Derrumbando mitos

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En pleno siglo XXI y habiendo pasado ya de muchos temas complejos para la sociedad en su proceso de evolución, a estas alturas, la adopción ya debería estar completamente asimilada como una alternativa más de ser familia.

Sin embargo, aún persisten muchos mitos arraigados en la sociedad chilena acerca de este tema. Hablo específicamente de nuestra sociedad, porque en mi rol de Directora de una Fundación con más de 26 años de experiencia en el tema de la adopción, he tenido la oportunidad de relacionarme y de saber cual es el trato que se le da en otros países, lo que me permite decir con propiedad que en Chile es quizás uno de los lugares donde estos mitos están más arraigados.

Para empezar, me referiré a la idea equivocada que existe acerca del proceso. En este punto, lo más recurrente es escuchar frases como: “Es muy largo”; “son trámites muy engorrosos”; “es muy difícil adoptar”. Nada de esto es cierto. Si nos detenemos a pensar que este proceso define la vida de un niño y una familia completa, encontraremos sentido a la necesidad de tomar los mayores resguardos posibles y en este sentido, lo primero es buscar a los padres más idóneos para un niño al que se le negó la posibilidad de contar con padres biológicos. Es así que la legislatura establece la obligatoriedad de comprobar la idoneidad física, psicológica y moral de quienes postulan a una adopción y esto se operacionaliza a través de la evaluación social y psicológica de las personas que manifiestan el interés por adoptar. Lo que no es un mito, es el hecho de que esa familia está tomando una de las decisiones más importantes de su vida y que no podemos hablar de «trámites» sino más bien de un proceso.

Otro de los mitos más arraigados en nuestra sociedad dice relación con asumir la adopción como una paternidad distinta a la biológica. El daño más grande que se le puede hacer a un niño es no permitirle que forme su identidad de hijo adoptivo tratando siempre de asimilarlo a una paternidad biológica. Es casos como este, todo su medio social se empeña en encontrar los parecidos físicos con los padres, para tratar de ocultar el origen del niño y cómo llegó a transformarse en hijo. Nada mas pernicioso, ya que esto impide que el niño vaya asumiendo, desde temprano y como un hecho natural de la vida, el que su incorporación a la familia tiene que ver con un acto de voluntad más que por un hecho natural, lo que no significa borrar su identidad biológica.

Otro de los mitos que persiste es el de la genética. Por supuesto cada ser humano trae consigo una carga genética determinada por sus progenitores, sin embargo, a diario comprobamos que la identidad es un constructo social, que tiene mucho que ver con la calidad de los vínculos que somos capaces de ir desarrollando, más que por la genética que heredamos. Que la familia de origen de un niño provenga de medios sociales donde la delincuencia, la drogadicción y el alcoholismo son parte de la cultura, no significa que ese niño necesariamente se convertirá en un drogadicto o será definitivamente un delincuente, salvo que en este nuevo medio familiar nos encarguemos de mostrarle ese camino como un determinante definitivo. Por ello los padres adoptivos deben empoderarse de su condición y transmitir su propio sello cultural, siendo aquí donde se torna relevante poder contar con la mayor cantidad de información respecto del origen del niño al momento de asumir su adopción.

Tampoco es real que existen tantos niños susceptibles de ser adoptados. Las cifras oficiales nos hablan de cerca de 11 mil niños institucionalizados, sin embargo no todos podrían ser adoptados ya que la gran mayoría cuenta con familiares que no están dispuestos a cederlo en adopción, a pesar de no estar cumpliendo un rol protector en su vida.

La sociedad chilena a cambiado y también hemos avanzado en estos temas, es responsabilidad de todos quienes operamos en ésta área ir objetivando la realidad, apoyando así a quienes optan por formar su familia a través de la adopción, ayudándolos a tomar una decisión informada y sin prejuicios, que finalmente sea un trampolín para cada uno de estos niños en su incorporación social, familiar y desarrollo futuro.

María Elena González

Fuente: MOMWO.com

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