Entrevista a Jorge Barudy, experto en resiliencia

El profesor Jorge Barudy es neuropsiquiatra y psiquiatra infantil además de haberse especializado en terapia familiar. Nacido en Villa Alemana, una pequeña ciudad de Chile cerca de Valparaíso, se mudó en su juventud a Bélgica, para más tarde establecerse en Barcelona. Fue docente en psicología sistémica en la Universidad Católica de Lovaina y ha sido profesor de varios postgrados en la Universidad de Barcelona. Es fundador y director de los centros EXIL (centro médico psicosocial para los exiliados y víctimas de la violencia y la tortura) en los que ha trabajado con exiliados de Ruanda, Chile, Sarajevo, Kosovo… Es también fundador de IFIV (Instituto de Formación e Investigación y Acción sobre la Violencia y la Promoción de la Resiliencia).

En el Comité de Infancia y Adolescencia del COPC llevamos un año viendo los factores de riesgo, los factores protectores, y se han llevado a cabo, mesas redondas sobre inmigración y infancia, abuso de las nuevas tecnologías, atención a la diversidad… Aparte de lo que hayamos hecho, ¿Qué líneas de trabajo cree usted que deberíamos seguir?

Hay tres temas que siempre están presentes en la práctica psicológica. El primero es la psicotraumatología, o la traumatología del sufrimiento infantil, que es fundamental. Es un tema complicado, porque es reconocer que el mundo adulto con sus creencias y comportamientos daña a la infancia, no solamente a nivel de la familia, sino a nivel de otras instituciones y a nivel de sistema social.

La psicotraumatología, no le interesa a todo el mundo, pero el niño dañado, con traumas, no debería tener que asumir la culpa de sus propios trastornos,  que en cierta manera han sido provocados por esa incompetencia del mundo adulto. De ahí el segundo tema, que sería casi un paralelismo: los buenos tratos en la infancia. Sería  lo que tenemos que hacer para garantizar que todos los niños vivan en un buen contexto. Desde la historia de la psicología hay bastante material para entender lo que significa estar bien para el ser humano y esto se traslada a los niños. Sobretodo se ha avanzado en el estudio del apego y la empatía, lo que nos conduce al tercer gran tema, que es la resiliencia. El paradigma de la resiliencia nos ha abierto muchas posibilidades para darle un sentido a lo que hacemos, entender porqué  las relaciones interpersonales cuando son de buen trato y afectivas, permiten que los niños que son afectados por entornos dañinos, tomen consciencia de ello, Todo esto desarrolla una capacidad de resiliencia y nos da mucha esperanza y sentido a lo que estamos haciendo.

Después de este marco más global, ¿Qué acciones concretas cree que se deberían llevar a cabo, en este caso por parte de las instituciones hacia la infancia y la adolescencia?

Yo pienso que podemos utilizar una óptica lo más positiva posible pero a partir de una crítica del mundo adulto y los sistemas sociales. El estado, a través de sus políticas públicas, no está respondiendo a las necesidades de la infancia, y desde mi perspectiva, el sistema social está provocando más desigualdades sociales, más stress y desencuentro de los seres humanos, lo que no es un buen ejemplo para los niños y menos para los jóvenes. A mi manera de pensar las instituciones lo primero que tendrían que hacer es aceptar su responsabilidad, en vez de describir los comportamientos, los trastornos conductuales y atribuir la causa solamente al que lo produce. Por ejemplo, el consumo de alcohol, el tema del botellón, la violencia en la calle de los jóvenes, el fracaso escolar etc. son claros ejemplos de que en algo esta,ps fallando. Estamos creando un mundo de relaciones interpersonales que no es capaz de dar una respuesta integral a todos esos problemas, más aún, creo que estamos construyendo un mundo que promueve eso, que lo facilita. Boris Cyrulnik es una persona que me ha influido mucho en mi práctica y en el prólogo de  uno de nuestros libros dice algo muy impactante: “Si no se producen cambios radicales la vergüenza del siglo XXI va a ser el infanticidio” La vergüenza del siglo XX fue el genocidio que hicieron con los judíos, pues este siglo será la muerte de los niños, no sólo en un sentido físico, sino también de alguna manera, del deterioro de la salut mental infanto-juvenil.

