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El padre de Mahoma fue Abd-Allah, que falleció meses antes del nacimiento del niño. Su madre, Amina, tras la muerte de su marido, decide irse a vivir con su padre Abdul Mutaleb.
Siendo un bebé, Mahoma fue enviado a Taif para ser puesto al cuidado de una nodriza beduina llamada Halima, perteneciente al clan Banu Said. Este hecho no debe ser interpretado como un abandono. Debido a la alta mortalidad entre los niños menores de tres años, era costumbre que los infantes más pudientes fuesen enviados a Taif.
La influencia de Halima sobre Mahoma es crucial, ya que éste la siente como una verdadera madre adoptiva, lo que le hace declarar en un futuro, que aunque él es joraichita, habla la lengua de los Beni Asad.
Tras cumplir los preceptivos tres años, Halima devuelve a Mahoma a su casa familiar en La Meca. Mahoma vuelve con Amina y Abdul Mutaleb Mahoma volvió con su madre y abuelo para completar su formación. Pero la reunificación familiar dura tan solo unos años, ya que mueren sucesivamente su abuelo y madre, dejando a Mahoma huérfano.
Esta circunstancia debió suponer una prueba difícil para la supervivencia económica de Mahoma. Además, la solidaridad social hacia esta situación de desvalimiento infantil debía ser nula en la sociedad beduina preislámica, ya que Mahoma reguló en el Corán, la pena de muerte a los usurpadores de la hacienda de los huérfanos.