«Mi hija tiene rasgos orientales»

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Muchas ilusiones son las que albergan dos personas cuando se unen: compartir una vida juntos, tener una casa, hijos… Pero algunas veces esos sueños se truncan ante la imposibilidad de concebir hijos. Tras más de un año intentándolo, muchos buscan otras alternativas como los tratamientos de fertilidad, a los que se tiene que someter alrededor de un 20% de la población. Sin embargo, algunas veces, estos métodos tampoco funcionan. Es el momento de buscar otras alternativas.

Guillermo y Esperanza llevaban varios años intentando tener un niño cuando se decidieron por la adopción. “Nos informaron sobre la inseminación artificial, pero en aquella época nos daban tan sólo un 11% de probabilidades de éxitos, así que preferimos optar por la adopción”.

Se pusieron entonces manos a la obra, y fueron a la delegación de Cádiz para informarse sobre la adopción. Allí les explicaron en qué consistía la adopción y todo lo consistente en los papeles que debían rellenar. Pero a ellos lo que les interesaba era saber en qué país era más rápida la adopción. “Cuando terminó la entrevista le pregunté que cuál era el país más rápido para adoptar y cuando contestó que era China, inmediatamente pedí los papeles”.

Pero era un proceso complicado. Muchos papeles venían devueltos y había que volver a mandarlos, otros caducaban, los organismos solían echarles para atrás… “cada papel firmado era un logro, porque eran muchos papeles”.

Además había que pasar muchos filtros: reconocimiento médico, psicológico, social y financiero, un certificado de penales…
Todo se hacía más difícil al no contar casi con agencias de adopción que pudieran llevar el caso. Ya, casi al final, fue Andeni la que los ayudó. Pero al principio ellos tenían que lidiar con todo el papeleo y al principio, les desmoralizaba un poco.

Tras pasar el certificado psicológico y mandar los papeles tanto a la embajada de Madrid como la de Pekín se les asignó un número de expediente. “Nosotros llamábamos cada mes a la embajada de Pekín. Nos poníamos el despertador a las cuatro de la mañana y llamábamos por teléfono para saber cuántas adopciones habían dado ese mes y por qué número iban”.

“Al cabo de los 10 meses nos invitaron a ir a China y nos designaron una niña”, cuenta Guillermo mientras saca una foto de la cartera: la que le dieron en que momento. “Ya teníamos la foto siempre presente, comíamos con ella y todo. Fue como un embarazo muy largo”.

Tres meses después emprendieron el largo viaje tan esperado. Tras largas horas de vuelo y de viaje en autobús llegaron por fin al pueblo donde debían recoger a la niña. “Porque vas con la ilusión de la niña, pero es un viaje muy duro”, comenta Esperanza.
El mismo día que llegaron fueron a recoger a la niña. Los llevaron al orfanato y los reunieron a todas las familas en una sala donde los fueron llamando uno a uno para que dieran el donativo de 3.000 dólares que contaban delante de ellos. “En ese momento yo me sentí muy mal, pero luego cuando te dan a la niña se te pasa porque claro, te dan lo que te dan”.

Metieron a las 22 parejas que iban en una habitación. En la sala contigua estaban los niños “en cuanto escuchamos a los niños llorar nos pusimos nerviosos”. “Entré con la cuidadora a por la niña y cunado me la señaló y me dijo cuál era le respondí: yo sé cual es mi niña”. Sabía su cara de tanto mirar la foto.

Aunque no los dejaban andar por el orfanato, y sólo los llevaban a las habitaciones donde podían pasar, Guillermo logró salirse del grupo y ver las condiciones en las que se encontraban los niños. “Me asomé por la ventanita y vi a un grupo de unos quince niños, de ocho años para abajo, todo llenos de churretes, mal vestidos, muy coloraditos… daba mucha pena”.

Cuentan que allí el trato que se les da a los niños, ciertamente no es el mejor, pero no por falta de cariño sino de recursos. Cuentan que amarraban a los niños por las muñecas y los tobillos a una silla para que no se tirasen. “Pero el niño está constantemente moviéndose y se le quedan las marcas de las cuerdas. A Esperanza todavía no se les ha quitado”. Cuentan que cuando llegó, Esperanza dormía sentada, porque no estaba acostumbrada a acostarse.

Sin embargo, no estaban faltas de cariño. Las cuidadoras lloraron cuando les entregaron a la niña y ella quería irse con las cuidadoras. “No es un trato vejatorio a los niños porque quieran maltratarlos, sino porque no tienen medios”.

