Sólo quiere saber quién es

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Desde hace casi 15 años, Inés Miriam Negrín busca datos sobre sus padres biológicos. La historia de una mujer incansable, que asegura que no la impulsa el enojo, que ama a su familia adoptiva y que mantendrá la búsqueda mientras viva.

«¿Por dónde empiezo…? Ah ya sé!, aclarando que mi búsqueda no es en contra de mis padres del corazón Mario y Vilda, porque me dieron una vida maravillosa, vivieron por y para mí; también para mis hijos», dice Inés Miriam Negrín, quien se muestra nerviosa, ansiosa y emocionada.

«No busco una mamá porque la tengo. Tampoco me mueve el reclamo hacia la persona que me entregó, ya que nunca me sentí abandonada, sino que se me ocurren mil situaciones que pueden haber ocurrido. Hasta que le hayan dicho –a su mamá biológica– que nací muerta», comenta.

     Desde hace quince años, esta mujer busca su origen. Lo hizo a través de avisos personales publicados esporádicamente en este diario –en fechas puntuales como el día de su cumpleaños o el día de la madre– siempre con la ilusión de que su madre biológica también estuviera buscándola, y hasta en las redes sociales.

Pese a que, hasta el momento, solo consiguió datos aislados, algunos más significativos que otros, pero acerca de dónde viene y qué pasó con sus progenitores de sangre, no cesa en la búsqueda y cuenta con el apoyo de la familia adoptiva y de su marido e hijos.
«Todo el mundo, familia, amigos, el pueblo y hasta mi marido, sabía que era adoptada… pero yo tenía una negación. El presentimiento estaba desde hace algunos años, pero no me animaba a enfrentarme con la verdad», cuenta la mujer que se enteró de la situación recién a los 35 años.
Entonces confirmó que Mario y Vilda, para quienes no tiene más que palabras de agradecimiento por la hermosa crianza que le dieron, no la habían gestado, sino que le habían abierto las puertas de su casa y del corazón.

Ya en conversaciones con amigos, una persona le había dado a entender que era adoptada, pero ella había reaccionado tan mal que su esposo Raúl (entonces su novio) la consoló diciéndole que, seguro, se trataba de una broma. Pasó el tiempo, Inés se casó con Raúl, tuvieron a Camilo y a Orieta y el tema no se tocó nunca más.
Hasta que, una tarde, una vecina le hizo un encargo especial. Esta mujer había adoptado una niña hacía muchos años y había publicado en «La Nueva Provincia» un aviso buscando la madre biológica de su hija. Entonces le pidió a Inés el favor de que ni bien saliera publicado el diario con esa publicación, se lo alcanzara.

«Cuando se lo llevé me hizo leer el aviso. Decía: ‘Mamá, nos separaron al nacer…’ Fue como si esas palabras fueran mías; no puedo explicar lo que sentí. Como pude terminé la conversación, me fui a mi casa y enfrenté a mi marido diciéndole que me mirara a los ojos y me dijera si era adoptada. Raúl me lo confirmó. Lloré como dos días seguidos. Se lo conté a mis hijos de 7 y 13 años en ese momento y, unos días después, fui a hablar con mis padres», narra.
Cuando recuerda ese momento la voz nuevamente se quiebra y los ojos se llenan de lágrimas describiendo la escena.
«Me senté entre ellos y les agarré una mano a cada uno preguntándoles cómo no me lo habían dicho antes. Me dijeron que creían que yo lo sabía y que no quería hablar del tema. Mi mamá me dio el nombre de la intermediaria Nélida Pérez de Pagnini, y me dijo que cualquier cosa la buscara que ella me podría dar algún dato», cuenta.

Según pudo confirmar, la señora de Pagnini recibió a Inés envuelta en una sábana el 5 de marzo de 1964, luego de que naciera en una clínica que funcionaba en Charlone 1376.
La partera Carmen San Martín de Franccani se la entregó «porque le pidió, según me contó, que llegara en un remis, no trajera ropa y me llevara inmediatamente para no comprometerla. Una vez en su casa, llamó al pediatra de sus hijos para que me atendiera y viera si estaba bien mi ombliguito. Era recién nacida. Mis padres fueron avisados por telegrama y me buscaron», dice.
Cuando Inés entrevistó a la señora de Pagnini, le aseguró que el único dato que la partera le había dado a ella es que la parió una jovencita de un pueblo de la zona; y nombró varias veces a Cabildo.
A través del defensor del pueblo Eduardo Mondido, Inés supo que la partera era una obstetra profesional, que había estado detenida durante un tiempo en Villa Floresta por mala praxis, y que había fallecido.

«Mejores papás no me pudieron tocar»

«Mis papás me criaron con mucho amor; tengo los mejores recuerdos de mi infancia muy feliz. Hoy, mi mamá tiene 81 años y apoya mi búsqueda; igual que lo hizo mi papá. Mi familia tiene miedo que me encuentre con algo feo, pero tengo la necesidad de saber», explica Inés.

Reconoce que, en estos casi 15 años de búsqueda, tuvo altibajos y pasó por distintas etapas de su vida, que la llevaron, por momentos, a graduar la intensidad de los deseos de encontrar alguna pista.

«La enfermedad de mi papá, que lo tuvo postrado durante algunos años, me hizo parar con la búsqueda. Cuando él faltó, tuve más tiempo y la reinicié», asegura.

«Se hace muy difícil conseguir datos. Hice una página en Facebook Búsqueda Biológica que, enseguida, tuvo mucha difusión. Además, me contacté con una FM de Cabildo, donde me hicieron una nota que fue el disparador de un montón de visitas a mi página, mensajes y compromiso de algunas personas que averiguarían algo, pero de forma muy cautelosa, ya que es un tema delicado», cuenta.

Se dice sorprendida de la cantidad de gente que está en su misma situación y que han formado una especie de hermandad del corazón a través de las redes sociales.

«Para mí, la necesidad de saber mi origen, mi verdad y mi historia, es cada vez mayor. Me siento como un árbol con frutos, pero sin raíces», asegura.     También comenta que le molesta que alguna gente no entienda el afán de recuperar esas piezas que faltan en el rompecabezas de su identidad.     «Algunos me preguntan si no estoy conforme con la familia que tengo, pero no es eso, me duele que no me entiendan. Si encuentro a la persona que me dio la vida no pienso reprocharle nada; insisto, nunca estuve enojada con ella, es más, quiero agradecerle que me dio la vida», asegura.

Inés espera un dato, un llamado anónimo, que quien sepa algo o crea ser la persona que busca se ponga un momento en su lugar.     «Le aseguro absoluta confidencialidad. Que, por favor, recuerde que la verdad da paz y tranquilidad. Esta búsqueda seguirá mientras viva. Me resulta muy triste pensar que voy a pasar por esta vida sin haber podido conocer mi historia», dice.

Por Jacinto Aráuz, María del Carmen Subotich

Fuente:.lanueva.com

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