La agridulce espera

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En la Argentina, una de cada cuatro parejas tiene problemas de fertilidad. Miles de ellas, después de intentar una salida científica, se vuelcan a la adopción y descubren que en ese caso la espera no siempre es dulce, ni fácil. El deseo es la brújula, pero con eso solo no alcanza. Una vez que se decide tomar ese camino, sigue un proceso que incluye trámites, formularios, análisis médicos y psicológicos.

Los trámites deben iniciarse en los tribunales más próximos al domicilio. Entonces comienza el calvario. “Lo más angustiante para quien sueña adoptar es el tiempo que pasa. A veces pasan los diez años y siguen a la espera”, sintetiza la licenciada Leonor Wainer, directora de la Fundación Anidar, con más de dos décadas de trabajo en el tema.

Cuando los postulantes presentan la documentación y son aprobados, pasan a integrar el Registro Único de Aspirantes a Guardas Adoptivas (RUAGA), que al no tener la adhesión de todas las provincias, no es el único: Córdoba, San Luis, Entre Ríos y varias del Norte manejan su propio registro.

En la actualidad existen al menos cinco proyectos de ley relativos al tema, el último lleva la forma de la senadora Liliana Fellner en el que se apunta a modificar el capítulo dedicado al régimen de adopción en el Código Civil.

“En la ley se estipula que todos los trámites son gratuitos, personales y judiciales. Las ONG cumplimos un rol de contención de los aspirantes, que no es menor”, explica Wainer. Actualmente la ley 24.779 –que data de 1997– es la que determina las condiciones generales para adoptar, aunque el Código Civil es el que señala los procedimientos que deben seguir los futuros adoptantes.

Después de quince años de pareja y varios intentos fallidos de embarazo, Carina Mazzola y su esposo decidieron dar un paso hacia la adopción. Llevan un año de espera y sus ilusiones permanecen intactas. “Uno no está preparado para el proceso que enfrenta. Te vas metiendo lleno de deseos de ser padre y a veces te topás con los ritmos del sistema judicial”, cuenta.

El camino de la adopción, en general, parece una búsqueda sin horizonte claro: “Uno espera el llamado del juzgado todo el tiempo, es increíble porque tu vida gira en torno a esa noticia que nunca sabés cuándo llegará”, explica la docente universitaria que declinó cursar una maestría el año próximo, por si le llega el turno y tiene que ocupar sus días cuidando al nuevo integrante del hogar.

Uno de los casos más resonantes es el del periodista Marcelo Polino, que tomó trascendencia este año. “Antes de armar mi carpeta como adoptante monoparental, estuve dos años hablándolo en terapia. Me hicieron muchas entrevistas psicológicas. Armar una carpeta es muy invasivo. Recién después, cuando se avanza, hay visitas de los niños, así que no es que te lo dan y ya está”, explicó. También la actriz María Fernanda Callejón manifestó a Veintitrés su deseo de iniciar los trámites. “Siempre creí que uno debe devolver el amor que recibe y personalmente el de la adopción es un deseo que tengo hace tiempo”.

No existen estadísticas claras y actualizadas sobre la cantidad de niños que a la fecha se encuentran a la espera de una adopción, aunque a 2011 las ONGs calculaban que había casi 21.500 niños en esa situación. La Fundación Adoptar indicó en 2008 que había 3.600 parejas anotadas en el Registro de Adopción de Capital Federal, y 5.500 en la provincia de Buenos Aires, aunque en tres años sólo se otorgaron 225 guardas preadoptivas en ambos distritos. Si las cifras son correctas, les llevaría 286 años conseguir un hogar para todos los menores del país. Eso, si dejaran de aparecer chicos abandonados.