Carmen, estaba con una familia de acogida, e igualmente tenía que irse con ellos cuando iban a trabajar, porque, a pesar de que el gobierno les daba una ayuda por tener a la niña, no podían dejar de trabajar ninguno de los dos. Entonces se la llevaban con ellos cuando tenían que pescar e igualmente la amarraban a la barca, pero con el único fin de que no se cayera.
Ya con su niña, y tras dos semanas, desde su llegada a China pudieron reemprender el viaje de vuelta. “El primer día ya aprendió a decir papá y mi mujer le enseñó a cantar los cinco lobitos” cuenta Guillermo mientras enseña un álbum con las fotos de la niña, que hoy ya tiene catorce años.

“Nosotros quisimos traernos a dos niñas la primera vez, pero no nos dejaron”, cuenta. Así que poco tiempo después volvieron a empezar todo el proceso de nuevo, para poder traese a Carmen. “Aunque también tardamos dos años, todo fue mucho más fácil, porque ya sabíamos lo que teníamos que hacer”. Con un niño, las cosas cambian. Esta segunda vez, el examen psicológico, por ejemplo, se lo hicieron a la niña “le leyeron un cuento y cosas así, pero vienron que estaba completamente integrada”. Así que, como en el caso anterior, su expediente afirmaba que eran una pareja completamente adecuada para tener a un niño entre cero y tres años. Y, como en el caso anterior, Carmen tenía un año cuando fue adoptada.

“Nada más cogerla en brazos, puso su cara en mi cuello y me olisqueó. Es una manía que tenía hasta hace poco“.

Ahora están planeando un viaje a China para que las niñas conozcan su país. “Nosotros nunca les hemos ocultado nada”, cuenta Guillermo. “Incluso nos han preguntado por sus familias, pero no tienen, en su expediente pone que son huérfanas”.

“Pero nosotros no adoptamos a las niñas por quitarlas de la calle”, cuenta Guillermo, “nosotros teníamos necesidad de unos hijos. Y es mucho más lo que ellas nos han aportado, que lo que podemos darle nosotros a ellas”. Así, cuenta cómo las niñas llenaron aquella casa tan grande y que, poco a poco incluso fueron cogiendo sus manías y gestos, hasta parecerse a ellos en el carácter. “La gente hace algunas veces preguntas un poco absurdas. Una vez me preguntaron que si la niña me entendía cuando hablaba”, cuenta Esperanza. “Y claro, ellas tenían un año cuando las trajimos, ni siquiera se acuerdan de su estancia allí”.
Hoy es Guillermo el que ayuda a otras familias en su largo viaje por la adopción, habiéndo aconsejado ya a cuatro familias de Jerez.

Muchos requisitos, mucha espera y, al fin, el niño deseado

Los requisitos que se exigen para poder adoptar un niño en China son muchos y muy estrictos, a pesar de no ser el país que más restricciones pone. Los solicitantes deben estar casados y llevar dos años de matrimonio o, en caso de que estén divorciados, cinco. El gobierno chino no permite que los solicitantes sean homosexuales.

Además a las familias se les hace, para saber si son aptos para la adopción, un exhaustivo examen médico en el que se deben descartar todas aquellas enfermedades graves que afecten a la esperanza de vida o trastornos psicológicos.

El aspecto económico es algo que también se tiene en cuenta. De esta manera, se mira que alguno de los dos cónyuges tenga un empleo estable y se requiere unos ingresos mínimos al año -10.000 dólares por miembro de la familia, sin contar las prestaciones sociales- y un patrimonio, también tasado.

Además, ambos solicitantes deberán tener estudios de bachillerato o similar y un historial delictivo limpio.

Tras tener confeccionado y legalizado el expediente en el que se incluye toda la documentación presentada, se tramita la adopción a través de un protocolo público. Éste se entrega a la Comunidad Autónoma que, a través del Ministerio de Asuntos Sociales y el de Exteriores, harán llegar el expediente a la embajada de España en Pekín y allí, el Centro Chino de adopciones, asignará una fecha de registro.

Una vez enviada la asignación por el Centro Chino de adopciones -cuya espera se está alargando hasta más de dos años-, y aceptada, por escrito, hay que esperar entre 3 o 4 semanas a que manden una carta con una invitación a viajar, requisito imprescrindible para poder ir.

Durante el tiempo que transcurre se va preparando el viaje. La estancia en China será de dos semanas: una en en la provincia de asignación y otra en Pekíno Shangai. Para ello se contacta con la embajada de España en Pekín, pidiendo cita y se contrata a una agencia que prepare todo el viaje.

Fuente: http://andaluciainformacion.es

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