Por qué ‘mamá’ y ‘papá’ se parecen en todas las lenguas

mamás

Piensen en las palabras que designan las cosas más primarias, más comunes a todos los seres humanos y que desde el principio de nuestra vida nos rodean. Qué sé yo: agua, tierra, cielo, luna, sol. Todas ellas difieren de unos idiomas a otros. “Luna”, por ejemplo, es parecida en las lenguas que se derivan del latín (luna en italiano, lua en portugués, lune en francés), y estos términos difieren de los de origen germánico, que también se asemejan entre sí (moon en inglés, Mond en alemán). En islandés es tunglio, en eslovaco mesiac, en finlandés kuu, en húngaro Hold, en suajili mwezi y en turco, ayTérminos muy distintos para designar algo que para todos es igual, blanco, redondo, lejano: la luna.

Sin embargo, hay dos palabras –no dejen de sorprenderse por lo evidente que parece: como ha dicho en alguna ocasión el académico Ignacio Bosque, el estudio del lenguaje consiste en sorprenderse de lo cotidiano– hay dos palabras, pues, que son iguales o muy parecidas en todas las lenguas del mundo: ‘mamá’ y ‘papá’.

Los términos eran tan obvios que no fue hasta 1959 cuando alguien se molestó en recogerlos y analizarlos. En un seminario de ligüística que tuvo lugar en el Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences, el antropólogo George Peter Murdock quiso verfificar esa supuesta tendencia de lenguas no relacionadas a desarrollar palabras similares para padre y madre en las formas básicas de los bebés (lo que en inglés se demonina nursery forms). Así, Murdock reunió 1.072 términos y, recopilados los datos, reclamaba a algún lingüista que sacase las conclusiones pertinentes, “ahora que los hechos están establecidos”.

Fue Roman Jakobson, el célebre lingüista ruso, quien dio respuesta a la curiosa pregunta ese mismo año, con el texto llamado Why “mama” and “papa”?

La importancia del balbuceo infantil

Lo primero que hay que destacar es que estos términos son comunes a todas las lenguas cuando son, como hemos dicho, nursery forms, es decir, palabras que surgen del habla de los bebés. Ese balbuceo infantil genera en todas las lenguas algo muy similar a mamá y papá, pero no son tan parecidos los términos que se refieren a madre y padre. Jakobson señala que “la llamada baby talk [el discurso de los bebés] usado por los adultos cuando hablan con los niños es un tipo de pidgin, un típico lenguaje mezclado, donde los hablantes tratan de ajustarse a los hábitos verbales de los receptores y de establecer un código común apropiado para los dos interlocutores en el diálogo niño-adulto”. Es decir, estos términos surgen en unas condiciones muy concretas, en que el adulto adapta su lenguaje al del niño. El bebé, por su parte, no es capaz todavía de expresarse ampliamente, de modo que sus recursos son limitados, y de esa necesidad nacen esas sílabas (ma ma ma, pa pa pa).

Como señala el ruso, algunas de estas palabras de la baby talk terminan inscribiéndose en la conversación adulta, como sucede justamente con esas que se refieren a los progenitores de la familia. Con frecuencia estos términos emocionales y cariñosos coexisten con otros más generales y abstractos, más adultos. Mamá y papá difieren en su uso de madre y padre, pero comparten referente.

De hecho, Jakobson señala que en indoeuropeo las palabras equivalentes a madre y padre se formaron, precisamente, a partir de las nursery forms, es decir, a partir de sus equivalentes a mamá y papá, a los que se añadió la terminación –ter (más tarde, en latín: mater, pater).

Motivos fonológicos

Un niño no puede pronunciar cualquier sonido, como es evidente. En casi todos los hogares se recuerdan los famosos intentos de la prole de pronunciar palabras complicadas, cosas como decir cagalbata en lugar de cabalgata o prediódico por periódico. Hay quien, de pequeño, convirtió a su tía Rosa en la ‘tía Osa’,  o quien expresó su deseo ferviente de querer ir a ‘Uro Disney’ (ese diptongo /eu/ requiere, sin duda, una mandíbula ejercitada).

Como explica Jakobson, el discurso de los bebés en las primeras etapas no contiene grupos consonánticos, sino sólo combinación de vocal y consonante. En efecto, los grupos consonantes aparecen en no más de un 1,1 por ciento de los 1.072 términos recogidos por Murdock. Además, predominan las nasales (un 85 por ciento) y las labiales. Diga usted mamá tapándose la nariz y comprobará cómo es una nasal. Ahora intente pronunciar mamá o papá sin juntar los labios, y verá cómo es imposible: la /m/ y la /p/ son labiales, y muy fáciles de pronunciar para los bebés.

Además, las primeras unidades con sentido que emergen del discurso del bebé están basadas en la polaridad entre estas consonantes y vocales. La vocal /a/ abre al máximo la boca y la consonante labial la cierra. El orden más natural en la producción de sonidos es una apertura seguida de su clausura y, además, la secuencia vocal más consonante parece casi obligatoria. Esas sencillas consonantes unidas a la más fácil de las vocales (“¡ah!”), junto con el repetitivo balbuceo del bebé, dan lugar en cualquier lengua a una sucesión de ma-ma-ma o pa-pa-pa (o equivalentes: ba-ba-ba) que ya sabemos cómo termina resolviéndose.

¿Por qué ‘mamá’ antes que ‘papá’?

Parece que los bebés, por lo general, pronuncian antes mamá que papá. Pero esto no es porque quieran más al uno que al otro. Lo que los bebés quieren realmente es comer. Y por eso dicen primero mamá.

La asociación con la nutrición es asombrosa, pero a ella se refiere Jakobson para explicar el fenómeno. La interjección nasal que aún usamos hoy cuando algo está muy rico y tenemos ganas de comerlo, o lo estamos comiendo, es “mmmmm….”. De esa eme asociada a los pechos de mamá se pasa al término parental con facilidad.

Algunos investigadores han referido que el término mamá es usado por algunos bebés simplemente para llamar la atención, indicar que quieren comer o cosas similares, no necesariamente para dirigirse a la madre. Lo cual no es tanto un rebatimiento a esta teoría lingüística, sino un indicio casi antropológico de que, básicamente, entre mamá y comida hay muy poca diferencia cuando el mundo se percibe con apenas cuatro meses.

Fuente: http://www.elconfidencial.com

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