Hijo adoptado y ahora padre adoptivo

Nicolás Letourneau, de origen indígena, fue adoptado con sus hermanos en su infancia. Ahora vino a Colombia a adoptar a un niño nativo que, como le pasó a él, esperaba una nueva familia.

Él se describe así: marrón, por su color de piel.

Le han contado que tal vez sea de una comunidad indígena colombiana. No lo sabe, pero a juzgar por sus rasgos físicos, entonces, cree que así es.  Pero realmente no está interesado en ahondar sobre sus orígenes.

Sus más remotos recuerdos lo trasladan a un orfanato de Cali. Tenía seis años. Allí, él y  sus tres hermanos, todos pequeños, llevaban dos años esperando a que alguna familia les brindara un nuevo hogar. Y así fue: en 1983 un matrimonio francés, que no podía tener hijos, llegó hasta la capital del Valle y adoptó a los cuatro hermanitos.

Hoy, Nicolás Letourneau, de 34 años, se reconoce un hombre feliz. Y esa felicidad se la debe a que pudo encontrar una familia y una vida buena en Francia. Por eso -dice- quiso hacer lo mismo que hicieron con él. El pasado mes de abril vino a Colombia a adoptar a un niño, hoy de dos años. Un niño indígena, para ser más precisos, según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf).

Aunque aclara que nunca pidió que el niño fuera así, pues insiste en que desconoce si realmente perteneció a alguna etnia. No obstante, en el Icbf saben que es así y que él y sus cuatro hermanos podrían ser de la comunidad Páez asentada en el departamento del Cauca.

«Lo único que pedí cuando empezó el proceso de adopción es que el niño se pareciera un poquito a mí», cuenta el hombre con un español enredado. Y el deseo se le cumplió. Emmanuel tiene su mismo color de piel, los ojos oscuros, los pómulos pronunciados y el pelo negro liso. Nadie pensaría que no es su hijo.

Nicolás Letourneau y sus tres hermanos comenzaron una nueva vida en la ciudad de Angers, en el oeste de París. Rápidamente -cuenta- aprendieron a hablar francés y se adaptaron con facilidad a su nueva vida.

A su arribo causaron novedad. «Cuando llegamos fue un evento para todo el pueblo. Fue un poco extraño porque allí no conocían otras personas que no fueran blancas».

Sin embargo, ni él ni sus hermanos llegaron a sentirse rechazados o discriminados. En su ciudad, afirma, no hay racismo.
Y rodeado de unos padres amorosos y protectores, Nicolás y sus hermanos fueron al colegio y después a la universidad. Él estudió negocios internacionales y después una maestría en comercio internacional. Y hace dos años es el gerente de una empresa de electricidad. «Tengo una familia muy linda y unida, y un buen empleo», suelta con orgullo en la voz.

También tiene una esposa francesa, la madre de su hija biológica Laura, quien se convirtió en la gran escudera del sueño de adoptar a un niño colombiano.

«Estoy dando todo lo que mis padres hicieron por mi. A Emmanuel quisimos darle las oportunidades que no tenía en Colombia por no tener padres», cuenta el hombre y habla sobre todo el amor y la protección que le están brindando al niño.  «Con educación, aquí en Francia, él va a poder elegir su futuro».

El niño, que completa siete meses en la familia, va a un jardín infantil, ya pronuncia muchas palabras en francés y no para de jugar con su hermana Laura, de cinco años.

De su familia biológica, Nicolás se enteró de que su padre murió dos años después de la adopción. De su madre nunca supo nada, al igual que de una hermana mayor, que tenía 15 años cuando la vio por última vez.

Y aunque no escudriña en su pasado, tampoco lo niega. Al contrario, está muy comprometido con la causa de la adopción.
Hace un par de años, mientras esperaba que en el Icbf le autorizaran la entrega de Emmanuel, montó una fundación que busca apoyar al orfanato donde él y sus hermanos vivieron cuando niños.

Con varios colombianos radicados en Angers, entre los cuales hay algunos que también fueron adoptados, organiza reuniones sociales y artísticas para recaudar recursos económicos. Un primer paso de su obra fue las reparaciones locativas de la fundación, en Cali, que estaba muy deteriorada.

Nicolás tampoco se interesó en averiguar si Emmanuel es indígena o no, tema que confirma el Icbf. Lo único que buscaba era darle un hogar cálido y lleno de amor a un niño desprotegido y sin familia. Como lo fue él.

Más de 11.000 niños esperan ser adoptados.

En fundaciones del Bienestar Familiar hay 11.600 niños de difícil adopción esperando un hogar. Son indígenas, afrodescendientes, pertenecen a grupos de hermanos, tienen más de 9 años o poseen alguna discapacidad.

Paradójicamente, según reportes del Icbf, los niños de estas características -que llegaron por abandono o por voluntad de sus padres- tienen más posibilidades de encontrar un hogar en el exterior.
En el 2011, 895 niños de difícil adopción fueron adoptados por familias extranjeras mientras que solo 195 encontraron un hogar en Colombia.

Fuente: El Tiempo

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