¿Madres desalmadas…? Motivaciones para la entrega

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“Aunque supiera que mañana el mundo fuera a desintegrarse igual plantaría mi manzano”  Martin Luter King

Antes de comenzar deseo agradecer al cuerpo de profesionales   del RUA y EIA de Mendoza que gentilmente nos cedieron este espacio para compartir con Uds. nuestros pensamientos sobre uno de los pilares fundamentales del proceso de adopción.

En realidad mi exposición versará sobre la experiencia de mi práctica profesional durante muchos años en los cuales aprendí a caminar y comprender a estas mujeres que, con mucho valor, toman una decisión trascendente en sus vidas  que tiene que ver con la delegación de la función materna a terceros desconocidos.  Probablemente no es un tema desconocido para quienes trabajamos en esta área, sin embargo el objetivo de estas reflexiones tiene relación con las motivaciones implícitas que subyacen en la verbalización  de esta toma de decisión.

INTRODUCCIÓN

Durante veinte años desarrollé mi actividad profesional como Trabajadora Social en el equipo técnico del Juzgado de Menores de Santiago del Estero, único en la provincia. A diferencia de otros Juzgados este tenía una modalidad particular cual era la de poseer un equipo interdisciplinario propio que asesora al juez para la toma de decisiones en una problemática tan especial como era la de niños cuya vida se encontraba en situación de riesgo; víctimas de diferentes comportamientos adultos tales como abandonos, malos tratos (desnutrición, golpes, abuso sexual, prostitución) que los colocaba en una situación de vulnerabilidad frente a una sociedad que se torna hostil.

Una rama de esta problemática estaba relacionada con el “abandono” de niños por parte de mujeres que renuncian a su maternidad los cuales eran ubicados posteriormente en familias que acceden a la paternidad por la vía de la adopción.

Si bien me desempeñé en todas las áreas, adquirí más experiencia en esta última en la cual trabajé hasta el último día de la desaparición del mencionado Juzgado. A partir del año 2.003, con la creación del Registro de adoptantes fuera del Juzgado, se me afectó “provisoriamente” a desempeñar funciones en el mismo debido a la experiencia adquirida en la preparación de postulantes, hasta que se forme el equipo definitivo (esta realidad aún continúa). Esta función  se incorporaba a la que tenía como Trabajadora Social en el mencionado Juzgado.

A raíz de la sanción de la Ley Provincial 6.915 de “PROTECCIÓN INTEGRAL DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES”,  en el mes de Octubre del año 2.008, en adhesión de la provincia a la ley Nacional 26.061, el Juzgado de Menores dejó de funcionar.  En la práctica lo hizo en el mes de Enero del año 2.009 pasando a cumplir sus funciones el Órgano Adiministrativo dependiente del Poder Ejecutivo de la Provincia: la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (DINAF) .

Mi postura profesional frente a la problemática planteada, fue cambiando a través de la práctica. En un principio me resultaba difícil comprender el comportamiento de las mujeres frente al desprendimiento del hijo, sin embargo la práctica me llevó a entender que son impulsadas por diversas movilizaciones que se contraponen con el pensamiento general de la sociedad quien genera prejuicios sobre las mismas terminando en una condena que las paraliza y las coloca en una situación de discriminación.

Como parte de esta sociedad creo entender (desde la percepción), sólo por la experiencia, la reacción de la misma. No obstante hay elementos de juicio que escucho a menudo tales como “madres desalmadas”, “entregan a sus hijos como si fueran perros o gatos”, “ la pobreza es la causa de la entrega”,  “los venden como si fueran cosas” que me provocan sentimientos de furia ya que a través de la experiencia pude comprender la escasa veracidad de los mismos y afirmar la existencia de “otras causas” que determinan la actitud de “abandono” (entendiéndose este como la delegación de la maternidad) del niño por nacer o recién nacido.

No puedo dejar de mencionar la visión que existe a nivel nacional pero sobre todo de la capital del país, acerca de nuestra provincia la cual fue y es catalogada como “exportadora de niños”, al igual que otras del norte del país, afirmación sostenida por diferentes medios de prensa nacionales y provinciales.

Esta percepción de la realidad lleva en algún sentido a la asociación entrega=pobreza. Normalmente cuando se trata esta problemática surgen como causa principal de la renuncia al maternaje, la carencia económica. De la mano de esta afirmación escuché también “les sacan los hijos a los pobres para entregarles a los ricos”.

