Nadie quiere adoptar a la mayoría de los niños del INAU (Uruguay)

Los pequeños Héctor y José quedaron huérfanos en 2010, cuando su madre falleció por un tumor maligno después de dar a luz por segunda vez a los 19 años. Pero para ellos la muerte de su madre fue solo el comienzo de una serie de pérdidas. Pese a que estaban a cargo de una familia cuidadora del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) , vivían en realidad con una familia vecina a quienes ellos identificaban como sus progenitores y cuya hija de 9 años escribió una carta a José Mujica pidiendo la permanencia de los hermanos. La abuela de los menores también quería quedarse con ellos, pero finalmente  fueron entregados en adopción a una pareja en Montevideo. Poco después una jueza decidió reintegrarlos a unos tíos en Soriano, en setiembre de este año. Pero tras un mes, por problemas de salud del tío de los pequeños, fueron devueltos a la pareja en Montevideo.

El caso de Mía, que permaneció hasta los 15 meses en un hogar de acogida y luego fue entregada a la pareja adoptante, para el desconsuelo de su familia cuidadora que solicitó la tenencia y generó un revuelo político y mediático, fue otro de los ejemplos que pusieron en cuestión el sistema de adopciones del INAU y que dejaron al descubierto cómo las ineficiencias del Estado pueden perjudicar  a quienes deberían ser protegidos por él.

Pero mientras la institución marcó estos casos como excepcionales y el foco informativo recayó en los tires y aflojes entre los hogares de acogida y las personas que quieren adoptar, quedó menos en evidencia lo que en el INAU de momento es la norma: la enorme cantidad de niños y adolescentes que pasan años y años en hogares de acogida o en centros de la institución sin ser dados en adopción.

Los cuidadores cuestionados
En 2009, a partir de la ley 18.590, el Código de la Niñez y la Adolescencia modificó parcialmente algunos aspectos vinculados con la adopción (ver recuadro). Pero a raíz de los problemas surgidos, los partidos políticos se comprometieron a introducir cambios en la ley en un plazo de 60 días a partir del 1º de marzo. A la fecha las modificaciones se siguen discutiendo, en especial dos de importancia: la pertenencia del sistema de familias de acogida, y el tiempo máximo para que el juez resuelva si un niño o adolescente está en condiciones de  volver con su familia de origen o de ser adoptado.

El lunes 5 el ministro de la Suprema Corte de Justicia Ricardo Pérez Manrique y la ministra del Tribunal de Apelaciones de Familia de Primer Turno, María Lilián Bendahan, acudieron a la Comisión de Población del Senado –que analiza el proyecto– para dar su opinión sobre las modificaciones previstas a la ley.

La jueza se opuso a la existencia de las familias que cuidan de los menores hasta que son dados en adopción. “Creo que no debería existir la familia de acogida y el niño debería ir en forma directa, en aplicación del artículo 125, a una familia seleccionada del Registro Único (de Adoptantes). ¿Por qué? Todos pueden imaginar cuál es la razón, por lo menos los dos médicos aquí presentes: el apego temprano de ese recién nacido”, dijo.

Para el psiquiatra pediátrico Miguel Cherro, podría plantearse como una opción la permanencia en el INAU durante ese lapso de espera y no en los hogares sustitutos, pero esto solo sería posible si se pudiera garantizar un excelente funcionamiento, algo variable en una institución que “tiene claroscuros”. El médico explicó que algunos países conforman familias institucionales que se encargan de cuidar a los menores. En caso de utilizar el sistema de familias cuidadoras –estimó–,se tendría que intentar que estas tuvieran la menor incidencia en la vida del niño porque el paso de una familia a otra  le deja un “agujero” emocional. “Todas las discontinuidades son probablemente generadoras de patologías”, indicó. La extensión en el tiempo de la permanencia del niño, además, afecta a la familia de acogida que “se empieza a sentir como poseedora” del menor.

