Es cierto que ahora la situación económica y quizá de paro de muchos progenitores lo pone todo en principio más difícil, pero, aun en estas circunstancias, o mejor aún, matiza Peralbo, «en estas situaciones es cuando los padres deben involucrar a los hijos y no apartarlos de sensaciones negativas. Y a la vez que se les hace partícipes, se les tiene que transmitir una sensación de optimismo y seguridad de que vamos a seguir adelante, porque así aumentarán también las probabilidades de sobrevivir frente a la adversidad».
Además, concluye Tierno, «siempre habrá crisis y problemas, así que lo mejor es que los jóvenes aprendan cuanto antes a ser optimistas vitales, con autoestima, resiliencia y capacidad de buscarse la vida».