La experiencia me hizo ver que las causas económicas son las que se explicitan pero cuando  se indaga más profundamente en las historias se perciben otras motivaciones que subyacen por debajo de lo explícito. Cabe agregar que en la práctica cotidiana estas mujeres recibían el espacio y la contención necesaria para tomar una decisión en libertad, con el acompañamiento  por parte del equipo técnico que trabajaba en la problemática, durante el proceso de pensamiento previo a la decisión final.

Otro elemento a tener en cuenta es la realidad de “carencia” que caracterizó y caracteriza a nuestra provincia. Carencia de oportunidades de inserción laboral que dignifican y permiten generar proyectos futuros. Esto inserto en una historia de dominación que se remonta a muchas generaciones pasadas que van marcando una determinada actitud frente a la vida.

Es importante aclarar que la problemática también lleva a analizar otra arista cual es que la mencionada condena social muchas veces las lleva a asumir forzosamente un maternaje para el cual no están preparadas y que trae como consecuencia niños que viven siempre en una situación de riesgo que termina muchas veces en jóvenes y luego adultos delincuentes, o que no llegan a la adolescencia porque su vida termina como consecuencia de malos tratos (golpes, desnutrición, síndrome de mundchhausen, etc.).

Esta afirmación surge también de la experiencia ya que muchos casos en los cuales tuve que intervenir tenían un origen como el planteado. Hay que ser cuidadosos para trabajar en la comprensión de estas realidades ya que el actual paradigma que sostiene la nueva ley de la niñez, puede generar este tipo de situaciones debido a que en el nombre del derecho del niño a permanecer en su familia de origen, se fuerzan maternajes sin medir las consecuencias.

No obstante el foco de mi reflexión se centrará en aquellas mujeres que renuncian al ejercicio de su rol de madre y delegan su función en terceros desconocidos ya sea porque se niegan a que permanezca en las redes familiares o porque no existe el espacio en las mismas para brindarles contención.

COMPRENSIÓN DE ALGUNOS CONCEPTOS

Si buscamos una definición sobre el término motivación, la Gran Enciclopedia Universal Espasa Calpe la define como: acción y efectos de motivar; motivar: dar causa o motivo para una cosa; motivo: causa y razón que mueve una cosa.

Entendido así es posible comprender que al hablar de motivaciones hago referencia  a las causas que llevan a una mujer a delegar la crianza de su hijo recién nacido en terceros desconocidos y si bien en la práctica trabajé con lo explícito pude comprender que lo implícito, que surge a través del contacto frecuente con estas mujeres, es el pilar sobre el cual se apoya la decisión de las mismas frente a la decisión de entrega del hijo.

Florencia Altamirano en su libro “Niñez, Pobreza y Adopción. Una Entrega Social?”, define el concepto Motivaciones de la siguiente manera: “ …el mismo nos introduce en un complejo mundo de significaciones colectivas en donde es posible advertir los más sofisticados procesos de ocultamiento y negación”.

Durante los años caminados en esta problemática pude advertir que la percepción tanto popular como profesional y académica acerca de las motivaciones que inducen a una mujer a renunciar a la crianza de un hijo y delegar la misma en terceros desconocidos, se pueden agrupar en dos grandes cuestiones:

Lo entrega porque “no lo quiere”, relacionado con la falta de deseo materno;
Lo entrega porque “no puede criarlo”, relacionado con la carencia de recursos económicos.

De ambos planteos la que suena con mayor énfasis se ubica en el segundo lugar, aludiendo a que la “situación de pobreza” las lleva a renunciar a la crianza por la carencia de recursos económicos para cubrir las necesidades básicas de este nuevo integrante. Esto enmarcado en la afirmación de la procedencia de las mismas, o sea una provincia pobre.

Sería mezquino no reconocer que las condiciones de carencia económica puedan contribuir al desprendimiento del hijo, sin embargo estas reflexiones tienden a no considerar este factor como el determinante sino como un elemento que se encuentra dentro del entramado de factores que se ponen en juego en cada mujer en el marco de un contexto determinado por su tiempo histórico y social.

