Otra cara del éxito chino: los niños “dejados atrás”

La muerte de cinco niños que se habían refugiado en un contenedor de basura y que se ahogaron envenenados por el monóxido de carbono al encender un fuego para protegerse del frío, hace dos semanas, puso de nuevo en el dedo en la llaga en la sociedad china, que cada vez se pregunta más, ¿cómo estamos criando el futuro del país?

Los niños fueron encontrados en la ciudad de Bijie, en la provincia sureña de Guizhou, a 25 kilómetros de su pueblo, once días después de haber sido declarados desaparecidos.

La noticia rápidamente se extendió por la red, creando un descontento nacional frente al cuidado de los niños y a la poca seguridad social que ofrece el gobierno a la población infantil. “Hemos fallado en nuestro trabajo. No fue lo suficientemente atento”, declaró Tang Guangxing, vocero de la ciudad.

Ocho oficiales fueron suspendidos de su cargo por haber abandonado la búsqueda de los niños, y dos maestros fueron despedidos por no haberle dado un mejor seguimiento a sus estudiantes. Pero varios cibernautas y hasta editoriales de Xinhua y del Beijing Youth Daily se cuestionaron también la raíz del problema: ¿dónde estaban los padres?

La respuesta ilustra otra consecuencia de la masiva industrialización de China y el desequilibrio económico y laboral que existe entre ciudad y campo: los padres de los chicos Tao -tres hermanos- estaban trabajando en otra provincia.

Dos de ellos hacen parte de los 200 millones de trabajadores migrantes de China, y trabajan como recolectores de basura en la pujante ciudad tecnológica de Shenzhen. El tercero estaba a cargo de los cultivos en el campo y confesó haber abandonado el cuidado de su hijo, para que compartiera tiempo con sus primos. Los niños habían sido dejados a cargo de su abuela. Pero ella, según los vecinos, es ciega y ni siquiera puede cuidar de sí misma.

Como los niños Tao, entre 22 y 24 millones de chicos chinos son “dejados atrás” por sus padres, según datos oficiales y de UNICEF. Pertenecen a familias campesinas, y terminan bajo el cuidado de sus abuelos, familiares o conocidos, pues los padres se ven forzados a migrar hacia las grandes ciudades en busca de trabajo.

Hay otros organismos que arrojan otros datos menos conservativos. La ONG All China Womens Federation, afirma que el número de niños “dejados atrás” supera los 58 millones. Si se cumplen las proyecciones de McKinsey, de que para 2030, China tendrá 230 millones de nuevos migrantes, la cifra fácilmente será duplicada.

La práctica en sí no es extraña en este país. Tradicionalmente los núcleos familiares incluyen a los abuelos, que tienden a cuidar de los pequeños. Pero cuando la responsabilidad recae totalmente sobre ancianos., familiares o amigos sin una relación fuerte con los chicos, su vida se torna difícil. Muchos sufren de abusos físicos, descuido y abandono, y crecen sin modelos a seguir, que velen por ellos durante su crecimiento.

Casos como el de los hermanos Tao abundan en China, pero pocos ven la luz pública. “Muchos chicos escapan de sus casas por situaciones de abuso”, explica a LA NACIÓN Koen Sevenants, director de Morning Tears, organización que ofrece asistencia a hijos de presos en China, que ante la ausencia de los padres, terminan viviendo una situación similar a la de los hijos de migrantes. “Frente a un abuso físico, así sea muy extremo, nadie va a hacer nada. En China se puede golpear a los niños y los familiares están en su derecho de hacerlo”, añade.

China no tiene un sistema de asistencia social para la población infantil. El gobierno recién comenzó a entrenar a trabajadores sociales y sólo hasta hace poco, empezó a regularizar el sistema de recepción de niños perdidos, reconexión familiar y orfanatos. Se está también intentando controlar la asistencia a la escuela y hacer un seguimiento a los estudiantes ya registrados. Pero la labor es muy difícil, especialmente porque estas instituciones educativas, generalmente, tienen grandes deficiencias que no logran suplir la ausencia de un rol fuerte familiar.

“Ellos tienen padres, pero viven por sí solos. Viven una vida muy solitaria: comen solos, juegan solos. A pesar de que su derecho básico es recibir el amor, preocupación y cuidado de sus padres, en realidad ellos viven como huérfanos”, declaró Catherine Lee Yuk San, productora del documental “Los niños dejados atrás”, cuando fue premiada por UNICEF por su investigación.

Tian Ma es una de las protagonistas del documental de Lee. Tiene 10 años, vive con su tía hace cinco, y además de sus responsabilidades escolares, debe ayudar con el cuidado de sus hermanos gemelos. Reconoce que su estadía en esa familia “es temporal, pues sabe que sus padres vendrán por ella”. Sin embargo escasamente los ve, al punto que confiesa que está olvidando el rostro de su madre.

Vacío legal

La cuestión es que legalmente estos niños no son huérfanos, y por lo tanto el gobierno no puede ubicarlos en orfanatos, que en muchos casos sería lo ideal, pues tendrían alimentación, educación y salud garantizadas. Además contarían con una asistencia social que –como sería en el caso de los hermanos Tao- velaría realmente por sus intereses.

“Pekín no es una buena ciudad para un niño. Prefiero dejar a mi hijo en casa, con mi madre, y así poder trabajar fuertemente para enviarle dinero”, cuenta Xiao Xu, una mujer de la provincia de Anhui que trabaja como empleada doméstica en la capital. “Mi esposo y yo trabajamos de lunes a sábado, desde las 5 de la mañana hasta las 7 de la tarde. ¿Con qué tiempo podría cuidar a mi hijo?”, añade.

Cuando se le pregunta si no teme que su hijo reconozca a su abuela como la verdadera madre, al ser realmente la única responsable de su crianza, se queda en silencio hasta que se auto convence: “No. Las dos veces que lo veo al año, en año nuevo chino y en Octubre, me reconoce como su madre y siempre quiere estar conmigo, no con su abuela”.

Xiao Xu quisiera traer a su hijo, pero se enfrenta a un problema adicional: ninguno de la familia tiene hukou –permiso de residencia- para Pekín. La estricta política china frente a estos registros, impide que los migrantes trabajen legalmente, reciban asistencia social o puedan inscribir a sus hijos en las escuelas. Por la misma razón, encontrar niños que escapan de sus lugares de residencia es muy difícil, pues al ser campesinos muchos de ellos no tienen hukou, e incluso muchos ni siquiera han sido registrados como ciudadanos chinos para evadir la política del hijo único.

Y si logran acompañar a los padres, deben ser registrados en escuelas ilegales y vivir una vida también solitaria, pero en una grande ciudad.

“Los niños migrantes tienen acceso limitado a la educación, no hay redes de apoyo en la nueva ciudad, y padres que trabajan largas horas cada día”, escribió Jonathan Hursh en la introducción de la ONG, Compasión para niños migrantes, que fundó en Pekín, y afirmó, “los niños son quienes pagan el precio más alto y corren el riesgo de caerse entre las grietas del sistema chino.

Fuente: La Nación. Argentina

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