La otra gran discusión es la relativa a los plazos en los que los jueces tienen que expedirse sobre la adoptabilidad de un niño, que el proyecto estipula que sería de 45 días para menores de 2 años y 90 días para los mayores de esa edad. El INAU y el Frente Amplio defienden el rol de las familias cuidadoras, ya que los plazos de los niños en los centros de acogida serían muy cortos con el nuevo proyecto. Sin embargo, Pérez Manrique arguyó que esos tiempos son escasos para que el Poder Judicial pueda resolverlo, por lo que sugirió una duración máxima de 180 días, como se propone en Argentina en la actualidad.

No obstante, estos plazos no solo afectarían a los niños que son factibles de ser adoptados sino también  en el futuro a  aquellos que en la actualidad se perpetúan en hogares de acogida porque no pueden serlo. Resta comprobar si esto se haría solo con los nuevos ingresantes o también en algunos casos de niños que de momento viven con familias sustitutas o en las dependencias del INAU.

En el presente el sistema prioriza preservar la relación del menor con la familia de origen para que este pueda, eventualmente, reinsertarse en ella. Durante ese proceso permanece con una familia sustituta. Pero como no hay plazos de evaluación a la familia de origen y la adopción depende mayormente de la voluntad de esta última, pueden transcurrir muchos años e incluso el niño en muchas ocasiones cumple la mayoría de edad en la casa de acogida o en el INAU mismo.

De acuerdo a datos suministrados por el director del INAU Jorge Ferrando, en la institución hay 5.000 menores, pero al año 2012 de ese total solo 84 chicos fueron factibles de ser adoptados (64 adopciones ya realizadas, más 20 resoluciones judiciales favorables). Del resto, unos 3.000 están en hogares y 1.200 con familias cuidadoras, que son unas 350. Algunas de ellas llegan a tener hasta 10 niños.

Esto implica  que la gran mayoría de los menores que están en los hogares de acogida no son adoptables, ya fuere porque su familia de origen no lo permite o porque presentan deficiencias físicas o psíquicas, lo que reduce mucho su posibilidad de ser elegidos.

Ferrando estimó que por más que se bajaran los plazos de los procesos de adopción –que en la actualidad se redujeron de cuatro a  tres años aproximadamente– no tendrían, de todos modos, como resultado un incremento de las adopciones porque hay más adultos que quieren adoptar que niños para ello. Actualmente hay 100 familias que están en proceso de selección.

De acuerdo a Ferrando, en Uruguay son muy pocas las madres que quieren dar a sus hijos en adopción, además de que la natalidad está en retroceso.

Los niños que nadie adopta
Paula (nombre ficticio de una cuidadora que prefirió mantener el anonimato porque está en trámite la tenencia de uno de los niños a su cargo) y su marido comenzaron a funcionar como “padres sustitutos” luego de que le denegaron la posibilidad de adoptar debido a que su esposo cobraba en negro. En el momento en que fueron rechazados, un funcionario del INAU les ofreció la opción de constituirse como hogar sustituto. La pareja en la actualidad cuida a cuatro menores, tres de los cuales viven con ellos hace más de ocho años. Uno es hoy una adolescente que llegó a la casa con 3 años y un hermano de 8.

La madre biológica de los chicos los visitaba muy esporádicamente. Después de un lustro convenció a su hijo para que se fuera con ella. Al poco tiempo descubrieron que el joven estaba en la calle, pero no quiso regresar al hogar de acogida. Paula se lamentó de que “el INAU si se presenta la familia biológica no se fija en nada. El problema es que hay un dinero que nos entregan de la asignación familiar para el niño para cuando sea mayor de edad, pero si el padre o madre lo reclaman siendo menor tienen derecho a pedirlo. Cuando se enteran muchas veces los retiran (a los menores) para poder cobrarlo y después los largan”, aseguró la cuidadora. La niña por la que Paula tramita la tenencia está con ella desde bebé y en la actualidad tiene 3 años. “Yo no quería aceptarla porque pasaba en adopción, pero me dijeron que les hiciera el favorcito por unos 20 días y pasaron tres años”, sostuvo.

