Escultor de sonrisas infantiles

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La vida de José Luis Gutiérrez dio un giro inesperado la primera vez que pisó el orfanato de Matruchhaya, en la India. Allí, él y su mujer, Aurora, conocieron a Roshni y a Chandrika, dos hermanas que les robaron el corazón y que acabaron convirtiéndose en sus hijas adoptivas. Y allí, también, empezó a fraguarse un proyecto de cooperación artística que, desde 2004, vuela desde España hasta el propio país hindú y Nepal.


La gran pasión de José Luis, profesor de la facultad de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, fue siempre la escultura. «Sin embargo, poco después de adoptar a las niñas, me diagnosticaron una enfermedad degenerativa, esclerosis múltiple, y empecé a perder la fuerza en los brazos y en las piernas», recuerda. «Intenté aferrarme a mi vocación como pude. Utilicé todo tipo de materiales y herramientas, e incluso hubo un tiempo en el que creí que mi trabajo físico en el taller de escultura podría ser una buena terapia para frenar la progresión de la enfermedad, pero lo cierto es que aquel esfuerzo por oponerme a lo ineludible, me dejaba agotado, y me llenaba de frustración, por lo que opté por cerrarlo», apunta.

Al poco tiempo de tomar esa difícil decisión, la casualidad quiso que este profesor se encontrase con la primera convocatoria de proyectos de cooperación al desarrollo que hacía pública la universidad en la que trabaja. «Pensé que era una buena ocasión para intentar hacer realidad una idea que llevaba años rondándome por la cabeza: ofrecer a los niños de Matruchhaya la posibilidad de desarrollar actividades creativas durante las vacaciones».

Desde entonces, todos los otoños, aprovechando las festividades orientales, José Luis y un pequeño grupo formado por cuatro o cinco universitarios viajan hasta el orfanato hindú -y, desde 2008, también al de Bal Mandir, en Nepal-, para dibujar sonrisas en las caras de los niños que viven allí, muchos de ellos abandonados por tener alguna enfermedad o discapacidad. «El arte transmite alegría, es un lenguaje universal», subraya el docente, quien ya ha conseguido implicar en su proyecto al Ayuntamiento de Pinto, la localidad madrileña en la que reside; al Consejo Social de la Universidad Complutense; e, incluso, a una compañía farmacéutica. «El propósito principal de nuestro trabajo en Matruchhaya y Bal Mandir no es enseñar a dibujar o a pintar a los niños que viven en el orfanato, sino aprovechar ese período vacacional que tienen para intentar que pasen unos días felices», reitera.

Enmarcado en esas experiencias, surgió el documental La sombra de la madre, que fue presentado en la Fundación María José Jove de A Coruña y que recoge la historia de la hija mayor de José Luis, Roshni, quien, junto a su hermana, fue abandonada por su madre biológica con apenas tres años. «La esclerosis múltiple fue avanzando y llegó un momento en el que no podía viajar solo con mis alumnos, así que decidimos que me acompañara mi mujer o mi hija mayor», indica José Luis, quien recuerda cómo el reencuentro con el orfanato y las historias de los niños que participan en el proyecto de cooperación que dirige despertaron en Roshni la necesidad de saber algo más sobre su pasado y sobre la cultura que dejó atrás. «Su madre biológica las abandonó a ella y su hermana cuando eran muy pequeñas, y nunca supieron muy bien cuáles habían sido sus razones, ya que su padre trató de evitar cualquier tipo de acceso de las niñas a esa información», explica.

Gracias a la religiosa que fundó el orfanato, Roshni pudo ponerse en contacto con su madre biológica y encontrar respuestas a las preguntas que le habían perseguido desde que era una niña. «El primer encuentro entre ambas fue muy emotivo, pero apenas pudieron hablar porque, como se produjo en plena calle, rápidamente fueron rodeadas por muchísima gente», indica José Luis. «Por eso, invitamos a su madre biológica a que nos visitara al día siguiente en el orfanato, y allí mantuvieron una larga conversación en la que, después de mucho insistir, Roshni pudo conocer las razones que llevaron a aquella mujer a abandonarlas, algo que le ha servido para tener su punto de vista y para apagar el rencor. Esa conversación, que grabamos para que su hermana pequeña, Chandrika, pudiera verla, aparece recogida en La sombra de la madre», añade José Luis, quien asegura que el documental es «muy valioso» para ilustrar la búsqueda de los orígenes dentro del proceso adoptivo. «También recoge testimonios de niños que viven en el orfanato, algunos bastante duros, y cómo viven la marcha de sus compañeros los que no pueden ser adoptados», señala.

En paralelo a la presentación de La sombra de la madre, un grupo de niños de entre 4 y 12 años participaron en el taller Adopción, la mirada de los protagonistas, diseñado por la Fundación María José Jove para normalizar la visión de la adopción como otra forma de hacer familia, y generar en los pequeños «actitudes, valores y relaciones que faciliten la integración de menores adoptados y procedentes de otras culturas».

Fuente: laopinioncoruna.es

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