¡Qué clarita es!

¿Quién no ha oído alguna vez esa expresión? O ésta otra: ¡Qué redondos tiene los ojos! Y normalmente estas expresiones las hemos oído en personas que nunca se reconocerían como racistas ¿Pero lo son?

¿Considerar que todo lo relacionado con el color negro, con lo oscuro, es malo o, al menos, poco deseable, es racismo? ¿Lo es considerar que tener los ojos redondos es mejor que tenerlos «achinados»?

En realidad, estas expresiones denotan un racismo inconsciente, que es el racismo de aquellas personas que no saben que en realidad son racistas. Se trata de un racismo escondido en las conciencias, en las ideas, un racismo involuntario, pero que no por eso deja de serlo.

Quedarse sorprendido porque una persona negra hable bien español es racismo inconsciente.

Pensar que las mujeres latinoamericanas sólo pueden dedicarse a las tareas domésticas es racismo inconsciente.

Decir a una persona con rasgos orientales «a ti no te veo como inmigrante» es racismo inconsciente.

Usar expresiones del tipo «trabaja como un negro», o «miente como un gitano» es racismo inconsciente.

Preguntar a una persona de otra raza, «Y tú ¿de dónde eres?» es racismo inconsciente.

Este tipo de racismo, cotidiano, común, es el de quienes no se han dado cuenta todavía de que hoy día ser español, o francés o italiano, o alemán, o noruego, no tiene nada que ver con el color de la piel.

Aunque, en palabras de Einstein, sea más fácil destruir un átomo que un prejuicio, el camino para conseguirlo pasa por mostrar tolerancia cero ante este tipo de racismo. Aunque sea de baja intensidad, es racismo al fin y al cabo.

De ésta y otras cuestiones interesantes relacionadas con la adopción pudimos hablar con Eva Gispert y Cari MacCay el pasado día 2 de Marzo en la charla-coloquio del Instituto.

Más información de ésta y otras actividades, en nuestra web