Aprendizaje, familia y adopción

Interesante artículo de Nora Elichiry, profesora Titular y Directora de la Maestría en Psicología Educacional de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires

Con frecuencia solemos ver que la temática de adopción se soslayada en las instituciones educativas y que la información que circula es muy escasa. Sin embargo la temática cobra particular relevancia cuando ésta se circunscribe a niños y niñas que presentan dificultades escolares. Allí es donde la mirada se vuelve indagadora, rotuladora y prescriptiva. El desconocimiento al respecto, conlleva a adherir fácilmente a hipótesis de déficit o a patologías específicas sin que esto se indague con rigor científico.

En la gran mayoría de los casos no hay una relación vinculante entre dificultades en los aprendizajes escolares y adopción, cuando la familia adoptiva no omite la historia de adopción, lo explicita a niños y niñas adoptivos y su comunidad de pertenencia.

Al igual que el común de niños y niñas y como todo sujeto que aprende, las primeras experiencias de aprendizaje se dan mucho antes del ingreso a la escuela y es precisamente el ámbito familiar el contexto de estos primeros aprendizajes. Ya desde los primeros días de recién nacido, se establecen situaciones de interacción y aprendizaje en el seno de la familia. Estos aprendizajes, implican regulaciones y mutuas coordinaciones familia-niño/a.

La familia también aprende, registra las necesidades y responde a ello. Más adelante los padres, hermanos/as y adultos significativos en forma espontánea, comienzan a orientar las actividades e intereses de niños/as y a responder a sus preguntas curiosas.

La edad en que los niños y niñas fueron adoptados y la calidad de las experiencias previas es aquí relevantes, porque la historia de los aprendizajes va a ser diferente según las posibilidades, cuidados y estímulos que cada niño o niña disponga en su medio cotidiano. En este sentido la familia y el medio social juegan un papel muy importante en los recorridos previos al ingreso escolar. Esos aprendizajes «familiares» luego se tornan decisivos para una buena escolaridad porque todo conocimiento nuevo se construye a partir de otro anterior.

Cuando el ajuste recíproco entre el niño, la niña y la familia se da muy tempranamente, el aprendizaje se construye como en todo sujeto en desarrollo. Es así que durante la primera infancia, algunas actividades cotidianas informales que se realizan en el medio familiar son de gran importancia para los aprendizajes de niños y niñas. Actividades del tipo de narraciones, lectura de cuentos, juegos de interacción, de simulación y dramatización son precursores de un buen rendimiento escolar posterior.

Con frecuencia solemos ver en familias adoptivas que estas simples actividades han sido descalificadas u olvidadas por un énfasis en ofrecer a niños y niñas objetos atractivos, nuevos juguetes y materiales «didácticos» (como si fuera un intento de estimulación y compensación). Se sustituyen con estos objetos espacios importantes de interacción familiar. Sin embargo luego se percibe el reclamo de padres y maestros cuando niños y niñas no manifiestan interés alguno por la lectura o presentan dificultades en la escuela para aprender.

Son facilitadores del aprendizaje escolar las prácticas familiares discursivas que orientan las acciones a metas y el fomentar espacios de interacción no sólo con adultos sino también con pares (otros niños y niñas). Sabemos que es difícil generar estos espacios en medio de la agitada vida cotidiana del mundo actual, pero es una tarea ineludible que permite escuchar la experiencia personal del niño/niña. Esto facilita la inclusión de la narrativa, la argumentación y el aprender a dar fundamentos.

Una gran parte del aprendizaje depende de procesos de autorregulación. Fuera del aula los niños y las niñas van adquiriendo comprensión de ciertos aspectos de la vida y los adultos contribuyen a ello. El fracaso comienza cuando la familia adoptiva en forma sobreprotectora intenta sólo controlar estos procesos y no delega en forma progresiva la responsabilidad en el niño/a para comenzar a autodirigir estos procesos. Niños y niñas aprenden mejor cuando se les permite plantear problemas y tienen interlocutores válidos con quienes discutir y buscar alternativas de solución.

En aquellos casos en que el niño ó la niña toman contacto con la familia adoptiva luego del desarrollo del lenguaje, los ajustes de estilos y ritmos suelen ser más complejos. En estos casos la familia necesita desarrollar estrategias de apoyo del tipo de mediar para facilitar.Esas actividades mediadas implican brindar ayuda por medio de comentarios, pedidos de fundamentación y disponibilidad para escuchar y responder interrogantes.

También mediante el planteo de preguntas que susciten interés, expectativas y faciliten las comunicación. Preguntas que ayuden a los niños y niñas a incentivar su curiosidad, a interrogarse, a expresar sus experiencias y sus saberes.

En nuestra experiencia clínica hemos visto muy frecuentemente problemáticas en el aprendizaje en niños y niñas (adoptivos o no) asociados a desfases en el desarrollo de los procesos de atención. Estos desfases remiten a desajustes en la coordinación inicial entre las necesidades y demandas del bebé y el acompañamiento familiar en las primeras etapas del desarrollo. El exceso de estímulos, objetos y juguetes sin registro de esas necesidades, los frecuentes cambios en momentos del desarrollo que requieren permanencia y estabilidad, interfieren con un adecuado desarrollo atencional.

Los estilos y tiempos de aprendizajes tienen su singularidad y es por ello que las intervenciones e interacciones de la familia durante las etapas iniciales del bebé y en especial durante la primera infancia son básicos para el aprendizaje. Entre los 5 y 7 años los procesos de atención se
consolidan y es aquí que suelen aparecer los desfases mencionados. Hablamos de desfases y no de déficit atencional dado que el segundo implicaría un compromiso de tipo psiconeurológico.

Observamos una tendencia creciente a detectar síndromes atencionales con su consiguiente medicación y control. Vemos que en la mayoría de los casos no hay componente de organicidad y que con un trabajo de aprendizaje conjunto entre familia, docentes, niños y niñas se reconstruye el recorrido y se favorece el desarrollo de adecuados procesos atencionales. En todo caso es necesario enfatizar la necesidad de diagnóstico diferencial.

A modo de reflexión general queremos recordar que: la educación supone aceptación de niños y niñas como son y no como se piensa que debieran ser. Ese respeto a la persona es básico para el aprendizaje y el desarrollo integral de niños y niñas.

Fuente: Fundación Adoptare

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