El largo camino entre Sevilla y Vinh Long

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Una historia de adopción en Vietnám

Un largo camino que terminó felizmente el pasado mes de noviembre con la llegada del pequeño Quin (Joaquín) a Sevilla. El final de esta historia es el comienzo de una nueva vida para este niño vietnamita adoptado por una familia sevillana después de siete años de trámites, esperas, más trámites y algún golpe de suerte. Joaquín y su mujer, Lucía, decidieron comenzar el proceso para adoptar a un niño extranjero en el año 2006.

Han sido siete años los que han tenido que esperar hasta poder viajar a Vietnam a por su hijo. Un tiempo que se ha acortado porque el niño tenía unas necesidades especiales que hicieron que todo se hiciera con urgencia. Durante todo este tiempo han podido constatar la excesiva burocracia del proceso y la diferencia entre las comunidades autónomas: «Con el proceso de legalización de papeles te das cuentas que todavía hay ciudadanos de primera y segunda. Los trámites ante el Ministerio de Exteriores los puedes hacer en persona o por correo. Los madrileños no tienen problema. Nosotros, si lo hacemos por correo, tenemos que esperar más tiempo y si alguien te los lleva tienes que gastarte el dinero en un poder notarial».


Para obtener la declaración de idoneidad tuvieron que enfrentarse a un curso de formación y a unas sesiones con un psicólogo y un trabajador social que debían determinar la aptitud de la pareja para adoptar. «Básicamente lo que hacen es quitarte la idea de la cabeza. Nos dio la impresión de que sólo buscan que las familias tengan un nivel de renta suficiente. No creo que sirva para identificar si una familia está preparada o no». Una de las pegas que le puso la psicóloga fue que llegaba muy tarde de trabajar, pero sin duda lo peor fue el encuentro con su hija, que tenía sólo tenía tres años. «La entrevistaron sin estar nosotros delante. ¿Qué haces? ¿Te niegas? Seguramente podríamos haberlo hecho, pero tampoco había nada que ocultar. Eso nos obligó a tener que contárselo todo, cuando no es lo recomendable».

Una vez obtenida la idoneidad se elige el país y la Ecai (una entidad privada acreditada por la administración, que se ocupa de la legalización y el envío del expediente de adopción). «La Ecai no deja de ser una gestoría que te mueve los papeles y realiza los trámites. Se echa en falta muchas veces un trato más humano en un proceso que es muy duro mentalmente. No te llaman nunca». En abril de 2007 se envía la solicitud de adopción a China, que es el país que eligieron. Y a esperar.

A los tres años, en 2010, caduca la idoneidad y tienen que renovarla. «Entonces tomamos la decisión de que si había que hacerlo una tercera vez, lo dejábamos». Desde 2009 la Junta permite elegir un segundo país, así que a China suman la opción de Vietnam, donde los trámites iban más rápidos. «La mala suerte fue que a las dos semanas cerraron Vietnam, pero los papeles siguieron allí». En febrero de 2012 se llevan la sorpresa. Los llaman para comunicarles que hay en Vietnam una niña con necesidades especiales para adoptarla ya, pero que tienen que responder enseguida. Dicen que sí y tienen que iniciar un nuevo proceso de idoneidad, esta vez por tener la menor necesidades especiales. Algo pasa con la niña y le dicen que se olviden, pero le ofrecen la posibilidad de adoptar a un niño. Realizan los trámites de manera urgente y en noviembre, por fin, viajan a Vietnam.

Una vez en Sevilla con el pequeño Quin, sus padres analizan todo el proceso que han tenido que superar. En primer lugar, han constatado que no existe un protocolo unificado del SAS a la hora de vacunar al niño, por ejemplo, y son claros a la hora de identificar los fallos del sistema. «Juegan con que la mayoría de las familias cuando llegan con el niño se olvidan de todo, pero el proceso podría funcionar mejor». Advierten de la gran cantidad de trámites necesarios que lo retrasan todo, un papeleo «que no contribuye a dar mayor garantía jurídica al proceso». Han comprobado la lentitud en los países de origen de los niños, pero afirman que los trámites aquí podrían ir mucho más rápido, todo de cara a agilizar una espera que agota mentalmente a las familias: «Hay que estar muy centrados para llegar hasta el final. Muchos abandonan». Y también está la cuestión económica. Sólo en los dos últimos años han tenido que gastar alrededor de 30.000 euros: «Hay muchos intereses económicos creados. Muchas veces tienes la sensación de que estás comprando un niño. Mucho más en el país de origen».

A pesar de todo, el pequeño Quin dejó el orfanato de Vinh Long para emprender una nueva vida en Sevilla y hacer feliz a estos padres. Por ello, todos los sacrificios han valido la pena.

Fuente: diariodesevilla.es

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