«Querría…»

espera

Otra conmovedora lectura de una madre adoptiva que está viviendo la espera. En este caso es del blog de Tarike.org, una periodista que vive en Etiopía.

Querría que ya estuvieras en casa. Te pienso. Te pienso como jamás he pensado en nadie. Con una intensidad que me sorprende, me emociona y me asusta.

Oigo caerse algo, y me gustaría que lo hubieras tirado tú. Cuando se abre una puerta, querría que entraras tú. Cuando alguien me llama, ojalá, ojalá que fueras tú.

Cada noche, un rosario de llamadas, cómo estás, sabes algo, novedades… He preparado tanto la comunidad en la que crecerás que ahora tengo todo perfecto, y sólo faltas tú. Veo en este increíble círculo lo único positivo de esta espera. Gente que se acuerda, que se ofrece, que me apoya, me manda chistes por whatsapp y me abraza cuando esperarte sentada es, simplemente, demasiado para mí sola. Algunos rezan por nosotras. Rezo yo también a mi Dios, tratando de recuperar esa fe simple y sin fisuras de los niños pequeños, que no se plantean jamás que ese Dios pueda no escucharles o, sencillamente, tener otros planes. Rezo sin escuchar, con la esperanza de que me sea dado aquello que he pedido. El vacío en mi cabeza no da para más.

La Santa Infancia, brother House y alguna otra gente llevan con paciencia mis olvidos, mis ausencias físicas y mentales. Vengo a trabajar con la ilusión de siempre, pero sin un gramo de talento o concentración (destalentada, se dice en mi tierra), Increíblemente, y sin yo darme cuenta, a mi alrededor se ha tejido una red invisible que me acuna y, en la medida de lo posible, me protege del mundo y de mí misma.

Veo tu cara en todos mis niños, sobre todo en H. Y me duele que os parezcáis tanto. Tiene tus ojos, tus largas pestañas. Recientemente se pegó el morrazo de su vida y se rompió el brazo. En estos días de hospitales, miro a su madre, y pienso que la tuya, en caso de seguir viva, se parecerá a ella. Una señora que llora mucho. Una señora bastante más joven que yo. Una señora asustada que se queda a veces parada en los pasillos del hospital, como los conejillos delante de los faros nocturnos de los coches. Y, en su angustia, la envidio. No lo sabe, no se lo creería jamás, pero es más afortunada que yo. Tiene a H. Yo, a ti, te pienso, te siento, te espero. Pero, por el momento, no te tengo.

Blog: http://www.tarike.org

Si este artículo te parece interesante, compártelo.
Facebook Twitter Plusone Linkedin Pinterest

Deja una respuesta