Cuestión de identidades. Niños adoptados.

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Ya han pasado unos cuantos años desde que comenzó la adopción como nueva forma de constituir una familia, aunque en realidad el boom en España se situó alrededor del año 2004 con más de 5500 casos. Es una buena opción para las parejas o personas que no pueden concebir hijos biológicos pero no es un proceso exento de dificultades. Estadísticamente, el 52% de los niños adoptados llegan con un retraso psicológico severo y sólo el 33% lo hacen con un nivel correspondiente a su edad. Esto no quiere decir que necesariamente vayan a tener problemas, pero sí existe una mayor probabilidad.

Sin meterme en los aspectos judiciales, me gustaría pensar sobre la identidad en los niños adoptados. Siempre se habla de su adaptación a la familia, al medio social y cultural. Pero en su interior existe otro proceso, a veces doloroso: la búsqueda del sí mismo. ¿Qué es? ¿Qué podemos hacer?

LA LLEGADA:

Cuando llega un bebé adoptado a una familia, hay que crear una historia común que a veces no es fácil. Los padres y el nuevo hijo tienen que vincularse, sentir que esos son mis padres y este es mi hijo. Serán muy importantes las expectativas de los padres adoptivos sobre la situación de llegada el hijo, tanto física como psicológica. Cuanto más ajustada sea la realidad a lo que ellos esperan, menos les costará ese sentimiento de filiación, el es mi hijo.

Un dato que me sorprendió es que el 41% de los bebés de adopciones internacionales vivió un tiempo con su madre. Es decir, que el bebé se vinculó y después les separaron. Los humanos nacemos programados para apegarnos a una madre amorosa, pero también a una madre negligente. Aunque le hagamos un favor sacándolo de ese círculo de pobreza económica y muchas veces afectiva, lo cierto es que se está rompiendo el vínculo primario que tenía con su madre. Y eso nunca se borra. En su mente existe una madre que le ha dejado, aunque no la recuerde. Y los lazos que haya podido establecer antes de ser adoptado incidirán de forma importante en los nuevo vínculos. Por eso, cuanto mayor es el niño adoptado, mayores son las dificultades para apegarse. Porque tiene más experiencias previas.

El trabajo de los padres adoptivos no sólo será integrarlos en el nuevo entorno sino que será necesario que reparen en la medida de lo posible el daño que las experiencias previas a la adopción han generado en su identidad. La clave es dar una continuidad y una coherencia a la historia del niño, que no haya una falla, una ruptura, en la historia de su vida. Una herramienta muy recomendable es realizar un libro con las fotos de los padres antes de que llegara él, del viaje al país adoptivo, de los primeros momentos juntos, etc. Pero su vida no comenzó cuando le adoptaron por lo que recomiendo dejar unas hojas en blanco al inicio del libro para rellenar con la propia historia del niño antes de la adopción. De esta forma se están uniendo dos historias en una, se da un sentido a su vida a través del libro que actúa como símbolo.

Algunos niños adoptados optan por construir un muro y no dejarse amar. Otro caso que recuerdo, adoptado de Rusia, mostraba una actitud indiferenciada agradando a todo el mundo, siendo sumiso. En ambos casos el punto en común es el miedo a que vincularse de nuevo suponga otro abandono. Evito vincularme para no sufrir o, al contrario, intento que me quieran a toda costa para que no me dejen. Por eso los padres adoptivos se deberán ir convirtiendo en una fuente de seguridad y satisfacción de las necesidades del hijo para fortalecer esa fragilidad emocional.

CONOCER EL PASADO ES UN DERECHO.

Una dificultad muy común se refiere a cómo comunicar a los hijos que son adoptados. A veces se le llama “la revelación” pero prefiero llamarlo comunicación a secas. Esta cuestión genera tal angustia a los papás que pueden terminar por ocultar o evitar hablar de ello. Pero cuando a los niños les falta información, llenan esos vacíos a través de la fantasía. Esto no es saludable para el niño porque por un lado aprende que es algo malo de lo que no se puede hablar (y no se legitiman sus sentimientos) y por otro, les dificulta la construcción de su identidad. Saber quiénes son. De dónde vienen.

Se recomienda comenzar con el discurso de la adopción desde que son pequeñitos. Si te cuesta o no sabes cómo sacar el tema, puedes hacerlo a través de cuentos. Por ejemplo, el libro de la selva o el patito feo. Como no son muy conscientes de ello, el impacto emocional será menor y no habrá que “romper el hielo”. Hay que hacerlo de acuerdo a la edad y a la capacidad para entender y soportar que tenga el niño. Por ejemplo: “no estuviste en mi barriga. Estuviste en la de otra mujer pero estabas en nuestro corazón y te fuimos a buscar”. Algunos niños lo repiten aunque realmente no entienden el significado de esa palabra. Pero es una forma muy adecuada de empezar a transmitirle la idea de la adopción para que la vaya incorporando en su Yo, en su identidad. Cuidado con dar demasiada información, es mejor calidad que cantidad. Si le empiezas a contar muchas cosas, no podrá procesar toda la información y quedará confuso. Será muy útil vuestra capacidad de observación para captar las señales que os envíe sobre lo que le preocupa o sobre sus dudas porque cuando son pequeñitos no son capaces de externalizar sus emociones.

LA MADRE BIOLÓGICA. ¿QUÉ HACER CON ELLA?

Otro tema espinoso se trata de hablarle de la madre biológica. Cuando se habla de ella es importante pensar en qué información verbal y no verbal se está dando. Los hijos adoptados a veces sienten que tienen que parecerse en algo a sus padres adoptivos y cuando se da una imagen de madre negligente o promiscua el niño puede sentirse mal puesto que él es parte de ella. A veces son los padres adoptivos los que se sienten rivales de la madre biológica y por eso tienden a descalificarla. Sería mucho más sano que los padres (sabiendo o no la situación real por la que abandonó al niño) aceptasen el incuestionable papel de la madre biológica al haberle mantenido en su vientre 9 meses y haberle dado a luz. Se trata de preservar la imagen de la madre biológica en la mente del niño; sin idealizarla pero sin despreciarla. También es recomendable hacerle comprender que ninguna madre abandona a su hijo porque sí y que es posible que las circunstancias hayan sido tan duras y desgarradoras que la madre biológica no habría tenido más opción. Es inevitable que no surja el sentimiento de culpabilidad o de abandono pero así intentamos que comprenda que la culpa en ningún caso fue suya y además le ofrecemos la confianza para que pueda contar con los padres.

Habitualmente es hacia los 7-9 años, en los que ya tienen mayor capacidad mental, cuando comienzan a preguntarse por sus orígenes, a intentar entender ese discurso que se le ha dado desde tan pequeño, su conexión a dos familias. Quizá en este momento debas responder a ciertas preguntas sobre su adopción de forma más realista y menos adornada que cuando era más pequeño. Así demostrarás que eres una persona de referencia en quien puede confiar. Estas dudas son inevitables. Por  eso una actitud de confianza, empatía y naturalidad son básicas. Algunos hacen la búsqueda de identidad externa y quieren encontrar a hermanos, madres, u otros miembros  y, en ocasiones, deciden visitar  su país. Esto, al contrario de lo que se puede pensar, no es un síntoma de malestar del hijo. Es necesario que cuente con el apoyo de sus padres adoptivos también para ello. Si así ocurre, el vínculo hijo-padres se verá fortalecido por haberle acompañado en la búsqueda de sí mismo.

Fuente: Atención Temprana. Comprendiendo el desarrollo (http://atencionaldesarrollo.com)

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