Curar a través del amor de familia

mexico

Dos norteamericano iniciaron el sueño de formar familias; hoy una familia de Coahuila conformada por Daniel Urbano, Luz María de la Peña, y Evelyn Urbano son los padres y la hermana que 10 pequeños nunca tuvieron en sus hogares.

Se trata de niños y adolecentes entre los 8 y 16 años que vivieron un maltrato que por poco les quita las ganas de soñar, y ahora viven bajo el amparo de la Casa Hogar de la Montaña A.C., que se mantiene por la caridad de familias cristianas de Norteamérica. Un proyecto que en el futuro busca crecer y llegar a 100 pequeños con ayuda de 10 familias.


Los fundadores de la Casa Hogar de la Montaña, Albert y Brenda Gaty, iniciaron una casa hogar en Ramos Arizpe y posteriormente adquirieron una propiedad en el ejido el Higo, del mismo municipio, donde se establece formalmente el proyecto Casa Hogar de la Montaña A.C., que desde de hace casi una década busca dar una familia sustituta a niños que no la tienen.

Empezaron con más de 10 pequeños, pues había más matrimonios que apoyaban, sin embargo, por distintas situaciones ya no pudieron continuar y algunos niños se tuvieron que reubicar, y hoy la familia está integrada por 10 niños y adolescentes.

“A nosotros nos ofrecieron venir, nos dijeron ‘necesitamos unos papás’, y llegamos con ese compromiso, con un compromiso más grande porque son niños que no son de mi carne, niños para ayudarlos a sanar”, dice Luz María de la Peña, madre sustituta de los pequeños.

“Nuestra misión es hacer familias, poder dar papá y mamá sustitutos a los niños que vienen de parte de la Procuraduría de la Familia, niños que vivieron en pobreza extrema o sufrieron de abuso, niños sin papás a los que nosotros le damos una casa, estudios y lo más importante que es el amor”, añade Evelyn Urbano, la única hija de sangre de Luz María que vive en la Casa Hogar.

Se trata de una familia donde todo se multiplica por 13, cosas como ir al cine, ropa y comida extra se obtienen del trabajo del papá Daniel Urbano, quien es ingeniero civil y labora en los negocios de bienes rices.

Mientras que los abuelos Albert y Brenda Gaty viajan a EUA y visitan iglesias cristianas llevando un video para presentar la Casa Hogar de la Montaña y los logros de los niños, e incluso invitan a los bienhechores a conocer el proyecto; de los corazones de la gente nace apoyar y la asociación hace luego una carta del progreso de los niños para informar en qué se gastan sus aportaciones y los frutos que dan.

“La abuela es una mujer que ha pasado por cáncer y por operaciones de rodillas, ya son los dos personas grandes que tuvieron un sueño pero estaban preocupados porque alguien siga su proyecto y al conocer a mi papá, Daniel Urbano, delegaron en él toda la responsabilidad preparándole el camino”, dice Evelyn, quien a sus 20 años es la gran colaboradora de sus padres.

Evelyn define a su familia como una familia normal pero en exceso, en la que tiene cinco hermanos y cinco hermanas. Ella cursa Diseño de Modas en la UNID, pero su pasión es la Casa Hogar, dice que entró en esta carrera para hacer en el futuro un taller de costura con señoras del Higo y seguir recaudando recursos para la asociación.

“Sabemos que un día estos niños se van a ir pero van a regresar con sus papás, para que sus hijos visiten a los que se convirtieron en sus abuelos”, dice la joven.

Ella y su mamá afirman que tratan de hacer lo que dice la Biblia, aprender lo que Dios quiere decir a través de su palabra más que seguir una religión, apoyando a los niños.

Un día normal para ellos es repartirlos en escuelas de Ramos Arizpe y Saltillo, y hacer todo lo que una familia realiza desde la comida o tareas, los domingos asistir a una Congregación Vida y además darse tiempo para visitar los ejidos, para que los niños aprendan a preocuparse por los demás.

Tratan de quitar en sus niños el estereotipo de “vulnerables”, pues aprenden a servir y compartir, a sanar con el amor y la educación que no tenían y dejan de ser vulnerables, se convierten en seres humanos dignos para a toda la sociedad.

Todos toman terapia de lunes viernes, pero lo más importante en su recuperación ha sido la familia, pues han comprobado que con amor se puede sanar cualquier cosa.