El juicio que realiza el medio social puede ser comprendido desde el “mito del instinto materno”. Al respecto Florencia Altamirano dice:… “en función del instinto materno se la presionó, amenazó y culpabilizó para que escuchasen el grito de la naturaleza y se hicieran cargo de sus tareas instintivas, teniendo como principal recompensa la promesa de una total realización femenina, cuando la norma consensuada socialmente fuera cumplida.” Este párrafo resume las representaciones sociales existentes sobre las cuales son juzgadas estas mujeres por los actores de los diferentes engranajes institucionales con los cuales pueden cruzarse en su camino, lo que las lleva en muchos casos al ocultamiento de su decisión y a prácticas que ponen en riesgo la vida del niño o incluso terminan con su vida. Esto constituye la otra cara de la moneda, sin embargo es la misma sociedad la que las impulsa muchas veces por este camino.

Probablemente estos juicios condenatorios de la sociedad en la que resido, se afianzan en la idea existente en el imaginario social de “instinto materno”, como algo innato (desalmadas), natural (los tiran como perros o gatos), como si el hecho de concebir y dar a luz generara involuntariamente los valores de amor y sacrificio, necesarios para un buen desempeño materno.

Desde esta postura ideológica las expresiones semánticas “madres desalmadas” y otras similares que mencioné, aluden a una significación colectiva de “mala madre”, en contraposición con el ideal del imaginario social. Es desde este lugar que la entrega de un hijo en adopción se transforma en una transgresión  “(innombrable)” ya que la renuncia al mismo implica la negación al espíritu sacrificado que se supone responde al modelo maternal.

Se podría pensar sin embargo que en la actualidad esta concepción debería ser mirada con otras aristas debido a los años de trabajo que llevamos en esta problemática. La realidad nos sigue golpeando debido a que que pareciera ser un tema que “cuesta ser comprendido” ya sea por quiénes se encuentran en los espacios de poder como por quiénes están en  contacto cotidiano con estas mujeres.

PENSANDO SOBRE LAS MOTIVACIONES

A través de la práctica cotidiana, pude percibir que hay cuestiones ocultas, más allá de lo explícito, que llevan a lagunas mujeres a tomar la decisión de entregar su hijo en adopción, lo cual me permitió poder comprenderlas y trabajar con cada una de ellas  en el acompañamiento para una decisión en libertad ya sea para el desprendimiento del niño o para recuperarlo nuevamente y proceder a su crianza.

Si bien el tema alude a un oculto mundo interno en el cual confluyen una infinidad de elementos que dan lugar a la renuncia a la crianza, no hay que olvidar la compleja trama del mundo social que las rodea, determinante en la formación de estas subjetividades.

El contacto con estas mujeres se producía mediante el trabajo de redes institucionales ya que desde el Juzgado se trabajaba en coordinación con los hospitales y Salas de Maternidad donde surgía el problema espontáneamente por la verbalización de las mismas de su deseo de entrega o por el abandono de sus niños. A veces llegaban por sí mismas al Juzgado durante el embarazo momento en el cual se comenzaba el trabajo de acompañamiento por parte del equipo técnico para una toma de decisión en libertad que podía terminar con la entrega del niño en adopción o su incorporación en el medio familiar.

Julia era una joven de 18 años que se presentó en el Juzgado durante el sexto mes de mes de embarazo argumentando su imposibilidad de criar al niño debido a la “falta de recursos económicos”. Su grupo familiar formado por sus padres y varios hermanos procedían del interior de la provincia, vivían en una situación de pobreza y habían manifestado su imposibilidad de ayudarla en la crianza. Julia trabajaba cama adentro en la ciudad capital acompañando a una anciana perteneciente a una clase social alta quien no la aceptaba con el niño, es más, ella fue quien conectó a Julia con el Juzgado. El embarazo se había producido como fruto de una relación de noviazgo y el padre del niño lo desconocía. Julia se negaba a decirle la verdad y se sentía acorralada por las circunstancias encontrando como único camino el desprendimiento del hijo.

A través de las diferentes entrevistas durante el embarazo se fueron planteando alternativas para la crianza sin que ella pudiera considerar ninguna. A los pocos días del nacimiento del niño en el Hospital se presentó  en el Juzgado preguntando el estado del mismo. Después de tranquilizarla se le explicó nuevamente que ella tendría tiempo para pensar en libertad y tomar una decisión mientras su hijo recibía todos los cuidados necesarios. A los pocos días se presentó nuevamente manifestando su deseo de verlo. Se trasladó al niño al Juzgado y en el momento que lo vio entendimos (la Psicóloga también  participaba en el proceso) que nunca podría desprenderse del mismo.