Por su lado, Unicef y la Secretaría de Derechos Humanos determinaron que existen en la actualidad alrededor de 9 mil niños, niñas y adolescentes en condiciones de ser declarados en estado de adoptabilidad. “Los hogares están llenos de chicos que podrían ser adoptados, pero también llenos de chicos que no están en condiciones de adoptabilidad porque por alguna razón un pariente los visita”, explica Wainer. Para la ley, un niño que vive en un hogar de puertas abiertas y recibe la visita de un familiar una vez por año, pierde la posibilidad de integrarse a una nueva familia. En este sentido, Mazzola cuenta que cuando inició el proceso de adopción creó Adoptar, una cuenta de Facebook desde donde se encontró con otras parejas en situaciones similares. “Terminé dejando de ingresar porque me pasó de charlar con personas muy angustiadas, que llevaban años tras el sueño de recibir a su hijo en casa”, recuerda. Allí también se topó con gente desesperada que le pedía información sobre dónde comprar chicos, un delito frecuente en el que operarían redes que involucran a abogados y profesionales de la salud (ver recuadro).

La Convención de los Derechos del Niño establece como criterio rector el interés superior del menor; la pregunta es si esto se cumple en los hechos.

En 2009, la docente Laura Bergallo consideró que con 46 años cumplidos y sin pareja a la vista, había llegado el momento de adoptar. Tuvo que esperar once meses para completar el trámite que la categorizó como postulante, aunque desde entonces nunca recibió la ansiada llamada judicial. “Los trámites en general son rápidos y sin duda necesarios porque garantizan la seguridad de los niños; el problema es la traba que generan los tiempos de la Justicia”.

“Me tiraba siempre para atrás que todos esperaban muchos años. La falla de las leyes es el tiempo de la Justicia: no hay un tiempo para que la Justicia dirima la condición de adoptabilidad de los menores, que pasan años encerrados en hogares sin que nadie los priorice”, critica Laura, que insiste en el factor de arbitrariedad del proceso: “Este año unos amigos que llevan nueve en lista de espera recibieron en guarda a un bebé. ¿Cómo se explica eso si no porque el sistema no tiene lógica?”.

Existen otras razones por las que los niños que esperan ser adoptados aún permanezcan en instituciones de guarda. Quien aspira a adoptar debe definir desde el primer momento la edad de los niños que acepta recibir. “La mayoría pide bebés –dice Wainer–, y paradójicamente parece imposible dar respuesta a todos esos adoptantes, cuando los niños más grandes esperan que alguien quiera ocuparse de ellos”.

Es el caso de Alejandro García y Griselda, dos santafesinos que en 2011 comenzaron los trámites de adopción. En ese momento no soñaban con que los plazos se abreviaran. “A diferencia de muchos, para nosotros todo se resolvió en menos de un año”, explica ahora Alejandro, que desde junio tiene a Ulises y María Valentina en su casa. Los chicos, de 11 y 9 años, le fueron entregados con la rapidez de los cuentos de hadas. “Cuando nos llamaron del juzgado de Venado Tuerto, no podíamos creer nada. Visitamos a los chicos en el hogar donde estaban y la química fue tan grande que tres semanas después ya estaban instalados en casa y con una rutina de vida”.

En el caso de los García, el proceso se simplificó porque la pareja aceptó hacerse cargo de niños mayores de 4 años –el promedio más requerido– y que fueran hermanos. “Le dijimos a la jueza que podíamos recibir hasta cuatro chicos, creo que eso la ayudó a ver que el deseo de cuidarlos era lo que nos movilizaba”, explica Alejandro. El promedio de parejas adoptantes en Santa Fe le da la razón: por cada mil parejas inscriptas, sólo cinco aceptan adoptar a alguien mayor que un bebé.

Pero el sistema también tiene sus trampas. Aunque la ley vigente prohíbe la adopción directa, en algunas provincias del país aún se propicia, facilitando la manipulación de los menores. “Mucha gente entra en el sistema legal y cuando ve que pasan los años busca otros caminos –dice Laura–. En Misiones es moneda corriente la compra y venta de pibes: a mí me ofrecieron el contacto con un juzgado y no acepté. Pero conozco dos casos: los aspirantes que pagan todo lo relativo al nacimiento del chico, pero si durante el primer año de vida el padre biológico reclama al bebé, lo tenés que devolver. Muchos sufren verdaderas extorsiones”.

Esa parece la situación en la que quedó la pequeña Brenda. Adoptada en 2012 por la familia Arese Cortina, su madre biológica reclamó la restitución el mes pasado, y según los padres adoptivos, el juez les informó la intención de “reintegrar” a la chica a una mujer que no conoce.