Rosario Cortés, cuidadora desde hace una década en Canelones, dijo que por su hogar pasaron 27 niños, muchos de los cuales se fueron siendo mayores de edad, ya que nunca pudieron ser reintegrados a sus familias. Dos adolescentes que viven con ella desde hace siete años son huérfanos de madre y no conocen a su padre. No obstante, nunca fueron puestos en adopción.

Para Pérez Manrique es “inadmisible” que haya menores que no tengan una opción de integración formal “porque son violatorias de los derechos de los niños y eventualmente de las personas que deseen adoptar. En algún momento sostuvimos que esas situaciones sean revisadas una a una independientemente de la edad que tenga el niño, niña y adolescente. Nos quejamos de la poca cantidad de niños que hay para ser adoptados,  si ampliamos el espectro de niños evidentemente la situación va a cambiar”, indicó.

La pregunta que se decanta de esta situación es si el sistema, que  plantea la consigna de que lo importante no es “un niño para una familia sino una familia para un niño”, termina en ocasiones siendo demasiado dadivoso con las familias de origen en detrimento de los niños.

Para la profesora en Derecho de Familia Mabel Rivero es importante romper con los mitos de la familia de origen y de la maternidad, porque hay ocasiones en que la familia biológica puede ser “catastrófica”.

Pérez Manrique sostuvo que “la familia de origen debe tener su tiempo para asumir sus obligaciones y si no las asume tiene que ser desplazada por otra familia”. Para Aurora Reolón, de la Asociación de Padres Adoptivos del Uruguay (APAU), no puede haber casos como el de la familia de Mercedes. “No hay que sostener a prepo algo que es insostenible. Una cosa es cuidar el vínculo de origen y otra prefabricarlo”.

Un aspecto que también se critica es la falta de controles a posteriori de que el niño pase a la familia de acogida o de que se realice la adopción. Esto quedó de manifiesto en el caso de los hermanos de Mercedes, de los que el INAU desconocía que prácticamente habían sido criados por unos vecinos de los cuidadores.

Pese a que una persona o una pareja que solicita el trámite de adopción a través del INAU debe pasar por múltiples entrevistas y talleres en un proceso de valoración que lleva entre uno y dos años, en otros casos los controles son inextistentes. Así lo afirmó el periodista Linng Cardozo, quien adoptó junto a su mujer a una niña tras recibir la tenencia del padre de la pequeña,  un hombre setenta y pico de años. La madre de la niña no la reconoció. Obtuvieron luego la adopción, pero durante ese proceso el INAU nunca envió a ningún técnico a verificar las condiciones en las que vivía la menor. “Hablan de defender los derechos del niño. ¿De qué derecho si jamás vinieron a ver si la maltrataba, si estaba mugrienta, si no caminaba?”, se preguntó Cardozo.

Lindos, bonitos y baratos
De acuerdo a Ferrando un problema a la hora de gestionar adopciones es que en la mayoría de los casos quienes adoptan quieren niños menores de un año y que no sufran ningún problema físico o psíquico. “Está ocurriendo que hay un incremento de problemas de salud de niños que están en adopción”, sostuvo el jerarca, muchas veces como consecuencia de que sus padres padecen problemas de drogas o tienen VIH.

Cortés criticó que los padres adoptivos no suelan escoger a estos menores, que en muchos casos terminan en hogares de acogida. “Esta es una sociedad que tiene una careta que adopta niños lindos, bonitos y baratos. Si adoptamos un niño, que sea uno que nadie quiera”.

No obstante, en ocasiones las trabas vienen del propio INAU. Carolina Testoni tenía 31 años y su marido 42 cuando quisieron anotarse en la lista de la institución para adoptar un pequeño de 2 años. Ellos no habían intentado tener hijos, pero quisieron adoptar para darle la oportunidad a un niño de que tuviera una vida en familia. Pero en la primera entrevista la psicóloga tildó de sospechoso que no desearan tener un hijo biológico. Fue su primera y última cita. Hoy Testoni está embarazada de cinco meses.

Otros recurren a la ilegalidad para poder adoptar. De acuerdo a una de las fuentes citadas en el artículo, una forma es que el padre adoptivo anote su nombre junto con el de la madre biológica en el momento del nacimiento del niño.

Fuente: El Observador Uruguay

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