Sobre los estudios de investigación en niños de orfanato

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Puede parecer una paradoja, pero hoy resulta más fácil estudiar el efecto de variaciones génicas que el efecto del entorno y de la educación en el desarrollo cerebral. La razón es sencilla: mientras disponemos de modelos animales con los que estudiar el efecto de mutaciones génicas en el cerebro, lo que facilita los estudios con personas, el estudio de los efectos del ambiente familiar y educativo es necesario realizarlo exclusivamente con seres humanos.

Evidentemente, no podemos realizar experimentos educativos con niños de corta edad, al menos no si estos forman parte de estudios científicos planificados, y no de cambios en leyes de educación. Por esta razón, se suelen llevar a cabo estudios denominados observacionales. En estos estudios no se manipula ninguna de las variables del entorno, ni tampoco se elige en qué entorno van a encontrarse los distintos sujetos a los que se estudia. Simplemente, se observa lo que sucede con la esperanza de que puedan extraerse algunas conclusiones.

Una respuesta social común en muchos países es la de ingresar a niños pequeños huérfanos de ambos padres, o abandonados, en los llamados orfanatos. En general, el ingreso de niños pequeños en orfanatos les produce un estrés psicológico y físico severo que puede acarrearles serias consecuencias. ¿Qué sucede con estos niños?

Estudios observacionales llevados a cabo en diversos países han revelado que, comparados con niños criados en familias, los niños que han pasado por un orfanato sufren con mayor frecuencia de déficits cognitivos y muestran menor capacidad de producción y comprensión del lenguaje. Además, pueden sufrir también con mayor frecuencia problemas de desarrollo mental y diversas formas de psicopatología.

Un problema con estos estudios es que no sabemos si ambas poblaciones de niños son realmente iguales. Es decir, si por ejemplo encontramos que los niños del orfanato son de menor estatura que los que siguen con su familia, no podemos saber a ciencia cierta si su menor talla se debe a vivir en el orfanato y no a otro factor que los ha conducido allí en primer lugar, como tal vez un mayor descuido de sus padres, o un mayor número de hermanos en condiciones económicas difíciles, antes de quedar huérfanos o de ser abandonados, lo que habría afectado a su nutrición y a su crecimiento.

Para evitar este tipo de problemas, cuando es posible, los estudios con seres humanos se realizan asignando de forma aleatoria a los sujetos a los grupos control o experimental. La asignación de forma aleatoria asegura la generación de dos poblaciones iniciales iguales y, por tanto, garantiza que si se encuentran diferencias estas serán debidas, probablemente, solo al efecto del factor que se pretende estudiar. En este caso, para estudiar el efecto de vivir en un orfanato deberíamos elegir una población homogénea de niños (misma edad, mismo estatus socioeconómico de los padres, etcétera) y asignarlos aleatoriamente a un orfanato (arrancándolos del seno familiar) o dejar que sigan viviendo con sus padres. Evidentemente este tipo de experimentos no es posible por razones éticas y legales.

Sin embargo, este tipo de estudios sí puede hacerse con los niños en orfanatos que van a ser adoptados. Es decir, de entre los niños que han tenido la desgracia de ingresar en un orfanato (aunque no son una población homogénea) sí puede elegirse al azar a quienes van a ser adoptados y a quienes van a continuar internados por falta de demandas de adopción. De hecho, esta elección al azar es probablemente la más justa, y no la basada en si los niños son más o menos guapos, inteligentes, o dóciles. Además, ahora puede seguirse su desarrollo y estudiar si la salida del orfanato reduce o no la frecuencia de problemas mentales.

Un estudio como este se ha llevado a cabo con 136 niños en orfanatos rumanos. Los niños han sido evaluados por psicólogos y neurocientíficos estadounidenses de varias prestigiosas universidades. Utilizando técnicas de imagen cerebral y electroencefalograma, los investigadores descubren que el volumen de la materia gris en la corteza cerebral de los niños que han estado internados en orfanatos en algún momento de sus vidas es significativamente menor que el de los niños que nunca han estado ingresados en orfanato alguno. Además, el volumen de la materia blanca cortical de los niños que siempre han vivido en un orfanato es también menor, aunque este volumen se recupera (pero no así el de la materia gris) tras la adopción por una familia.

Recordemos que la materia gris está formada por neuronas; y la blanca, por las conexiones neuronales, los axones, y las células de apoyo a las neuronas, los astrocitos y células gliales. Además, los autores confirman que estas anomalías se ven reflejadas también en anormalidades en los patrones electroencefalográficos, que reflejan la actividad cerebral.

Estos resultados, publicados en la revista Proceedings, añaden nueva y sólida evidencia sobre la importancia de un buen ambiente educativo en la infancia temprana para conseguir un desarrollo cerebral y cognitivo adecuado. Indican igualmente que los programas de adopción son muy beneficiosos desde este punto de vista. Me perdonarán los puristas de la ciencia, pero estos resultados indican también que la ciencia no siempre es neutral, fría y lejana, ya que la realidad que revela sobre nosotros mismos debe ser tenida en cuenta para decidir cursos de acción sociales, legales y éticos, si es que deseamos proteger a los más débiles.

Fuente: La Tribuna de Albacete

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