La atención temprana en la adopción

En general, los niños institucionalizados han vivido carencias afectivas y físicas que suelen traer aparejados retrasos en su desarrollo físico y psicomotriz. Son niños que se encuentran por debajo de los logros esperables para su edad cronológica.

Muchos de ellos presentan dificultades para la alimentación; para sostener y movilizar la cabeza o extremidades; en la deambulación o la marcha; y retrasos en su desarrollo psicomotor por la falta de estimulación adecuada, también en el lenguaje. Y no sólo por tener que aprender un idioma nuevo.

La adaptación de un niño adoptado que ya haya cumplido los tres años, no es más difícil. Simplemente es diferente en algunas de sus características. Para quien sí puede ser más difícil es para los padres, sobretodo en aquellos casos de una primera maternidad y paternidad.

Ir aceptando la idea de que el encuentro con un niño con una historia anterior que a veces ha durado años, quizás con recuerdos y vivencias nada gratas, que tal vez irán reapareciendo de una forma u otra en la nueva vida, es ya un primer acercamiento a este niño y un primer paso para facilitar su adaptación.

Prepararse a fondo en la psicología de los niños de estas edades, en las peculiaridades propias de los niños adoptados durante estas fases de la adaptación es fundamental para generar confianza en los futuros padres y augurar una grata adaptación en los menores.

Sin duda, el cuidado, la atención, la estimulación, el afecto y la estabilidad emocional que le proporciona su nueva familia son de fundamental importancia para el adecuado desarrollo del pequeño.

Poco a poco, sus progresos lo harán equipararse a cualquier otro niño de su edad. Sin embargo, en algunas ocasiones estas dificultades pueden persistir en el tiempo y será necesario realizar una oportuna y tranquilizadora consulta.

Los indicadores que deben poner a los padres en alerta son:

  • Si a los 6 meses no muestra interés ni intención de coger objetos, o no usa alguna de sus manos.
  • Si a los 9 meses no se sostiene sentado, no parlotea, o no se interesa por mirar o tocar los objetos.
  • Si a los 12 meses no es capaz de sostenerse de pie asido a un mueble (aunque no camine), no explora nuevos juguetes o no busca la comunicación con los adultos.
  • Si a los 18 meses aún no camina o desconoce el nombre de personas que le son familiares.

Estos indicadores no suponen en sí mismos la presencia de patologías, pero señalan la necesidad de realizar una consulta para su evaluación y recibir la orientación familiar y el tratamiento necesario para que el niño desarrolle sin dificultades todas sus potencialidades.

Fuente: SENDABIDE. Orientación y Psicoterapia post-adopción

 

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