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Esperanza ha actualizado una entrada en el grupo
Cuentos Adopción hace 13 años, 4 meses
Este cuento no está directamente relacionado con el tema de la adopción, pero creo que le puede gustar a nuestr@s niñ@s.
Me gustaría leer algunos cuentos propuestos por vosotr@s.El título es TI-RA TI-mon
Hacía algún tiempo que los habitantes de la pequeña aldea de Casas Bajas habían decidido irse a vivir a la gran ciudad. Ya apenas quedaban niños en la pequeña escuela y la señorita Marina, la maestra, junto con don Pedro, el alcalde, decidieron poner remedio a esta situación.Pusieron anuncios en los periódicos, salieron en la televisión y pegaron carteles por todas las ciudades de alrededor, prometiendo regalar una casa, un huerto y una vaca a todas las familias que quisieran ir a vivir a su aldea.
A las pocas semanas, comenzó a llegar un gran número de personas. Unas para curiosear, otras sólo iban de paso y otras para quedarse.
De las cinco familias que se quedaron, cuatro eran de los pueblos de alrededor y sólo una de ellas nadie sabía de dónde habían venido. La formaban un padre, una madre, un abuelo y un hijo.
El niño, de ocho años, comenzó a ir al colegio a los pocos días de llegar.En la aldea celebraron mucho la llegada de las nuevas familias. Todos procuraron que sus nuevos vecinos se sintieran cómodos y bien acogidos.
En la escuela, los niños intentaron aprenderse los nombres de los recién llegados. La señorita Marina sugirió que todos los nuevos alumnos fueran diciendo sus nombres en voz alta y que a continuación los demás lo repitieran con un saludo.
Comenzó el primero diciendo:
– Me llamo Pedro.
Y todos contestaban:
– ¡Hola, Pedro!
– Me llamo Luis, dijo el segundo.
– ¡Hola Luis!
– Me llamo César, dijo el siguiente.
– ¡Hola César…!Y así sucesivamente hasta llegar a un niño pequeño y rubito, que apenas levantaba la mirada del suelo y que con una voz apagada dijo:
– Time tilla timo tiRa timón.
– ¿Quéeee…? Preguntaron todos a la vez. El niño, sin levantar la mirada, volvió a repetir:
– Time tilla timo tiRa timón.Todos los niños comenzaron a reírse a carcajadas, pero la señorita Marina los mandó callar inmediatamente.
– ¡Silencio! No está bien reírse de un compañero, sobre todo, si es nuevo y no nos conoce.La maestra tomó cariñosamente al niño por los hombros y volvió a preguntarle:
– Perdona, pequeño, pero no te hemos entendido, ¿ puedes volver a decirnos tu nombre?
El niño, casi a punto de llorar, volvió a repetir:
– Timi tinom tibre ties tiRa timón.La señorita Marina, con cara de no entender nada, no quiso insistir más. Dio por finalizada la clase y mandó a todos los niños a sus casas. Después se fue en busca del alcalde, le comentó lo que había ocurrido y juntos decidieron ir a casa del pequeño para hablar directamente con su familia.
Pero cual no sería su sorpresa cuando comprobaron que toda la familia hablaba igual, no pudieron entenderlos…!
La maestra y el alcalde pensaron que había que buscar una solución.
Mientras tanto, los niños de la aldea jugaban y se divertían todos juntos. Todos, excepto el pequeño niño rubio al que nadie podía entender. Éste se pasaba todo el tiempo mirando a los demás, sentado en un banco, solo y sin poder hablar con nadie.
Un día se acercó a él un niño muy pequeño, no tendría más de cinco años, que le preguntó:
– ¿No te gusta jugar, por qué estás siempre solo, cómo te llamas?
– Time tilla timo tiRa timón, contestó el niño rubio.
– ¡Ah, te llamas Ramón! Exclamó el pequeño.Los demás, al oírlo, se acercaron corriendo a ellos.
– ¿Cómo ha dicho que se llama?
– Ramón, se llama Ramón, dijo el pequeño.
– ¿Cómo has podido entenderlo?
– Es muy fácil, contestó. Solamente hay que quitar algunas letras en todo lo que dice.Por ejemplo: él dice que se llama tiRa timón. Si le quitamos las “ti” se queda Ramón.
Para decir “yo” dice “ tiyo”; para decir “sí” dice “tisí”.
Todos los niños se quedaron con la boca abierta.
– ¡Es verdad! Decían.
– ¡Es muy fácil!
– ¿Por qué no lo intentamos todos?
– ¡Vale, vale…!Aquella tarde, todos estuvieron jugando juntos y hablando con la “ti”. Era muy divertido y se rieron mucho.
Al día siguiente, al llegar a la escuela, decidieron gastarle una broma a la maestra.
Cuando la señorita Marina entró en la clase dijo:
– ¡Buenos días, niños!Todos contestaron:
-Tibue tinos tidí tias tise tiño tiri tita.
– ¿Cómooo…? Exclamó la maestra.Los niños comenzaron a reírse al ver la cara de asombro que ésta ponía. Y acto seguido le explicaron el descubrimiento que habían hecho.
La maestra se puso muy contenta al ver que todos los niños se podían entender y pensó que ella también podía intentarlo.
Así fue como todos aprendieron a hablar con la “ti”, también el pequeño niño extranjero y su familia se fueron acostumbrando a quitar la “ti” de algunas palabras.
De este modo, todos comenzaron a comunicarse y a convivir mejor en la pequeña aldea.
Con el paso del tiempo, algunas de las familias que se habían marchado volvieron. La escuela se llenó otra vez de niños y todos vivieron felices durante mucho, mucho, tiempo.
Y… así ocurrió y así fue, como me lo contaron te lo conté.