En conjunto con la Psicóloga comenzamos a buscar otro espacio laboral que le permitiera permanecer con el bebé, logrando al poco tiempo ubicar una familia que necesitaba una persona que acompañe a su madre anciana y no se oponían a la permanencia del niño.

La historia tuvo un final feliz y hoy la puedo relatar, sin embargo han pasado un sinnúmero de Julias con las cuales no pudimos cambiar la realidad. (Motivaciones forzadas por el medio social). ¿Es posible estigmatizar a estas Julias como “madres desalmadas”…?

En algunos de los casos en los cuales me tocó intervenir, había un denominador común que era la ausencia de la pareja, entendida como la negación de su presencia ante la toma de decisión. A menudo estos hijos procedían de uniones circunstanciales o los progenitores se habían negado a asumir la responsabilidad del mismo desconociendo su paternidad. La situación de soledad en la cual se encontraban las llevaba a buscar como alternativa la entrega en terceros desconocidos como una forma de “borrar” esa experiencia dolorosa.

Ana era una joven de 20 años de edad, soltera que vivía con su madre y un hijo de dos años. Su historia llega al Juzgado a través de la Maternidad del Hospital quien mediante vía telefónica informa que había manifestado su deseo de no retirar a su hija recién nacida. Se le comunica que cuando se encuentre en buenas condiciones físicas se debía presentar en el Juzgado. Al poco tiempo Ana se encontraba en la institución judicial con dificultades para movilizarse (le habían practicado una cirugía), con su hija en brazos.

Durante las diferentes entrevistas mantenidas tanto con los profesionales como con el defensor, fiscal y juez, argumentó que ella no podía regresar a su casa con la niña ya que el embarazo había sido ocultado y sabía que si su madre se enteraba del mismo la expulsaría de la casa, como había amenazado otras veces frente a la posibilidad de un segundo nacimiento. Se trabajó con Ana tratando de explicarle que ella estaba protegida y que el equipo trabajaría con su madre tratando de tranquilizarla sin que la joven pudiera aceptar ninguna alternativa.

Ana era hija única adoptiva de una pareja en la cual existía una doble vida por parte del padre ya que mantenía una relación paralela con otra mujer con la cual tenía seis hijos. La madre era sentida como una persona que no controlaba sus impulsos con un rol de víctima que la joven justificaba, ya que vivía enferma. La figura de su padre emergía con poca claridad aunque en última instancia podría se r considerado para conocer la realidad que le tocaba enfrentar, pero se negaba rotundamente a que la noticia sea conocida por su madre por temor a la pérdida de “lo único que tenía”.

Al cabo de varias horas, cerca del mediodía, pidió ver a su hija por última vez, la levantó, la besó llorando y se fue. Sabía que contaba con el tiempo necesario para tomar una decisión en libertad y que su hija estaría cuidada y protegida mientras tanto. También sabía que podía regresar cuantas veces quisiera ya que tenía el espacio para ser escuchada.

Finalmente la niña fue entregada en adopción después de haberse respetado los tiempos de Ana. ¿Es posible juzgar a estas Anas como “madres desalmadas”…?

Otro elemento en común era la ausencia de redes  familiares de sostén lo que las colocaba en una situación de vulnerabilidad y de desprotección frente a una decisión tan trascendente que marcaba un antes y un después en sus vidas.

Marta era una joven de 17 años, procedente del interior la provincia, cuyo parto tuvo complicaciones por lo cual tuvieron que ser trasladados (madre y niño) a la ciudad capital para una mejor atención. El personal de la Sala de Neonatología informa al Juzgado que la madre del niño se negaba a visitarlo ya que manifestaba que no se haría cargo del niño.

Cuando se toma contacto con Marta la misma manifestaba “un discurso armado”, argumentando que no podría criarlo por la falta de recursos económicos. Vivía con su madre, único sostén y muchos hermanitos y no podían alimentar una boca más. En un momento de la entrevista Marta comenzó a llorar y al indagar sobre su angustia refirió que era su tercer hijo y que no quería desprenderse del mismo; los otros habían sido entregados en adopción por su madre. Se la tranquilizó diciéndole que sería protegida desde la institución que representaba. La madre fue citada al Juzgado y negó rotundamente lo manifestado por Marta aduciendo que ella se haría cargo de la crianza del recién nacido. Cuando madre y niño obtuvieron el alta médica se fueron de regreso a su lugar de origen. A pesar de que como equipo técnico sabíamos que Marta decía la verdad, la juez del momento escuchó a la madre de la joven y en nombre del ejercicio de la Patria Potestad, dijo no podía hacer nada al respecto.