UN PROYECTO EN CRECIMIENTO

El proyecto inicial en el Higo consiste en la construcción de 10 casas con papá y mamá para poder recibir más niños, sin embargo no puede ser cualquier matrimonio, pues no bastará con su emoción sino con un verdadero compromiso.

Una de las necesidades más apremiantes es la barda para la propiedad, que incluso es un requisito que pone la Procuraduría de la Familia: “nos han tenido mucha paciencia porque son 10 hectáreas y ahorita nos ha apoyado Makoto, el primer grupo de mexicanos que se ha unido para acabar esta casa”, comenta Evelyn.

“La barda sirve para dar mayor seguridad para los niños, ellos (La Procuraduría) saben que estos niños ya no se quieren escapar, pues en la mayoría de los albergues los niños quieren ir con sus papás, hayan vivido lo que hayan vivido con ellos, en su corazón están ellos, pero aquí no tenemos esa situación, sin embargo es una prioridad para nosotros”, dice Luz.

En este momento poseen dos casas terminadas, pero plantean contar con canchas deportivas, una escuela, e incluso un hospital para la gente de los pueblos que los rodean y para los niños de la Casa de Hogar.

Las oficinas de la Asociación se encuentra en Tenesse EUA y ésta es la primer casa hogar que se abre en México, donde plantean expandirse a ciudades como Guadalajara y Monterrey, donde el sueño es que los niños que hoy habitan esta casa se convierten algún día los lideres o padres de otros niños que lo necesitan.

LISTAS DE ESPERA

“La problemática de niños en abandono es grave, llegan lo niños con mucha necesidad de apoyo que les pueda dar el amor verdadero porque es muy fácil tener cuidadores, pero sería un número más, se necesitan corazones entregados para ser papás comprometidos, para darles sanidad y prevenir lo que pudiera pasar lejos de los papás”, expresa Luz María de la Peña.

Explica que hay más solicitudes de ingresos pero está en proceso de licencia que la Procuraduría les pide y con la que podrían tener apoyos de la iniciativa privada en México, ya que hasta ahorita sólo cuentan con el apoyo del grupo altruista Makoto, que realiza actividades para ayudar a construir la barda perimetral y con recursos provenientes de bienhechores norteamericanos.

“No podemos recibir niños voluntarios, sólo los que nos trae la Procuraduría, hay muchísimos niños en el albergue en espera de venir hacia acá, por ahora son tres niños en espera. Son niños de padres que ya perdieron su custodia, y la Procuraduría o el Consejo les da a escoger y ellos decidieron no ser adoptados y venir para acá, donde fungimos como sus tutores legales, y en esto nos ayuda mucho Patricia Medina, encargada de la parte legal de la Asociación”, comenta.

Sin embargo, en las visitas de la Procuraduría, los niños son entrevistados para conocer su decisión de tener padres adoptivos o quedarse en la Casa Hogar, y hasta ahora han decidido estar ahí, sin embargo, son pequeños que difícilmente son adoptados, pues generalmente los padres adoptivos buscan a niños menores.

LA HISTORIA DE ALEX

Pide a su madre del corazón ayuda para recordar y frente a ella se atreve a contar su historia, ahora mismo Alex tiene quince años, pero llegó a la Casa Hogar de la Montaña desde de los once, sin embargo, a sus cinco años empezó el infierno que vivió con su padrastro, quien lo usaba como escudo para pedir dinero por las calles y comprar droga.

Su madre bilógica conoció a su padrastro en un bar cuando se separó del padre biológico de Alex, y desde entonces permitió los abusos contra su hijo y poco podía hacer cuando se daba cuenta, pues vivía drogada, por eso perdió la patria potestad de Alex y sus dos hermanos.

“Una vez a él lo cacharon robando en un local y me usó de escudo para que no se lo llevaran, decía que tenía un hijo y no sabía con quién dejarlo, en mi casa todo estaba mal, no era una buena familia, mi tío no estudiaba, era drogadicto, igual que mi padrastro, y a mí me enseñaban a drogarme. Mi madre también, ella se drogaba y siempre mi padrastro me sacaba en las noches para pedir dinero, y si yo no quería me golpeaba”, cuenta Alex.

Las heridas de Alex han ido sanando tras cuatro años de saber lo que es el amor, las de Julissa quien llegó apenas hace unos nueve meses también, luego de ir en hogar en hogar desde los cinco años que su madre la regaló… historias de maltrato y abandono se han transformado para convertirse en las nuevas historias de la esperanza.

Fuente: zocalo.com.mx

 

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