La adopción llega a la adolescencia

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Mai-Lujie Rodríguez Zárate se ha preguntado varias veces si tendrá algún hermano mayor o pequeño viviendo en China, en Estados Unidos o quizá en España, como ella. También Raulifang Tatiana Casado Cuesta ha pensado en cómo serán sus padres biológicos, pero este pensamiento no le quita mucho tiempo porque, asegura, «mis padres biológicos me dan igual». Ellas fueron dos de las cuatro primeras niñas chinas que se adoptaron en Burgos y que ahora han llegado a la adolescencia -la época problemática por excelencia en el desarrollo de cualquier menor de edad- sin el tabú de cuáles serán sus orígenes, una de las principales causas de roce entre padres e hijos no biológicos.

Tensiones que, en ocasiones, se vuelven insuperables y provocan la ruptura del vínculo familiar y las devoluciones de menores a la Administración, aunque no es el caso de Burgos. Según fuentes oficiales de la Consejería de Familia y Servicios Sociales, ese tipo de situaciones se han dado en contadas ocasiones en la región y nunca en la provincia. Pero hace poco más de un año, la Generalitat de Cataluña alertó de que le habían sido devueltos más de 70 menores, todos ellos después de haber pasado varios años de convivencia con sus familias adoptivas y siempre a medida que se acercaba la adolescencia. Y tras el boom de las adopciones de comienzos de siglo, son muchas las parejas que ahora se enfrentan a la adolescencia de sus hijos adoptados, una época que no tiene por qué ser más complicada que la de cualquier otro menor si se tienen muy claras las cosas por ambas partes.

El psicólogo Gabriel Labajo está especializado en adopción y adolescencia y todos los años organiza un curso específico sobre esta cuestión a instancias de Arfacyl, la Asociación Regional de Familias Adoptantes de Castilla y León. Y bajo su punto de vista, la clave está en no plantear la adopción como algo estático. «Las familias tienen que hablar de qué supone el ser diferente, el ser adoptado o de una raza distinta. Hay veces en las que las familias tienden a no hablar de esto. Los adolescentes, todos, tienden a comunicarse menos en la adolescencia, pero es obligación de los padres preguntarles y hablar de estas cuestiones con naturalidad. Dejarles claro que para que haya una adopción, previamente tiene que haber habido un abandono».

Y esto es algo que en las familias de Mai y Tatiana -sus nombres de andar por casa- está muy claro. Nada más llegar a Burgos, fueron protagonistas de un reportaje en este periódico, en el que sus padres confesaban que habían dado el paso de adoptarlas después de ver un reportaje sobre los orfanatos de China, Las habitaciones de la muerte, que se hizo famoso por la dureza de sus imágenes. Así que en cuanto estuvieron en casa, sus padres trataron de que sus orígenes y sus peculiaridades fueran temas recurrentes de conversación. Así, los padres de Tatiana se propusieron que tanto ella como sus hermanos -españoles pero también adoptados- celebraran su cumpleaños y el día en el que llegaron a la familia. «Lo hemos hecho hasta que han sido mayores, para que tuvieran siempre claras las cosas», explica la madre de Tatiana, Camen Cuesta. O como cuando los padres de Mai, Ignacio Rodríguez y Carmen Zárate, se sorprendieron al ver que la pequeña se dibujaba con rasgos occidentales en lugar de asiáticos y tenían que recordarle que ella era china y, por lo tanto, distinta. Y consiguieron que lo tuviera tan claro que la pequeña Mai llegó a jactarse en el colegio de ser la única que tenía una madre china, otra española y, para más inri, una tercera que era la Virgen. Ahora, Mai se ríe al oír estas cosas y admite que el ser adoptada le ha hecho plantearse cuestiones sobre China, pero que siempre ha zanjado el tema concluyendo que «aquí estoy bien».

A diferencia de los padres de Tatiana, los de Mai han superado ya la adolescencia de tres hijos biológicos, la de Mai y están empezando a encarar la de su quinta hija, también China. Así que el matrimonio Rodríguez Zárate tiene la experiencia más que suficiente para concluir que «la adolescencia es un reto para cualquier padre, sean sus hijos biológicos o no. Educar a un crío ahora es todo un reto, porque los adolescentes de hoy no tienen nada que ver con los de ayer y hay que afrontarlo. Si hay problemas hay que buscar ayuda y soluciones, pero eso de decir que ahora ya no te interesa, no puede ser».

Escuchando estas palabras está Maite del Val, la madre de la tercera niña china que en diciembre de 1998 apareció en las páginas de DBpor haber sido las primeras y que ahora ha acudido sola a la cita con el periódico porque su hija, Shaojia María García del Val, cambió de opinión y decidió no participar en el reportaje. Del Val también tiene un hijo biológico y afirma con vehemencia que «cada niño tiene su adolescencia, todos son diferentes aunque tú los has educado de la misma manera, y ahí no tiene nada que ver el haber sido adoptados o no».

De hecho, tanto del Val como el matrimonio Rodríguez Zárate afirman que, al poco de adoptar a las niñas, algo exótico en el Burgos de 1998, hubo gente que les preguntó si las querían tanto como a los biológicos. «La única diferencia entre un hijo adoptado y uno biológico es que en un caso los gestas durante nueve meses y en el otro tienes una especie de embarazo ‘administrativo’ en el que te vas preparando», explican. En su caso, esta fase duró entre uno y dos años, nada que ver con los seis o siete años que esperan las familias que ahora están inmersas en una adopción. Y si bien es cierto que si el haber sido los primeros tuvo la ventaja de una relativa rapidez en el papeleo, también tuvo grandes inconvenientes como que la Junta apenas tuviera información sobre lo que suponía una adopción o la inexistencia de asociaciones y colectivos especializados para asesorar a las familias en las distintas fases de la adopción.

Asunto pendiente.

Mientras sus padres hablan sobre los pormenores de su llegada a Burgos, Tatiana y Mai escuchan e intervienen con toda naturalidad para explicar, por ejemplo, que visitar China es la única tarea pendiente. ATatiana le dijeron que cuando cumpliera catorce años la llevarían, pero a medida que crecía, se dieron cuenta de que se habían dado un plazo muy corto y lo han retrasado. A Mai le dijeron que a los 18, así que todavía queda margen, pero con independencia de si se rebasa o no, sus padres afirman que irán a China para completar el círculo. E incluso puede que las lleven al orfanato del que las recogieron en el otoño de 1998.

Mientras tanto, ellas se entretienen imaginando China y barajan la idea de apuntarse a chino mandarín, idioma que comenzaron a estudiar al poco de llegar a Burgos pero que luego abandonaron. Por el momento, tienen bastante con terminar cuarto de la ESO y empezar el Bachillerato, Tatiana en el José Artesano y Mai en el López de Mendoza. Después, ambas tienen claro que irán a la Universidad, y para entonces, la adolescencia será una etapa más que olvidada.

Fuente: diariodeburgos.es

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