Al poco tiempo una médica del lugar de residencia de Marta se presentó en el Juzgado para denunciar a la madre de esta joven quien se dedicaba a la “venta de bebés” situación conocida por la gente de la zona. Su hija fue una vez más víctima de esta realidad sin que las redes institucionales pudieran evitarlo. ¿Es posible encuadrar a Marta en el rol de madre desalmada…?

La situación de carencia económica no constituía un común denominador si bien en muchos casos era real y se transmitía en lo explícito. Sin embargo al ahondar un poco más sobre sus realidades, comenzaban a surgir indicadores que mostraban las motivaciones reales que las impulsaban en la toma de decisión. Su angustia se centraba en la imposibilidad de asumir la crianza de ese ser, se sentían excedidas por la realidad que las superaba y la renuncia a la crianza, si bien generaba dolor, también un alivio inmediato para continuar con su vida cotidiana.

A pesar de que este camino se comenzó paulatinamente desde la creación del Juzgado, entendía que requería la participación de otros estratos de la sociedad con los cuales se debía trabajar en coordinación a fin de lograr la concientización de la sociedad sobre esta visión de la problemática, necesaria para allanar el camino a esta mujeres. Comprendía que esta era la única forma de impedir además el  abandono por parte de las mismas en situaciones críticas para el niño, por el desconocimiento de los espacios institucionales existentes para su contención. A pesar de plantearlo a mis superiores, entendían que la justicia no era un lugar para trabajar con la toma de conciencia de la problemática.

CONCLUSIONES

Como manifesté en un comienzo, lo compartido en este espacio de diálogo son algunas reflexiones sobre un tema de mi realidad laboral que siempre sentí “no podía ser escuchado” por quiénes tenían intervención en el mismo. Esta sensación de parecer un quijote luchando contra molinos de viento, fue algo compartido por quiénes me acompañaron en estos años de experiencia, especialmente por quien me adentró en esta problemática y hoy ya no está físicamente con nosotros. Me refiero a Graciela Maidana, psicóloga del Juzgado y también del Registro de Adopción, una amiga y compañera de lucha con quién aprendí a caminar y a poner el cuerpo día tras día, convencida  de que era la única manera de transformar la realidad.

Hoy no puedo decir que logramos lo que soñábamos, sin embargo creo que el camino está transitado y es mi deseo que quiénes trabajan hoy con la problemática puedan compartir esta visión y continuar el mismo.

En la actualidad entiendo que las instituciones que abordan esta temática en nuestra provincia lo hacen desde el mismo paradigma, es decir, respetan el derecho de la mujer y la acompañan en una decisión libre. Sin embargo existe todavía una falta de coordinación con quiénes estamos en la otra parte del proceso (pretensos adoptantes) lo cual considero importante ya que aportaría criterios para trabajar de una manera más efectiva  y saludable con la problemática.

Hoy desarrollo mi actividad también en un Juzgado de Familia desde el cual me toca intervenir en situaciones de guardas con fines de adopción de niños en la mayoría de los casos llegados por entrega directa. En realidad mi intervención tiene lugar frente al pedido del Juez del Informe Socio ambiental del matrimonio que tiene al niño en guarda con fines de adopción. Son pocos los casos en los cuales me tocó trabajar también con las mujeres que entregaron su niño recién nacido, por supuesto en diferentes condiciones como todos sabemos, sin embargo mi percepción de sus motivaciones  no varía a pesar de que tienen un discurso perfectamente armado para manifestar ante los diferentes profesionales del proceso (Psicólogo, Trabajador Social, Juez). Con “discurso armado” quiero decir que en general manifiestan su imposibilidad de crianza por carencia de recursos económicos y de la existencia de otros hijos.

Finalmente deseo agradecer el espacio para compartir estos pensamientos a esta maravillosa gente del RUA Y EIA que constituyen un ejemplo para imitar por la continuidad del camino comenzado  y el crecimiento adquirido a pesar de los obstáculos que imagino siempre se presentan.

Lic. Alicia López

Trabajo presentado en las VII JORNADAS REGIONALES IV NACIONALES INTERDISCIPLINARIAS DE ADOPCION EN MENDOZA 2.010

www.serfamiliaporadopcion.org

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