El proyecto de Fellner explica que “después de 16 años, la ley actual genera trabas y alarga los plazos de los adoptantes”. Entre otras cosas, su proyecto establece que cualquier persona que cumpla con los requisitos enumerados en el Código Civil puede ser adoptante, sin importar su estado civil.

Pero el de la adopción parece un largo y sinuoso camino. En los mejores casos, la cosa no termina cuando los chicos llegan a los hogares de guarda. El caso de los García es un buen ejemplo. Como cualquiera, el matrimonio deberá cumplir un período de seis meses provisorios y después podrá iniciar el juicio de adopción, con fecha de fin indeterminado. “No importa lo que haya que esperar: nosotros ya tenemos a los chicos y sabemos que cuando el juicio de adopción termine, la ley confirmará algo que ya sabemos: nacimos los unos para los otros”, sintetiza Alejandro, feliz, alejado de la problemática común a tantos que llevan años de espera.

Los niños primero

3376-S-2013 es el número de expediente del proyecto que este mes presentó la senadora Liliana Fellner, para modificar el capítulo dedicado al régimen de adopción en el Código Civil. En cierto sentido aglutina varias propuestas en danza. Allí se explicita que “no se apunta al derecho de las familias adoptivas ni el de las familias biológicas: el interés debe estar puesto en el menor”.

En general las propuestas persiguen reformular algunos de los artículos del Código Civil para generar un sistema más ágil y eficiente, estableciendo que el requisito de la diferencia de edad entre adoptado y adoptante, si bien seguirá vigente, puede ser obviado por el juez. Además, el proyecto permite la adopción múltiple y simultánea, disponiendo que en caso de que exista un grupo de hermanos en condiciones de ser adoptados, debe darse prioridad a un mismo adoptante.

Un tema sensible es el de la familia natural. En ese sentido, en aquellos casos en que los niños no hayan sido abandonados, los progenitores tendrán que dar el consentimiento para que su hijo sea adoptado. También las embarazadas podrán manifestar su voluntad de dar en adopción a su hijo, previa lectura por parte del juez de los programas sociales existentes para contenerlas.

Otro aporte es que el proyecto establece que la adopción plena es irrevocable, y confiere al adoptado una filiación que reemplaza la de origen.

El informe de la Fundación Adoptar

“En Argentina hay tres fábricas de niños”

Con sede en Tucumán, la fundación Adoptar lleva años trabajando sobre estadísticas nacionales en temáticas de adopción. Este año publicaron un informe en el que denuncian ciertos mecanismos que perjudican a los inscriptos en el Registro Único de Aspirantes a Guardas Adoptivas (RUAGA), a favor de prácticas fuera de la ley. Allí señalan: “En Argentina hay tres fábricas de recién nacidos. La primera está conformada por las provincias de Chaco, Corrientes, Misiones, Formosa, Entre Ríos y norte de Santa Fe, la segunda es Santiago del Estero, y la tercera, las provincias que colindan con la Cordillera de los Andes: San Juan, San Luis, La Rioja, con cabecera en Mendoza”.

“Cada vez llegan menos bebés a los juzgados para ser dados en adopción. La ley 24.779 promueve que las entregas legales lleguen tan sólo al 25 por ciento; el resto, el 75 por ciento, son circulaciones y transacciones comerciales de pequeños efectuadas por bandas radicadas en cada ‘fábrica’. Estos tópicos permiten que quien está inscripto como corresponde sea burlado en su buena fe. Esta inmoralidad de los jueces genera que día a día las ventas a través de las mafias sean cada vez mayores, minimizando casi al máximo el instituto jurídico de la adopción, que tiende a desaparecer”, alerta el informe.

Un sistema colapsado

21.500  niños están en situación de adoptabilidad.

9.000  chicos hay en condiciones de ingresar en el registro de adopción.

225  chicos fueron dados en adopción en capital y provincia de buenos aires en tres años.

30  años deben tener como mínimo los solteros que quieran adoptar.

Fuente: http://veintitres.infonews.com

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