Si eso es lo que toca a las instituciones, ¿qué cree que tendríamos que hacer los profesionales de cualquier ámbito, psicológico, social, etc.?

Los profesionales tenemos que ser lo más competentes posible y seguir estudiando y nutriéndonos de las investigaciones. Lo que me parece importante es que tenemos que dar testimonios, que parte de los transtornos tienen que ver con el clima social, tanto a nivel microsocial como pueden ser las relaciones interpersonales, la violencia machista, los malos tratos… Tenemos que dar testimonio de lo que significa vivir en esos contextos y el valor terapéutico, la solidaridad. Al mismo tiempo tenemos que sensibilizar y utilizar este rol que tenemos para aportar conocimiento. La medicina y la psicología son profesiones que tendrían que ser activistas en el sistema social, para construir sistemas más harmónicos, más amorosos y más solidarios. Las nuevas generaciones son gente de esperanza, a pesar de que el discurso dominante no sea así, tienen esa intención de mejorar las condiciones de vida del conjunto de la población.
Usted estuvo trabajando en Lovaine, en Bélgica. Con su dilatada experiencia en distintos países, ¿cree que hay diferencia en como se está interviniendo aquí en España, con el resto de países europeos o de Sudamérica?

Yo como víctima de la dictadura de Pinochet fui desterrado y caí en Bélgica, en el año 75. En Chile había sido médico rural y en la Universidad de Lovaina fueron muy solidarios con los exiliados y me dieron una beca para una especialización, que fue neuropsiquiatría. De ahí me especialicé en psiquiatría infantil y terapias familiares, tuve la suerte de tener una formación muy amplia. En el año 80 empecé a trabajar con la desprotección infantil y durante 14 años he dirigido el Programa de Prevención y Tratamiento de Maltrato Infantil en la Universidad de Lovaina. En el 2000 llegué a Cataluña, donde también he practicado la docencia y he seguido especializándome en infancia.

Puedo decir que en el fondo, lo que me he encontrado en todos los lugares en los que he estado es algo que tiene que ver con el compromiso de las personas, y esas buenas personas las encontramos en todas las profesiones y en todos los países. Cada estado ha intentado que haya una tendencia a la mejora de las políticas públicas, con la inversión de recursos, la reflexión… pero ha habido momentos de avance y de retroceso. Ahora estamos en un período de retroceso, en el que la infancia puede pagar un precio muy alto, sobretodo la infancia desprotegida.

En América Latina los recursos siempre han sido limitados, y esa falta de recursos se ha equilibrado con el corazón, con la creatividad y con técnicas como la musicoterapia, la arteterapia, ciertas respuestas para esta infancia tan maltratada socialmente. A veces esto se echa de menos en Europa, aunque en Cataluña sí me he encontrado con ese espíritu, hay miles de proyectos interesantes de acompañamiento para niños y familiares, de mejorar las competencias parentales. Hay que destacar el papel de la psicología y su implicación, ya que cada vez más se nutre de otras ciencias y tiene miradas transversales. La mente es una pulsión del cerebro, y el cerebro se estructura no solamente por el genoma sino por la relación del genoma con el medio ambiente, y eso es tan fundamental que nos hace decir que la calidad de las relaciones personales determina la calidad de la mente. Algunos psicólogos ya lo dijeron hace mucho tiempo, y ahora con todas las investigaciones que se han llevado a cabo, se demuestra cada vez más que esto es verdad.  Vemos la capacidad de la gente para salir adelante, como día a día se reconstruyen. Esto nos da mucha esperanza sobre la condición humana, incluso algunos hablan de psicología positiva.

El profesor Jorge Barudy ponente en la I Jornada del Comitè d’Infància i Adolescència del COPC

Fuente: PsiAra. Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña

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