«¿Me enseña su documentación?» Un policía autonómico ha sido avisado para que acuda a la delegación de Educación. El objeto de la misión es vigilar a C. M. L-P., padre adoptivo de tres hermanos, que baraja no salir de las instalaciones públicas mientras alguien no le dé una solución al hecho de que cada uno de sus tres hijos haya sido escolarizado en un colegio distinto: el pequeño, de tres años, en Compañía de María; la mediana, de 4, en Vallesequillo; y el mayor, de 6, en Federico Mayo. Cada uno en un punto de la ciudad. C., ante la presencia policial, claudica, no quiere espectáculos.
C. y su mujer obtuvieron la custodia de los tres hermanos el pasado octubre, después de que los niños, retirados por la Junta a sus padres biológicos, pasaran una temporada con una familia de acogida. Durante este tiempo, en el que los futuros padres adoptivos tienen la custodia, pero la Junta la tutela, la familia tiene un seguimiento de Asuntos Sociales.
Lo primero que hacen los nuevos padres, que se encuentran ante la misión de sacar adelante no a un hijo, sino a tres, es enfrentarse a la maquinaria burocrática. C. muestra los papeles remitidos a la delegación. Son unos cuantos. Consiguió que el pasado curso el mayor entrara en el colegio de la barriada Federico Mayo, pese a que ellos viven en la calle Santo Domingo. C. se deshace en elogios con los maestros de este colegio, pero desliza un hecho obvio, aunque sea duro admitirlo: «Mis hijos vienen de un ambiente familiar desestructurado. En Federico Mayo hay gente magnífica y niños estupendos, pero es una barriada con un mayor índice de exclusión social». En Asuntos Sociales están de acuerdo con el diagnóstico, pero, siendo ambos Junta, una cosa es Asuntos Sociales y otra Educación y unos no se meten en el terreno de otros, pese a que unos y otros, de forma genérica, siguen siendo responsables de los tres hermanos.
Para la hermana mediana, de hecho, no consiguió un colegio (recibieron los niños cuando ya había empezado el curso). El pasado mayo C. entró en esa carrera que tienen todos los padres de niños de tres años de intentar que se haga realidad aquella utopía de que cada niño estudie en el colegio elegido por sus padres. Ellos eligieron el concertado Compañía de María, todo un clásico de los conflictos entre padres y Educación. No hubo problema en que entrara el pequeño, ya que tenía todos los puntos, pero los otros dos mayores -por ser mayores, por no haber podido concursar, ya que entonces los niños no estaban con su familia actual-, se quedaron fuera.
En el aparato burocrático educativo todo funciona por puntos, baremos y ratios. No pueden existir los desvíos. Según C., tanto la mediana como el mayor se quedaron a las puertas, en el puesto 26 -de los 25 que marca la ratio- para entrar en el mismo colegio que el pequeño, el colegio más cercano a su casa, y «donde tendrían de compañeros de colegio a niños del barrio». Según Educación, desde el primer momento C. lo hace todo al revés. No entrega hasta el pasado 3 de junio la solicitud especial de agrupamiento de hermanos y lo único que pretende es ser recibido por la delegada, que no le recibe.
Así que tras cruces de correos y peticiones de escritos, C. se planta ayer en la delegación de Educación, en la plaza Mina, dispuesto a que alguien le dé una solución. Tras una negativa rotunda inicial, logra por insistencia ser recibido por el secretario de la delegación, el jefe de servicio y un funcionario más. Hablan del caso. «Tenemos 250.000 padres, no podemos atender a 250.000 padres personalmente», le explican los funcionarios. A la hora de la escolarización todos los padres, sean padres que adoptan o que no, son iguales y todos los colegios son iguales, dicen los técnicos, así que le ofrecen el reagrupamiento de los tres hermanos en el colegio Luis Vives, en Picadueña, donde hay ratio, pero que está fuera de los colegios por los que obtendría puntos por domicilio. Ni siquiera es su zona. C. dice no. Y poco después llega el policía. La historia continúa. La burocracia, también.
Fuente: Diario de Jerez
