Padres adoptivos: cuando el sueño acaba en pesadilla

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El dulce sueño de ser padres y el deseo de formar una familia puede convertirse en una agonía. Después de sumergirse en un intenso proceso burocrático, de superar años de espera para obtener una respuesta, desembolsar grandes cantidades de dinero y enfrentarse a varios exámenes psicológicos, los padres consiguen su afán más preciado, un hijo adoptivo. El asesinato de la niña Asunta y las sospechas sobre sus padres adoptivos recuerdan que la adopción es un asunto, aunque lleno de buenos deseos, complicado. El 8% de las adopciones en España acaban frustradas porque los padres no encuentran manera de convivir con sus hijos adoptivos.

A veces, las expectativas no son las esperadas y la relación se rompe. Es lo que se conoce como adopción fallida. “El porcentaje de adopciones truncadas en nuestro país alcanza el 1,5%y un 7,6% cuando se trata de niños adoptados mayores de seis años”, explica Ana Berastegui, investigadora de la Universidad Pontificia de Comillas.

El proceso de adopción no termina cuando el pequeño se instala en su nuevo hogar. Es entonces cuando todo empieza y cuando puede producirse el deterioro de la unión. “El niño trae consigo el trauma de haber sido abandonado y a parte también puede haber sufrido maltrato, abusos… y eso es difícil de reparar”, señala Eva Gispert, directora y fundadora del Instituto de Familia y Adopción.

Es una realidad dramática que puede llegar a desbordar a los padres, que en algunos casos tratan de idealizar la situación y no son capaces de detectar el problema. “El amor es un requisito sine qua non, pero no es suficiente, hacen falta muchas otras cosas”, afirma Gispert, y añade que “el vínculo hay que hacerlo. Así como en un hijo biológico y deseado está hecho, en una adopción no es así”.

Los indicios que se manifiestan cuando la relación no funciona, son complicados de percibir y a veces no se corrigen a tiempo. Si no se ha logrado establecer el vínculo afectivo, el menor puede presentar conductas extremas que afectan a la convivencia y a su aprendizaje.

Padecen ataques de rabia, dificultades en el colegio, crisis de ansiedad o rehúyen el contacto físico. “Se puede producir un enfado que no es normal, con dos o tres años presentan una baja tolerancia a la frustración. Es una rabia que sale muy de dentro que no pasa por la parte racional. Alguien al que que no le han dado cariño no sabe como expresar ese cariño”, aclara Gispert.

Sin embargo, la reacción puede ser la contraria. El menor busca ser querido y se aplica al máximo por miedo a un nuevo abandono.

«La pseudoruptura»

El rechazo no tiene porque ser inmediato, en ocasiones se produce a lo largo del tiempo cuando el niño ya lleva años conviviendo con sus padres. “Si los padres no encuentran los apoyos con los que hacer frente a la situación, las dificultades se hacen cotidianas, van minando la vida de la familia y van minado también la confianza del menor en la relación. Hay rupturas que se producen ocho años después de la adopción”, explica Ana Berastegui.

Existe también la “pseudoruptura”. Es una ruptura ficticia y significa que “los padres dejan de tener contacto directo con el niño y le procuran otro tipo de atención. Se encargan de él económicamente pero no afectiva o emocionalmente”, dice Berastegui. No se trata de un fracaso oficial aunque realmente sí lo es porque el niño estudia y vive fuera del hogar, o cuando cumple la mayoría de edad deja de convivir con sus padres.

De hecho, este tipo de separación “dificulta mucho conocerla realidad porque es muy difícil saber de cuantos niños estamos hablando y en que condiciones ”, añade la investigadora.

Los últimos estudios realizados sobre las adopciones fallidas reflejan cifras alarmantes: casi 500 niños adoptados fueron abandonados desde 1994 hasta el año 2005. Además, en Cataluña, un total de 72 menores fueron rechazados por sus familias adoptivas en la última década. La mayoría de ellos tenían más de 10 años y eran extranjeros.

Aunque en España la adopción es irrevocable, es cierto que algunas familias no soportan los conflictos y se desprenden de sus hijos. “Cuando los padres dicen ‘no puedo ni quiero hacerme cargo del niño nunca más’ se considera que es una situación de riesgo grave para el menor”, explica Berastegui.

“Un niño adoptivo no se puede devolver, como no se puede devolver un hijo biológico, lo que ocurre es que si la relación entre padres e hijos es conflictiva puede intervenir la Administración y retirar la patria potestad definitiva o temporal. Y si ve indicios de delito comunicarlo al fiscal”, asegura Miguel Góngora, fundador y presidente de la asociación ADECOP.

La ruptura familiar supone un proceso desgarrador en el que sufren ambas partes. “El proceso es muy doloroso, tanto por parte de los padres como por parte de los niños. Hay muchas formas de reaccionar pero los padres pasan por muchas fases: impotencia, frustración, rabia, tristeza…”, afirma Eva Gispert.

Fuente: http://www.estrelladigital.es/

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